Potencias regionales y los no alineados

Por Mariano Aguirre, director del área de paz, seguridad y derechos humanos de FRIDE (EL CORREO DIGITAL, 19/09/06):

La reunión del Movimiento de Países No Alineados (MPNOAL) ha concluido en La Habana con una serie de manifestaciones críticas con Estados Unidos e Israel, y con una declaración final en la que se mezclan afirmaciones moderadas con reafirmaciones sobre el principio de no intervención en los asuntos internos de los Estados.

La mayor parte del periodismo internacional ha centrado su atención en la presencia en La Habana de los presidentes de Irán y Venezuela, Mahmoud Ahmadineyad y Hugo Chávez, o en la enfermedad de Fidel Castro. La realidad es que ni Castro ni ningún otro lidera a los No Alineados, pero en este momento hay una confluencia de intereses entre Venezuela, Irán y algunas potencias regionales emergentes a las que puede interesarles un foro Sur-Sur.

Lo importante es que esta reunión se ha celebrado en el marco de una crisis de hegemonía de Estados Unidos y de fuertes cambios en el sistema multilateral. EE UU es el centro de las críticas de algunos de los países no alineados -en particular Cuba, Venezuela e Irán-, pero la capacidad de Washington de frenar procesos nacionalistas, cambiar gobiernos e imponer precios de recursos naturales, como lo hacía décadas atrás, está muy debilitada. Estructuralmente el mundo se ha vuelto multipolar, aunque Estados Unidos tenga el mayor poder militar.

Por otra parte, una serie de Estados del denominado Sur -India, Brasil, China y Sudáfrica, entre otros- se encuentran en proceso de fuerte ascenso económico, con mayor poder industrial y comercial y, en consecuencia, con más capacidad para imponer sus criterios y negociar con Estados Unidos y Europa, conformar alianzas Sur-Sur y demandar mayor peso en Naciones Unidas. Cuarenta años atrás, las cosas eran muy diferentes. El MPNOAL fue impulsado en 1961 por una serie de países postcoloniales como India, Egipto, China y Ghana. Su creación respondió a dos factores. Por un lado, la descolonización en Asia y África y la revolución cubana en América Latina. Por otro, la tensión de la Guerra Fría, que no se limitaba a Europa sino que se desplazaba a otros continentes.

Los principios fundacionales del Movimiento fueron, entre otros, el respeto a los derechos humanos y a los principios de la Carta de Naciones Unidas, el respeto a la soberanía y a la integridad de las naciones y la no interferencia en los asuntos internos de otros países. Desde su creación, todos estos principios han sido violados por gobiernos del denominado Tercer Mundo y potencias extranjeras. Además, la Guerra Fría llevó a que el no alineamiento fuese una ficción, ya que impulsores como Indonesia o Cuba se convirtieron en clientes de las superpotencias de las que decían distanciarse.

El Movimiento sufrió otros golpes debido a los enfrentamientos entre países miembros (por ejemplo, la guerra entre Irak e Irán y la competencia regional entre Argelia y Marruecos) y la falta de solidaridad en políticas de precios de recursos. El fracaso de revoluciones en diversos países (y en algunos casos las violaciones masivas de derechos humanos, como en Camboya), la corrupción y autoritarismo de muchos gobiernos, las guerras internas y la caída del comunismo acrecentaron la crisis del Movimiento.

Cuatro décadas más tarde, los problemas mundiales son diferentes y, en algunos casos, más complejos y graves. Los 118 Estados que se consideran no alineados son todos independientes, pero la diversidad de ideologías y formas que los gobiernan es inmensa. Los movimientos de liberación nacional casi han desaparecido, pero el islamismo radical violento desempeña un papel muy fuerte y controvertido.

Por otro lado, los No Alineados tienen que responder a otros desafíos, como la pobreza y las epidemias que afectan a sus países, las migraciones que parten de muchas de sus costas y las guerras y violaciones masivas de los derechos humanos que se producen en algunos de sus territorios. Denunciar a Estados Unidos o Europa como culpables de estos y otros problemas no es suficiente.

El documento final de la Cumbre de los No Alineados es interesante porque utiliza un tono alejado de los discursos panfletarios, y centra su atención en una serie de cuestiones globales (desde el sida hasta la corrupción y la reforma de la ONU) de forma técnica y, en general, cooperativa con los principios del multilateralismo.

Entre las afirmaciones de la declaración sobresale que se debe transformar la globalización «en una fuerza positiva», que se acepte el libre comercio y que se apoye la Corte Penal Internacional. La mayor prevención de los no alineados se refiere al principio de no injerencia y a la posible manipulación de la Carta de la ONU que puede ser empleada para intervenciones no consentidas en terceros Estados. Pero, frente al discurso tradicional no intervencionista, se indica que debe discutirse el principio de la responsabilidad de proteger a las víctimas de genocidio.

En otros apartados se reafirma la necesidad de proteger y potenciar el papel de la mujer sin ninguna salvedad cultural, de trabajar con organizaciones no gubernamentales, y se aboga por la eficiencia energética, algo que va en el corto plazo en contra de los intereses de potencias petroleras como Venezuela, Irán o Arabia Saudí (todas ellas pertenecen al Movimiento). En la misma línea, la declaración final apoya a Teherán en su propósito de contar con energía nuclear civil, pero indicando que debe continuar colaborando con la Agencia Internacional de la Energía Atómica de la ONU.

Sin duda, el documento de conclusiones de una cumbre con miembros tan variados puede dar lugar a una declaración sin valor, y a mucha hipocresía. Pero dejar estos principios por escrito es un factor a tener en cuenta. Brasil, China, India, Irán y otras potencias emergentes son jugadores fuertes en el contexto internacional y quieren cambios que les beneficien. El apoyo, aunque sea disperso, de más de 100 países que, a la vez, actúan en otros múltiples foros no es algo que deba desecharse como retórica populista.