PP: rearme ideológico y programático

En su último libro, Esperanza Aguirre llama al «rearme ideológico y programático» del centroderecha. La aprobación de los Presupuestos Generales alargará la legislatura hasta diciembre de 2023, amplio plazo para que el PP acometa esa tarea. El rearme apremia porque –avisa Aguirre– la formación precisa librar la batalla de las ideas. También porque las transformaciones acaecidas en la última década exigen políticas concretas sobre problemas concretos. Tales arengas no son exclusivas de España: si en 2021 los esclarecedores libros de Aguirre, Álvarez de Toledo y Rajoy llamaban a picar espuelas, en 2020 se publicaron en Inglaterra sendos ensayos en los que Nick Timothy y Ed West instan a la reconfiguración del conservadurismo.

La redefinición ideológica del centroderecha huelga dada la perennidad de sus principios. Timothy y West instan a rechazar el thatcherismo y a hacerse solidarios. Empero, la solidaridad siempre ha figurado entre los principios conservadores, desde Adam Smith a Roger Scruton. Aznar, por ejemplo, defiende en El futuro es hoy un estado del bienestar forjado en la adaptación de los principios conservadores a los «retos de la cuarta revolución industrial». Esa presunta falta de espíritu solidario no es sino la falsa impresión producida por la taciturnidad ideológica de los conservadores.

El PP debe urdir políticas atractivas y comunicarlas con claridad. Debe, como dice Aguirre, «ilusionar». Aznar nos recuerda que atravesamos un cambio de época en que precisamos de los «valores del liberalismo clásico». Esos valores deben definirse y deben ilusionar. Defender la propiedad o la unidad de España es tanto como no decir nada. Urge explicar al ciudadano no sólo cómo conservar la propiedad sino cómo se le ayudará a adquirirla. El pseudoreferéndum chapucero del 1-O constató la recia unidad de España; ahora apremia acabar con la extorsión del secesionismo que mercadea votos en las Cortes.

Resaltar el perfil ideológico implica mucho más que criticar a Vox y listar tres o cuatro obviedades. El liberal-conservadurismo precisa ilusionar recordándonos a todos que los ciudadanos somos el fin –y no el medio– de la política. El socialismo pone la libertad del individuo al servicio del Estado ideologizado; el conservadurismo concibe el Estado para servir al ciudadano. De esta premisa defluye la concepción de una sociedad oxigenada –según proclama Álvarez de Toledo en Políticamente indeseable– por el optimismo, la verdad y la razón. La reorientación del PP ha de ser esencialmente programática: debe exponer políticas concretas inspiradas en principios liberales. Aznar reclama el liderazgo político porque liderar consiste en concebir ese programa ilusionante y en transmitirlo a los ciudadanos.

Aguirre expone algunas «materias esenciales» para el rearme programático: batalla cultural, iniciativa empresarial e idea de España. Aznar coincide en fomentar la iniciativa privada además de la universidad, la solidaridad y la libertad. En Política para adultos, Rajoy recomienda acciones en torno a dos ejes: bienestar (empleo, pensiones, digitalización, medio ambiente) y Europa. Tan hermosos repertorios de intenciones resultan ora incompletos ora contradictorios. Rajoy, por ejemplo, afirma que «necesitamos inmigración», pero el desempleo ronda el 15%, la ciudadanía la rechaza notoriamente y el multiculturalismo ha fracasado en países como el Reino y Dinamarca. Lo que en realidad se necesita son políticas para fomentar la natalidad porque –como apunta el mismo Rajoy– la presente crisis demográfica merma la economía. La respuesta a la inmigración se halla, además de en la formación profesional, en políticas favorables para las familias con hijos.

Un programa ilusionante debiera explicar sin dilaciones al menos lo siguiente:

Estrategias para el crecimiento económico con promesas concretas para empleo, pensiones, PYMES, autónomos y teletrabajadores nacionales y extranjeros. Ideas claras sobre la inmigración.

El estado del bienestar sustentado tanto en la solidaridad como en la protección del contribuyente. Debe prometerse una fiscalidad justa y un gasto público generoso a la vez que sensato.

La educación y la cultura reconocidas como medio de progreso y crecimiento personal. Urge un plan educativo que nos saque del presente letargo intelectual, como la reforma de Jules Ferry sacó a Francia del suyo hace siglo y pico. España lleva décadas negando el culto a la cultura.

El Partido Popular ha de proclamar incisivamente su ética liberal y erguirse en campeón de las libertades individuales, incluido, como hiciese la ya ex canciller Angela Merkel, el reconocimiento de identidades sin el victimismo populista. Añádase la defensa del medio ambiente.

El separatismo no se aplaca con el 155. Los ciudadanos queremos saber cómo se acabará con el indignante trato de favor a ciertas CCAA. Y debe aplicarse la ley escrupulosamente para garantizar la igualdad de todos los españoles en todas las CCAA y para que se respeten los símbolos e instituciones del Estado.

La política exterior debe servir para incrementar las exportaciones y atraer inversión además de redundar en defensa y seguridad. Se necesita una estrategia que priorice la acción exterior dinámica en mercados y países concretos. ¿Cuáles son los países prioritarios del PP?

Todos estos mínimos precisan plasmarse en un programa meditado y consensuado en diálogo constante con empresarios, asalariados, autónomos, funcionarios, sindicatos y gremios. El PP debe, sin renunciar a sus principios y con mucha mano izquierda, ensayar acercamientos cordiales a otras fuerzas demócratas por díscolas que estas sean.

Ante y sobre todo, los populares deben patentizar esas interacciones: su tarea es fundamentalmente de márketing. Y deben convencer de que una sociedad mejor es posible, como ya demuestra en las CCAA que gobiernan.

En The Nordic Theory of Everything, Anu Partanen ha cifrado el estado de bienestar escandinavo en la defensa del «capital humano» por medio de «acciones concretas». Pagando menos impuestos que los neoyorquinos, los finlandeses gozan de una calidad de vida infinitamente mayor porque, concluye Partanen, en Finlandia los «políticos inteligentes» priorizan lo que merece priorizarse. El rearme del PP ha de explicar convincentemente políticas ilusionantes sobre las verdaderas prioridades de los ciudadanos.

Juan Antonio Garrido Ardila es miembro de número de la Royal Historical Society y catedrático del Consejo General de la University of Edinburgh.

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