Preguntas y respuestas sobre Gibraltar

La anulación por el ministro principal de Gibraltar, Peter Caruana, de las dos reuniones técnicas que debían celebrarse en octubre en Algeciras y Madrid, respectivamente, para preparar el próximo Foro Tripartito, previsto para finales de año, ha levantado otro vendaval de protestas, acusaciones, insultos e improperios. Trataré en este artículo de aclarar lo que está ocurriendo, intentando para ello dar respuesta a cinco preguntas clave.

El primer interrogante es: ¿qué sucede en las costas de Gibraltar? Pues bien, hay pocas preguntas más fáciles de responder: sucede simplemente que, desde hace tres siglos, el Reino Unido y España se disputan la soberanía sobre ellas.

Durante decenios, sobre todo por debilidad de España, los británicos hicieron lo que quisieron en dichas aguas y España miró para otro lado. Desde mayo del año pasado, si creemos algo de lo que dijo el jueves el ministro principal gibraltareño, España ha endurecido su posición en un intento de recuperar el control de esa zona marítima.

Dos: ¿de qué se queja la Guardia Civil que patrulla en dichas aguas? De que la Policía de la Roca actúa como si las aguas les pertenecieran, obstaculizando los movimientos de las patrulleras españolas y facilitando con ello el contrabando y otras actividades delictivas en dichas aguas.

Curiosamente, la queja principal de Caruana para aplazar indefinidamente o anular las dos reuniones técnicas previstas para octubre es exactamente lo contrario: que el 28 de septiembre, en concreto, agentes españoles, en persecución caliente, entraron en el perímetro de las tres millas que Gibraltar considera sus aguas soberanas y humillaron a los policías gibraltareños que trataron de llevarse al fugitivo.

Tres: ¿qué busca el Reino Unido con esa política de hechos consumados? Esta pregunta da por hecho que la acción de Caruana responde a una estrategia cocinada en Londres y yo no lo tengo tan claro, ateniéndome a la respuesta oficial del Ejecutivo británico al incidente del 28 de septiembre y al conflicto diplomático más importante sobre el asunto de las aguas territoriales, que se libra en la Unión Europea. Me parece que Caruana ha hecho un poco de kamikaze por razones de política interior de la Roca, sin contar con Londres.

Lo digo porque, tras los hechos del 28-S, el Gobierno británico se limitó a pedir diálogo. Palabras textuales de su representante: «Debemos discutir con España garantías para coordinar y evitar enfrentamientos volátiles entre las fuerzas marítimas de la zona».

Lo digo, también, porque a finales de 2009 la UE reconoció el control de las aguas en litigio por España en (ojo al parche) la Directiva del Hábitat. Y lo hizo, entre otras cosas, porque los británicos, en un despiste mayúsculo, colocaron dichas aguas en su solicitud en la longitud de cinco grados y 22 minutos al este del meridiano cero o de Greenwich, que está al norte de Argel más o menos. Caruana montó en cólera contra Londres y contra Madrid, e interpuso un recurso ante el Tribunal Europeo de Luxemburgo.

Cuatro: ¿debería ser más enérgica España con las provocaciones de la Royal Navy? La información que se ha publicado en España sobre dichas provocaciones está en clara contradicción con la que reciben los gibraltareños, y esta tampoco se corresponde al pie de la letra, según me cuenta un funcionario del Foreign Office, con la de los británicos.

España y el Reino Unido demostrarían muy poco juicio si se dejaran llevar por estos incidentes y respondieran con acciones de fuerza, como si se tratara de otro conflicto del siglo XVIII. No hay otra vía que apostar por el diálogo y tanto Londres como Madrid, que son los que, en Derecho Internacional deciden en este caso (diga lo que digan Caruana o quien le suceda), parecen verlo de esta manera.

Y por último: ¿debería revisarse el Tratado de Utrecht? Tengo en mis manos la historia del siglo XVIIIde Jover Zamora y los dos tomos de Alfonso Danvila sobre el Congreso de Utrecht, publicados por Espasa Calpe en 1958. Quien, en 2010, piense seriamente, sin haber bebido, que se puede resolver algo revisando acuerdos de hace tres siglos, es que vive en otro planeta. No nos engañemos. Hay problemas diplomáticos que, al cien por cien, no tienen solución y, en un porcentaje menor, cuando pareció que el de Gibraltar estaba en vías de solución (verano de 2002, gobernando Aznar en Madrid y Blair en Londres), el borrador no se llegó a firmar.

Ni Aznar ni Blair han explicado con claridad por qué. Se echó encima Perejil, Ana Palacio sustituyó a Piqué en Exteriores, la sombra marroquí pesó demasiado y la Navy vetó la soberanía militar del Peñón… Trasladé la pregunta a Caruana en una de sus últimas visitas a Madrid y su respuesta -que el 99% de los gibraltareños se oponía al acuerdo de cosoberanía- no me convenció. ¿Les convence a ustedes?

Felipe Sahagún, periodista, profesor de Relaciones Internacionales y miembro del Consejo Editorial de EL MUNDO.