Preservar la memoria de la libertad

Estos días de julio siempre traen a mi memoria recuerdos amargos. El 13 de julio, el terrible asesinato de Miguel Ángel Blanco, del que se ha acaban de cumplir 21 años. Y hace dos días, el de José María Martín Carpena, cuya vida nos fue arrebatada hace 18 años. Se encoge mi corazón al pensar en ellos y en sus familias; en sus amigos y en la indignación que recorrió la sociedad española cuando hizo suyo su dolor.

Lo recuerdo bien porque ese dolor sigue vivo. El impacto causado por esos crímenes removió muchas cosas dentro de mí. Hizo que viera el rostro de la sinrazón terrorista y la fortaleza de nuestra democracia cuando es capaz de mostrarse unida y sin fisuras en la defensa de aquello en lo que cree.

Aquellas jornadas de dolor que afligieron a la sociedad española supusieron la confirmación de que la inquietud política que me había acompañado desde la juventud se convirtiera en un compromiso intenso con la libertad a la que siempre había considerado como el bien más preciado que tiene una persona.

El terrorismo hizo que millones de españoles asumieran un compromiso colectivo de defensa de la democracia en todo el país. Muchos dieron el paso de entrar en la política activa junto a los que ya venían defendiendo nuestra libertad frente a ETA. Su valentía y coraje fueron decisivos para la victoria de la dignidad democrática frente al terror. Sin su determinación no hubiéramos llegado hasta aquí.

Hoy, como el pasado viernes en Ermua, quiero volver a expresar el orgullo que sentimos en el Partido Popular por nuestra defensa de la libertad. Un orgullo que se traduce en agradecimiento especial hacia los compañeros del País Vasco y de Navarra. Ellos vivieron en primera línea la lucha de la democracia contra la intolerancia. Su ejemplo y la memoria de las víctimas han sido, son y serán la referencia moral de nuestro partido. El ejemplo en el que debemos inspirarnos para abordar un proyecto renovado de compromiso con España. Un proyecto de libertad fundado en la democracia y en su superioridad ética frente a sus enemigos. Un proyecto unido, como el sentimiento que brotó en la lucha por la libertad de la sociedad española. Unidad en la defensa de la España democrática y constitucional. Y unidad para derrotar a los terroristas y su discurso totalitario.

Esa unidad permitió una respuesta política y social que impulsó la energía cívica que destruyó a ETA. Lo hicimos entre todos desde las instituciones democráticas. Con el rigor y la fortaleza del Estado de derecho y la ley. Con la ejemplaridad heroica de nuestras Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Y con la convicción de hacer justicia sin concesiones.

Ese empeño no fue fácil porque el terror acompañó nuestro esfuerzo con sacrificios y pérdidas dolorosas. Pero esa convicción nos dotó de una dignidad y de una referencia moral que siguen inspirando la trayectoria de nuestro partido. Un esfuerzo que hoy, precisamente, debe ser el núcleo refundador de la confianza en nosotros mismos y en la capacidad para expresar a la sociedad española que seguimos siendo lo que fuimos entonces: un partido que está dispuesto a dar lo mejor de sí mismo por España y su libertad.

Por eso, tenemos la obligación de preservar entre todos la memoria de las víctimas del terrorismo. Especialmente ahora. Cuando la impunidad pretende abrirse camino al ver cómo los que apoyaron y aún defienden a los criminales de ETA buscan justificar lo injustificable. Cuando hay voces que instan al olvido y otras que buscan excusas para no revivir el dolor porque les resulta incómodo reconocer que, cuando otros eran asesinados por defender la democracia, ellos miraron a otro lado o callaron.

Pero nosotros no vamos a olvidar ni callar. Nos sigue acompañando el ejemplo de las víctimas. Seguimos comprometidos con mantener viva su voz. Reivindicamos la dignidad de aquéllos cuya vida fue arrebatada por defender la democracia, con todo lo que eso significa. Hemos derrotado a ETA pero el trabajo no ha terminado. La causa de la libertad no termina nunca.

Debemos seguir trabajando para derrotar definitivamente el discurso de ETA, para construir un relato veraz y justo de lo que ocurrió en Ermua hace veintiún años, en Málaga hace dieciocho años y en todos aquellos otros lugares en donde el terror se cobró su tributo de sangre y dolor. Ésta es la verdadera memoria de nuestra democracia, de la que toda España ha sido protagonista. Una memoria que recuerda que los asesinaron por defender la libertad y la Constitución. Una memoria que reclama el profundo significado político que tienen las víctimas del terrorismo.

Durante décadas, miles de personas tuvieron que abandonar el País Vasco y Navarra, expulsadas por el odio y las amenazas, por el intento de eliminar a los no nacionalistas y callar el pensamiento libre. No puede ser que ahora algunos pretendan su olvido.

Resulta inadmisible que se vea como prioridad la vuelta a casa de los presos que empuñaron las pistolas y sembraron el dolor de tantos y tantos. A quienes defienden esto hay que recordarles que la única prioridad posible con la dignidad de la democracia es ver cómo quienes fueron empujados al exilio por el terror de ETA puedan regresar a su tierra.

Pero recordar es también transmitir a nuestros jóvenes la memoria de nuestra libertad. Hay que hacerles participar de ello para que entiendan que, si son libres, es por el enorme sacrificio que hicieron las víctimas del terrorismo y por la perseverancia de todos los que defendieron la democracia en momentos muy difíciles.

Esa memoria es imprescindible porque nos hace mejores. Quiero que nuestros hijos crezcan sabiendo que España es una gran nación y que la lucha por la libertad es un compromiso que incumbe a todos. A mí muy especialmente. Porque asumo la causa de las víctimas del terrorismo como el compromiso más personal e indeclinable de mi candidatura a la presidencia del Partido Popular. Un compromiso de memoria, de verdad, de dignidad y de justicia. Un compromiso de libertad.

Soraya Sáenz de Santamaría es candidata a la Presidencia del Partido Popular.

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