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Postales del coronavirus #12. Crónica de una fuga

Collage de papel, acrílico y tinta sobre lienzo hecho durante la cuarentena. Representa la idea, un poco ingenua, de que íbamos a “aprovechar” esta cuarentena para hacer cosas que veníamos postergando, como leer.
Collage de papel, acrílico y tinta sobre lienzo hecho durante la cuarentena. Representa la idea, un poco ingenua, de que íbamos a “aprovechar” esta cuarentena para hacer cosas que veníamos postergando, como leer.

MADRID — Hicimos las valijas y tiramos todo lo demás, como si esa casa jamás hubiese llegado a ser nuestra casa. No sabíamos que se podía desarmar tres vidas en diecisiete horas, pero tampoco nos sorprendió. El niño nos perseguía mostrándonos algún juguete mientras el padre y yo intentábamos disimular que no íbamos a regresar.

Decidimos huir de Nueva York porque el seguro médico no nos cubría en la pandemia. Cada vez era más difícil creer que la cuarentena iba a durar tres semanas y nos daba miedo la policía acechando las calles de Harlem, presentándose cada vez que alguien llamaba a una ambulancia.

Solo salían tres vuelos del aeropuerto John F. Kennedy. Llamamos a mis padres, que se apretujaban para entrar en la pantalla del teléfono. Están en Argentina, en donde el coronavirus se iba a sumar al dengue y la economía va a explotar. Nos despedimos y fuimos los primeros en abordar el avión.

Al niño se lo tragó la pantalla. Al padre, la ventana vacía. “Todavía nos salva la amabilidad”, dije cuando la azafata nos trajo una bolsa con juegos y comida infantil. Ninguno de los tres durmió, pero eso ya no importaba porque aterrizar era exactamente lo opuesto a volver a empezar. En el camino, nos perdieron una maleta.

Desde el avión, Madrid se veía reseca y luminosa, como siempre. El departamento temporal era demasiado blanco, pero de a poco nos fuimos acostumbrando a este silencio de pueblo que impera en el barrio de Chueca.

No creo en la épica de los nómadas ni en el aprovechamiento de la cuarentena. Me alivia haber traído las Polaroids de los sesenta y setenta para intervenirlas y apropiarme un poco de aquella normalidad perdida, de aquel orden encerrado en un marco de papel que hoy necesito pintar, recortar, superponer en collages que reflejan mejor este ritmo nuevo.

Nadie estaba preparado para asomarse cada noche a la ventana y aplaudir a médicas, enfermeras y personal sanitario. Pero a veces, como dice Marguerite Yourcenar, en el fondo de una gran impotencia también se encuentra tranquilidad.

Foto Polaroid de los años setenta, pintada con acrílico y tinta.
Foto Polaroid de los años setenta, pintada con acrílico y tinta.
Foto Polaroid de los años setenta, también pintada con acrílico y tinta. Representan la compleja relación de los padres con el mundo interior de los niños, siempre misterioso para los adultos.
Foto Polaroid de los años setenta, también pintada con acrílico y tinta. Representan la compleja relación de los padres con el mundo interior de los niños, siempre misterioso para los adultos.

Carmen M. Cáceres es escritora, traductora e ilustradora argentina.

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