PP: el congreso abierto son elecciones primarias

El Presidente de Honor del PP, José María Aznar, sentado en un lateral de la sala del Comité Ejecutivo (Manuel Fraga siempre copresidía la mesa), ha pedido un congreso abierto y elegir la dirección del partido. A lo que Rajoy ha contestado que se hará "abierto como siempre" y que se presenta a la reelección.

"Abierto" en la petición de Aznar es un congreso plenamente democrático y competitivo, como cuando él y Miguel Herrero de Miñón perdieron el Congreso de AP con Hernández Mancha; "abierto como siempre" en la idea de Rajoy es un congreso de compromisarios cooptados o, cuando menos, mediatizados, y sin competición interna, a la búlgara, con candidato único. La única forma, hoy por hoy, de elegir de forma abierta y democrática al próximo presidente del PP son elecciones primarias: un militante, un voto.

Efectivamente, las primarias no están previstas en el PP, pero en los estatutos no se prohíben y, en derecho, lo que no está prohibido está permitido. El Comité Ejecutivo puede abrir un proceso de consulta abierto con varios candidatos no necesariamente miembros del comité ejecutivo -con muy pocos avales- para que se pronuncien los militantes. En dos vueltas y en dos semanas es posible hacerlo. Después, una convocatoria de congreso tendría la tarea de elaborar nuevos estatutos, una nueva dirección sometida a órganos de control y un nuevo proyecto político.

PP el congreso abierto son elecciones primariasEl descenso de un tercio de votos y de porcentaje sume al PP en una tormenta perfecta: en el marco de inestabilidad política general y de pérdida de grandes cuotas de poder, el partido precisa una refundación en las peores condiciones de tranquilidad, debate y renovación.

La tormenta perfecta comenzó el domingo a las ocho de la tarde. Nadie sabe cuál va ser el resultado práctico de los comicios, los efectos de esta conmoción electoral en el PP y en el sistema de partidos. No se sabe ni quién va a ser el presidente del gobierno, ni si la legislatura va a durar apenas unos meses. En unas elecciones normales todos los partidos suelen alegar que han ganado. En estas elecciones generales, la sensación es que todos han perdido.

Muy probablemente, si el PP hubiera presentado como candidato a cualquier otro dirigente del partido elegido en primarias, con toda probabilidad el centro derecha habría obtenido un mejor resultado por haber emitido un mensaje de renovación, democracia interna y rectificación. Mariano Rajoy podía haber dado un paso a un lado y aparecer como el presidente de la recuperación, que admitía la existencia de unos nuevos tiempos que requerían nuevas personas y nuevos procedimientos de elección.

A la presente crisis se ha llegado, en parte, por los cantos de sirena de asesores que insistían en que el "castigo" electoral al PP ya se lo habían llevado previamente los candidatos a las elecciones vascas, catalanas, andaluzas, europeas y municipales y autonómica. Es decir, cinco avisos de naufragio que sugerían la obligatoriedad de un cambio político que fuera más allá del nombramiento de cuatro vicesecretarios.

Uno de los elementos más llamativos del liderazgo de Rajoy es la constatación de lo ajenos que se encuentran muchos políticos del sentir de la calle. Rajoy no diferencia a veces el activo del pasivo; considera ventaja lo que es una desventaja. Por ejemplo, ante la protesta de Artur Mas por la iniciativa judicial del registro de su despacho en la sede de la fenecida Convergencia en Barcelona, Rajoy respondió que a él también le habían registrado los jueces su despacho de Génova. ¿Se imaginan a jueces franceses, ingleses o alemanes registrando los respectivos despachos de Hollande, Cameron o Merkel? Otro ejemplo: en pleno debate con Pedro Sánchez, Rajoy alegaba como mérito, como activo, que llevaba treinta años en política, siendo que esto es uno de los elementos de rechazo del voto de los jóvenes hacia el PP.

Puestas así las cosas, desde hace un par de años la actividad partidaria más destacada dentro del PP está siendo preparar el próximo congreso nacional de enero o febrero de 2016; la lucha política real interna es nombrar las presidencias regionales, de quienes dependen la elección de compromisarios y, por tanto, del presidente nacional. El nombramiento de Alfonso Alonso en el País Vasco, de Moreno Bonilla en Andalucía y de los otros presidentes regionales transitorios actuales (Baleares, Valencia), son parte de la preparación del "congreso como siempre".

El PP necesita una refundación y una amplia renovación. Hay quien incluso sugiere el cambio de nombre, de marca. Si estamos ante un modelo repetido de congreso a la búlgara, mediatizado por compromisarios cooptados y la mitad de ellos natos, será otra oportunidad perdida.

Rajoy anuncia que se presentará a la reelección en el próximo congreso del PP. Tiene todo el derecho a ser candidato pero sería más democrático someterse a la opinión directa y veraz de la militancia, no de los cargos. Los militantes del PP también tenemos derecho a pedir primarias de forma inmediata y previa al congreso.

No hay congreso más abierto y democrático que unas elecciones primarias.Para que la renovación sea creíble, no basta el cambio de nombre, ni hacer un congreso sin contar con los militantes; tienen que darse, como mínimo, los siguientes supuestos:

1.- El presidente del PP no puede ser una vez más nombrado a dedo ni elegido en un apaño entre presidentes regionales previamente cooptados por Rajoy, ni reelegido a la búlgara. Su nombre tiene que ser el resultado de una elección libre de la militancia, un militante, un voto. De este modo es posible puentear a los hacedores caciquiles de compromisarios. Los procedimientos visigóticos de designación del sucesor de Fraga y Aznar no son de recibo en el tiempo presente. Si la dirección del PP no se da cuenta de esto, es que no ha entendido nada.

2.- Un cambio sustancial de los estatutos del partido. En lugar de órganos de arriba abajo tienen que ser órganos de control de la dirección elegidos de abajo arriba. Lo cual también sirve para la elección del portavoz de los grupos parlamentarios y de las listas electorales.

3.- El PP tiene que recuperar un discurso político de centro derecha, ni economicista ni tecnocrático. Se trata de elaborar un proyecto político acorde con la nueva situación del siglo XXI, española, europea y mundial que nos permita jugar el digno lugar que nos corresponde por nuestra historia y nuestra capacidad como nación.

Se aproximan tiempos turbulentos que son el resultado de haber vivido de rentas. El PSOE elaboró un proyecto político, sin duda válido y operativo, para los ochenta y principio de los noventa. Después de esas fechas los socialistas han vivido del tacticismo infantil y de una gran irresponsabilidad (Zapatero).

Por su parte, el PP ha tenido un proyecto en 1990 que finalizó en 2004. En realidad, el tiempo de oposición es muy útil para elaborar mensajes y renovar líderes, pero si no se hace ni una cosa ni otra, resulta muy difícil llenar espacios en política que los rellenan otras propuestas políticas.

La tormenta perfecta va a durar al menos un par de meses, hasta que se defina un nuevo gobierno estable o una nueva convocatoria de elecciones. No está en manos del PP evitarla; lo que sí está en manos del PP es convocar todas las energías del centro derecha, de su dilatada experiencia política, para hacer las cosas de forma diferente a como se han hecho desde 1990. Independientemente de la forma en que se resuelva la tormenta perfecta, hay que sustituir en el PP la cooptación y el centralismo por la democracia interna y la selección democrática y control de sus dirigentes.

Guillermo Gortázar, historiador y abogado, es militante del PP y fue secretario de Formación de este partido entre 1990 y 2001.

Ilustración: Alberto Vázquez.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *