PP: la revolución está en las bases

El Partido Popular va a estrenar un sistema de doble urna para elegir a su nuevo presidente nacional: en una manifestarán su preferencia entre los distintos aspirantes, y en la otra elegirán a los compromisarios que asistirán al congreso. Se trata de un sistema complejo no exento de riesgos y que, en cualquier caso, da pie a guerras internas, un universo nuevo y desconocido para el PP.

La designación a dedo ya es cosa del pasado, e ironías de la vida, el hombre que más poder político y orgánico ha ostentado en el partido -un hombre tranquilo, paciente, al que nunca le ha gustado meterse en líos- se ha retirado para dejar en manos de los afiliados la elección de la persona que dirigirá el PP durante los próximos años. Es algo histórico, pues nunca antes se había consultado así a los militantes.

La novedad está levantando tanta expectación entre los medios de comunicación como prudencia entre los precandidatos. Principalmente porque los votos de los afiliados son las puertas que abren las revoluciones: un elemento incontrolable, por mucho que existan mecanismos que contribuyan a favorecer el dirigismo del aparato.

Veremos cómo influye el hecho de que sólo puedan votar quienes estén al corriente de pago y la obligación de tener que inscribirse para poder participar en la consulta, pero la realidad es que con tan solo 100 avales se puede ser candidato y llegar a liderar el partido, hecho que otorga un poder enorme a los afiliados. Es muy probable que el grueso de los compromisarios, como siempre, siga las directrices marcadas por las direcciones regionales. Hay que tener en cuenta que de los 800.000 afiliados que nominalmente tiene el PP, sólo una minoría votará; que los afiliados más críticos y disgustados con la política que ha llevado a cabo el partido son precisamente quienes han dejado de pagar sus cuotas y que los más volcados en este proceso son los que continúan manteniendo lazos estrechos con la organización.

A pesar de ello, la clave se encuentra en el resultado que arrojen las urnas de los precandidatos, y aquí, de poco sirve lo que digan los responsables del partido en cada lugar, porque en un sistema de primarias son los afiliados los que meten la papeleta en el sobre. Y ojo: si un candidato consiguiera más del 50% de los votos de los inscritos, o fuera el preferido en más del 50% de las 60 circunscripciones electorales, u obtuviera una diferencia de al menos 15 puntos sobre el segundo, se convertiría automáticamente en candidato único, y, por tanto, sería presidente.

Ahora bien, para impedir sorpresas hay una forma de contrarrestar el poder otorgado a los afiliados, y por lo acontecido en los últimos días parece que por ahí va la cosa: basta con conseguir dispersar el voto de las bases presentando a varios precandidatos -al final son siete los que concurren- y dejar que sean los compromisarios lo que elijan en el congreso al presidente. Tras bajarse de la carrera presidencial Alberto Núñez Feijóo, el considerado favorito, han proliferado las precandidaturas. Dolores de Cospedal, Soraya Sáenz de Santamaría, Pablo Casado, José Manuel García-Margallo... ¿Es esta fiebre de precandidatos el último intento por controlar el proceso?

Cospedal, sabedora de que cuenta con el apoyo del aparato, quiere recabar el de la militancia. Sáenz de Santamaría, por el contrario, que dispone del respaldo de una parte de la dirección del grupo parlamentario y de los presidentes territoriales del País Vasco y de Andalucía, pretende alzarse como la precandidata de la militancia. Pablo Casado se autoproclama garante de la regeneración y portavoz de los más jóvenes; un soplo de aire fresco. García-Margallo viene a representar las viejas esencias del partido, y los otros tres precandidatos no son más que una mera anécdota del proceso.

Sólo resta saber quién saldrá vencedor en esta batalla: si los afiliados o el aparato del partido. Todo parece indicar que Cospedal, Santamaría y Casado se disputarán el poder en una contienda cuyo resultado está abierto. El PP, en este momento, se está jugando su futuro.

Gema Sánchez Medero es profesora de Ciencia Política y de la Administración en la Universidad Complutense de Madrid.

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