PP: ¿alguien manda ahí?

No acabo de entender la estrategia  política del PP si lo que pretende es ganar las próximas elecciones. Realmente, no la entiendo. Parece que se conforma con ir en las encuestas tres o cuatro puntos por delante del PSOE y esperar que el Gobierno de Zapatero vaya perdiendo apoyos a medida que la crisis económica se agudiza. Además, confía, supongo, en un electorado fiel que siempre lo votará, haga lo que haga y diga lo que diga. Sus estrategas electorales quizás saben lo que se hacen, aunque pienso que van por un camino errado.

Y bien fácil lo tenían. Aun cuando todavía pueden rectificar, el tiempo pasa y Rajoy cada vez se parece más a un don Tancredo mudo atado de pies y manos. "Mejor no hacer nada que equivocarse": quizás es su lema, esperar y ver, wait and see.Y es posible que tenga razón: se me escapan, por desconocimiento, las cuitas internas que debe haber en el partido. Pero como simple observador, tengo la impresión de que si el Gobierno de Zapatero ha decepcionado, el llamado primer partido de la oposición todavía ilusiona menos.

Lo tenía fácil el PP, porque la trayectoria del Gobierno de Zapatero iba de mal en peor. Ya en la primera legislatura cometió dos errores de bulto: confiar sin ningún fundamento en un acuerdo con ETA y reformar el sistema autonómico español a partir de las ideas de los nacionalistas catalanes, una instancia de parte que no pretendía arreglar los problemas del conjunto, sino sólo sus propios problemas. Si en el pacto con ETA se mostró ingenuo, en el Estatuto catalán se comportó con frivolidad, más aún al pasar una desmesurada patata caliente al Tribunal Constitucional, una instancia jurisdiccional que un presidente con sentido de Estado debería siempre dejar al margen de la contienda política. Sin embargo, en el 2008 volvió a ganar: señal de que el PP todavía suscitaba menos confianza.

En la legislatura actual, el Gobierno de Zapatero todavía se lo ha puesto más fácil al PP, pero este no lo está aprovechando, más bien al contrario. La gran suerte de Zapatero es, precisamente, la oposición que le ha tocado, por lo mal que esta ejerce su papel. Quizás los ciudadanos no dieron importancia al error que supuso intentar pactar con ETA, quizás tampoco comprendieron los riesgos del desorden autonómico. Pero seguro que han dado importancia y comprenden los errores del Gobierno ante la crisis económica, una cuestión que les cae más cerca.

Primero el Gobierno negó la crisis: afectaba sólo a Estados Unidos, no a nosotros. Después se acusó de haberla causado a una conspiración de los especuladores internacionales y a unos medios de comunicación interesadamente derrotistas. En la siguiente fase, con la realidad desnuda a la vista, se optó por una política de paños calientes: se adoptaron multitud de pequeñas medidas sectoriales que, juntas, han supuesto un gasto público desmedido y, probablemente, inútil, que se tardará años en pagar, diciendo siempre, en tono populista, que no se rebajaría el gasto social. Ahora estamos ya en una nueva etapa que contradice todas las anteriores: la crisis es estructural, afecta muy especialmente a España y las próximas medidas rebajarán este gasto social hasta ahora intocable.

En fin, imposible una peor gestión de la crisis por parte del presidente Zapatero y de su Gabinete. Pues bien, en todo este periodo de dos años, el PP ha criticado sin excepción todas las medidas del Gobierno, pero no ha propuesto ninguna política alternativa global, ni siquiera ha efectuado un diagnóstico serio de la situación. Es decir, ha hecho lo mismo que el Gobierno pero desde el banco de la oposición. Si el PSOE lo ha hecho mal, el PP lo ha hecho igual de mal y, dada su más cómoda posición, ello quiere decir que lo ha hecho peor.

La guinda la estamos viendo en las dos últimas semanas: en la Semana Santa el asunto Jaume Matas, en la de Pascua el caso Gürtel. Ambos no sólo previsibles, sino asegurados desde hacía muchos meses. Si Zapatero negaba la crisis, el PP ha estado negando la corrupción.

En efecto, la dirección del PP debía conocer la envergadura de ambos casos, y si no lo sabía, peor, es que no conoce ni a los suyos. No crean los dirigentes del PP que la opinión pública distinguirá entre si se trata de una financiación directa del partido o simplemente de un negocio sucio de algunos aprovechados. La opinión pública sabe que el choriceo alcanza a altos cargos del partido, a diputados y senadores, a parlamentarios autonómicos y a europarlamentarios, a concejales, alcaldes y presidentes de diputación, así como a personas de confianza, personajes tales como Correa y el Bigotes. Con esto basta para hacerse una buena composición de lugar que sirva para condicionar el voto de cada elector. Después los jueces, quién sabe cuándo, determinarán las responsabilidades penales. Pero el efecto político ya se ha conseguido, al no haberse evacuado las responsabilidades políticas antes, en el seno del mismo partido. Todavía Luis Bárcenas sigue siendo senador, con despacho en la calle Génova. Es sólo un ejemplo, también hay otros.

¿Alguien manda ahí? La sensación es que no. Que el PP es un conjunto de reinos de taifas sin una dirección que lo unifique. Un partido así no puede suscitar confianza. No se sabe quién tiene más suerte: si Zapatero por tener como oposición al PP o este por tener un gobierno tan endeble como el de Zapatero. El dilema es tremendo y la desafección de los ciudadanos comprensible.

Francesc de Carreras, catedrático de Derecho Constitucional de la UAB.