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Postales del coronavirus #33. El guante

MADRID — Todos hemos reparado en que nuestras ciudades están ahora en silencio. La presencia de sus habitantes y de sus vehículos es mucho más discreta en esta extraña época de cuarentena, por eso los cielos lucen menos contaminados y las calles se ven sorprendentemente limpias. Yo no acostumbro a mirar al piso cuando camino: prefiero el cielo, ya sea plagado de nubes o despejado y de un azul intenso, como suele ser el de Madrid en los mejores días; pero durante esta cuarentena el suelo de la ciudad ha captado por completo mi atención. En las escasas salidas que hago por mi barrio para comprar comida y otros productos que necesito, no he podido evitar reparar en una nueva presencia en las aceras: la de los guantes desechables. Con la llegada de la primavera, han brotado como si se tratase de una nueva especie vegetal por todo el centro histórico de la ciudad. Azules, blancos, negros o incluso transparentes, estos guantes son nuestros aliados contra la amenaza invisible. Pero, cuando ya no nos sirven, quedan abandonados en cualquier esquina. En su silencio elocuente y multicolor, parecen decirnos: “Algún día todo esto habrá pasado y seremos de nuevo simples guantes”. Mientras tanto, sustituyen a aquellos pares de zapatos, prendas de ropa, restos de bebidas y otros abandonos que me acostumbré a ver en mis viejos paseos por el centro de Madrid antes de la pandemia.

Postales del coronavirus #33. El guante

Postales del coronavirus #33. El guante

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Lisbeth Salas es fotógrafa venezolana que reside en España. Ha publicado los fotolibros Infinitamente serio (sobre Enrique Vila-Matas) y Rostros y decires (sobre Rafael Cadenas) en la editorial La cámara escrita. Es colaboradora del suplemento Cultura/s de La Vanguardia.

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