BIELLA, Italia — Mi experiencia no fue diferente a la de los demás. Los que están hospitalizados sienten una completa parálisis. Es una sensación que todos compartimos, de una manera u otra. En mi caso, fue literal. Quedé aislado en el hospital: me enfermé del virus. A mi edad, el riesgo era mucho mayor.
Durante el periodo de aislamiento he tenido la ocasión de reflexionar mucho. Creo que hay una oportunidad para generar un cambio a partir de esta experiencia terrible. El cambio al que me refiero es el mismo que hemos estado preparando en las últimas décadas. Es decir, el resultado del encuentro entre las diferencias representado por el símbolo del Tercer Paraíso, con el que imagino un posible recorrido de la humanidad —aprovechando la función simbólica del arte— hacia una conexión más balanceada entre lo artificial y la naturaleza.
Todos conocemos el paraíso de Adán y Eva, el paraíso donde nos encontrábamos en profunda armonía con la naturaleza. Durante siglos construimos el segundo paraíso, el paraíso del artificio, del dominio de la naturaleza a través de la tecnología y la ciencia. Es necesario pasar a la tercera fase de la humanidad, que una la naturaleza y el artificio, así como lo representa el símbolo trinámico.
En los dos círculos externos del Tercer Paraíso hay dualidad y tensiones, elementos contrapuestos y diferentes que, sin embargo, se complementan en el centro para crear una situación nueva. La creación corresponde a la unión de distintos elementos con el objetivo de generar algo nuevo.
Creo que a partir de esta pandemia se buscarán nuevas conductas en la sociedad. Pero podría haber retrocesos. Es improbable que enseguida se dé un paso hacia adelante. La transición hacia nuevas prácticas en la economía y en la política no es tan sencilla e inmediata. Hay que lidiar con las empresas, que tienen que continuar operando, porque sin trabajo no se vive. Si el trabajo llegara a colapsar, la epidemia económica podría resultar aún más grave que la sanitaria.
El papel del arte es el de la sensibilidad, que procede de la habilidad de poner en movimiento y replantear constantemente la sociedad y lo que ha sido el arte en el pasado, con sus formas, éticas y estéticas.
Pero el artista solo no puede hacer mucho. Debemos buscar un arte común, el arte del compromiso creativo para así formar un nuevo mundo, donde todos cooperemos. Juntos debemos inventar, crear, idear, dibujar, diseñar ese mundo nuevo y declarar abiertamente lo que cada uno está dispuesto a hacer para construir una nueva comunidad humana. Esto es lo que ocurre, desde su nacimiento en los años noventa, en la Cittadellarte, un modelo de institución artística y cultural que coloca al arte en interacción directa con los diversos sectores de la sociedad. En términos musicales, tendremos que trabajar juntos para formar el coro de una nueva sociedad.
Cuando estaba encerrado en un cuarto de hospital, María, mi esposa, estaba también en su encierro en casa. Los dos hemos estado en aislamiento. Este aislamiento se convirtió en una experiencia trágica para aquellos que fueron al hospital y allí dejaron su vida. Sin embargo, el problema no es de aquellos que ya fallecieron, el problema está en la sociedad de los vivos. Quien muere regresa al gran vacío universal, pero aquel que ha sobrevivido tiene que pensar en la sociedad en la que tendrá que vivir después de esta experiencia tan abrumadora.
La pandemia nos enseña la fenomenología de la vida marcada por un tiempo que transcurre, desde que se nace hasta que se muere. Mientras vivamos, es preciso permanecer aquí, en esta Tierra, y asumir directamente la responsabilidad de cada una de nuestras acciones.
Las fronteras ya no existen, de alguna forma la pandemia logró anularlas todas. Por tanto, debemos entender que las fronteras no van a ser superadas exclusivamente según criterios políticos, económicos o geográficos, sino que deberían construirse mediante acuerdos sólidos de carácter global que busquen establecer un equilibrio con la naturaleza, usando las herramientas del arte y la ciencia. Sobre todo de esta última, que tiene que asumir una responsabilidad fundamental. Es momento de que la ciencia establezca, finalmente, una conexión dialéctica con la naturaleza y llene el vacío que existe entre la naturaleza y el artificio.
Michelangelo Pistoletto, artista y teórico del arte, es considerado uno de los principales representantes del arte povera. En los noventa fundó la Cittadellarte/Fondazione Pistoletto. El objetivo de su obra es usar el arte para lograr una regeneración de la sociedad. Esta postal fue traducida del italiano por Floriana Marinelli.