Postrimerías veraniegas

Uno de los temas recurrentes de este verano en Loureses fue la tarjeta sanitaria. ¿Por qué hemos de tener problema los gallegos que vivimos en Cataluña cuando venimos a Galicia o los gallegos que vivimos en Orense cuando vamos a Barcelona? «Aquí tienen menos problemas los alemanes que enferman que los gallegos que están en Barcelona y vienen a Galicia a pasar vacaciones». En el tren de vuelta a la vida cotidiana, una abuela contó que venía de llevarle a su hija el gato que había tenido que cuidar mientras aquélla se había ido de vacaciones. «Me utiliza para cuidarle del gato y regarle las plantas mientras ella se va de vacaciones, El resto del año no trae a los nietos a verme ni siquiera viene ella». A otros abuelos les pasan cosas peores. Antes les tenían en una residencia porque estorbaban en casa y ahora les fueron a buscar y les tienen en casa porque necesitan su pensión.

Ya en la Ciudad Condal, manifestación de la Diada. Corrieron ríos de tinta, se llenaron horas de radio y televisión para difundir una media verdad al llamarla «manifestación por la independencia de Cataluña». Muchos de los manifestantes, los que habían acudido a la llamada de organizaciones independentistas, sí gritaban independencia, otros habían acudido para pedir sólo el pacto fiscal y otros sólo para participar en la Diada. Miles de inmigrantes y turistas estaban allí porque la manifestación los había pillado o porque era un acto festivo al que se podía entrar sin pagar y no tenían nada mejor que hacer.

Los políticos catalanes, quienes, salvo contadas excepciones, saben que la independencia no es viable ni la quieren, se dan con un canto en los dientes cuando ven y escuchan que la gente y los medios dejan de hablar de la deuda catalana y de lo mal que administran el dinero. Los políticos catalanes estaban felices ante la reacción de Madrid y se dicen: «Ladran luego cabalgamos». Todos los políticos son expertos en crear un enemigo externo cuando las cosas, dentro, huelen a podrido.

Los problemas de Cataluña no los va a arreglar la independencia ni el pacto fiscal. Cataluña necesita buenos gestores y gente con sentido común que sepa priorizar las necesidades. El presidente de la Generalitat, además de pedir cuentas al Estado español, tal vez tendría que pedírselas también a los gobiernos catalanes anteriores y algunos administradores, por ejemplo a los de Spanair. Cuando Mas volvió de Madrid con el rabo entre las piernas, entre los que lo recibieron en honor de Mesías había intelectuales catalanes que siempre han estado contra el nacionalismo pero que ahora están en puestos que dependen de la Generalitat.

Yendo en tren de Figueras a la frontera, al ver todo quemado, alguien se preguntó: «¿No se darán cuenta los políticos de que muchos incendios son una venganza del pueblo impotente contra la corrupción política?». Muchos incendios son una rebelión estúpida y una venganza bárbara y bestial del que se siente acorralado y sin salida.

Durante las horas que los organizadores del congreso en Francia nos dejaban libres, los congresistas hablamos de la situación política. Sigue habiendo duplicidad de entes innecesaria, «fruto del esfuerzo de una pandilla de mediocres que luchan por asegurarse puestos de privilegio», dijo un congresista búlgaro.

Hacen todas las reformas y ordenan todos los recortes posibles pero no se tocan sus privilegios. No se han suprimido canales de televisión, no se ha adelgazado el número de diputados, senadores, consejeros. Cuando se descubre un caso de corrupción, el pueblo, sin pizca de asombro, exclama: «¡Bueno!, uno más». Dijo un socarrón: «Son los políticos los que nos están comiendo por una pata». Casi toda la oposición parlamentaria ha puesto el grito en el cielo contra todas las proposiciones del PP de eliminar diputados autonómicos. Kant diría: El triunfo del mal y el fracaso del bien en la historia es el fracaso de la libertad humana no del amor de Dios al hombre. El que se encuentra en una situación favorable considera que los cambios sociales son malos y, en todo caso, innecesarios, hasta puede considerarlos una violación de sus derechos. Los desfavorecidos, por el contrario, los ven necesarios. En las democracias, estos cambios se confían a los políticos pero, ¿qué hacer cuando el pueblo que los eligió perdió la fe en ellos y les ha retirado la confianza? En esa situación, suele aparecer un Mesías o un revolucionario.

El vampirismo de los políticos acaba por fundar un reino ficticio que sólo sirve para aumentar y engordar su clase. Escribe Berdiaeff: «El parlamento -que es de suponer expresa la voluntad general del pueblo- es, en realidad, un ruedo donde se desenvuelve la lucha de los partidos». La gente no cree que los políticos vayan a solucionar los problemas; más bien piensa que forman parte del problema. La voluntad general del pueblo es una ficción que disfraza la lucha de los partidos.

Detrás de los mercados, de la prima de riesgo, de las subidas y bajadas de la bolsa, hay personas con nombre y apellidos quienes, a pesar de permanecer en el anonimato, tienen la sartén por el mango. Su único interés está en «el manejo de la bolsa de valores para inflarlos, deprimirlos, vender, comprar a su gusto y utilidad», dijo Artemio Cruz. Mátalos suavemente de Dominick Argento es una metáfora de la codicia generalizada. Aquí lo que interesa es explicar el por qué y el cómo se hacen las cosas más que el para qué de lo que, en realidad, ya se conoce. La verdad no pertenece a una clase ni nadie la posee en exclusiva, pero una clase poderosa puede hacer una interpretación errónea e interesada y tratar de imponerla a los demás por todos los medios a su disposición. En el parlamento hace falta un líder carismático, que ponga en solfa la corrupción y el nominalismo: palabrería vacía, de la clase política. Como lo hizo Savonarola (1452-99) con la Iglesia de su tiempo.

Muchos expertos creen que en las actuales circunstancias, serán las asociaciones y movimientos de parados, funcionarios y otros mil descontentos afectados por la crisis, quienes vayan a desempeñar la función de agentes de los cambios necesarios. También los sindicatos y el 15-M si no se dejaran manipular por los partidos políticos ni contaminar por su desprestigio. A la Iglesia no incumbe el señalar técnicas ni métodos de cambios sociales pero se me antoja que Jesús estuvo al lado de los desheredados de la tierra.

Manuel Mandianes es antropólogo del CSIC y escritor.

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