Presupuestos de país, esperanza para todos

La aprobación en el Congreso de los Diputados de los Presupuestos Generales del Estado para 2021 y su remisión al Senado es una magnífica noticia por muchos motivos. El primero y fundamental, porque son unas cuentas que aportan soluciones reales a los problemas de los españoles y españolas, de manera que puedan encarar el próximo año con nuevas esperanzas y mejores oportunidades. Ése es el objetivo prioritario: que nuestro país salga de la grave crisis económica provocada por la pandemia lo antes posible, que lo hagamos con mayores fortalezas y que nadie se quede atrás. La salida de esta crisis no puede ser a costa de incrementar la desigualdad o de retroceder en derechos y libertades, como se hizo en la anterior crisis financiera. La cohesión y la justicia social son principios irrenunciables para cualquier sociedad que se considere avanzada.

En segundo lugar, estos Presupuestos son un revulsivo para nuestra economía, porque permiten acelerar las grandes transformaciones pendientes, tantas veces diagnosticadas y siempre postergadas, sentando las bases de un modelo económico y productivo más innovador, sostenible e inclusivo. Necesitamos recuperar la apuesta por la I+D+i y la ciencia como motor de progreso porque, como desgraciadamente hemos comprobado en esta pandemia, sin ciencia no hay futuro.

Tenemos que aprovechar las oportunidades que ofrece la digitalización y la transición ecológica para protagonizar un gran salto de modernización que ayude a nuestras empresas a ganar músculo y competitividad y a generar empleos de alto valor añadido. Para ello serán claves los recursos europeos, hasta 27.000 millones incorporados ya en estos Presupuestos, todo un reto de cooperación entre las Administraciones públicas y la iniciativa privada.

En tercer lugar, estas cuentas suponen la mayor inversión social de la historia, cerca de 240.000 millones de euros, para reforzar aquello que nos iguala y que es nuestra mejor conquista colectiva, el Estado de bienestar. Es imprescindible incrementar la capacidad del sistema sanitario, invertir en el ascensor social que supone una educación de calidad para nuestros hijos e hijas y mejorar la red de protección de los más vulnerables. Estos son, pues, unos Presupuestos extraordinarios para un momento que es también excepcional, y que requiere de la unidad del país y de la altura de miras del conjunto del arco político.

Cuando iniciamos la actual legislatura lo hicimos con el Congreso de los Diputados más fragmentado de la democracia: hasta 16 partidos, que representan la pluralidad de la sociedad en toda su complejidad. Se auguraba entonces que esta fragmentación, muy lejos del bipartidismo y de las mayorías absolutas de etapas previas, iba a dificultar la estabilidad del país. Pero en este año, tan difícil y complejo para nuestro país, el multipartidismo ha aportado apoyo a los estados de alarma, ha sumado para alcanzar consensos tan necesarios como el del Pacto de Toledo y ha logrado aprobar unos Presupuestos con el mayor respaldo de grupos de la historia. Un total de 11 partidos, de distintas ideologías y sensibilidades, han sido capaces de aparcar sus diferencias de base, actuar con generosidad y anteponer el bienestar colectivo.

Con ello no sólo se consolida el espacio político que hizo posible la investidura, sino que se ha ampliado y eso es siempre una buena noticia para la estabilidad. Por el contrario, hay quienes, en el peor momento de nuestra reciente historia democrática, han preferido eludir su responsabilidad institucional y esconderse tras un muro de excusas. Demostrando así que o bien no han entendido la gravedad de la situación, o bien que prefieren seguir en una dinámica de bloqueo o, peor aún, que no tienen nada que aportar. Ahora disponen de una nueva oportunidad para recapacitar en el Senado y les invitamos a reconsiderar su postura, por el bien de nuestro país.

La política adquiere su mayor sentido en el encuentro y en el diálogo para hacer posible una construcción compartida. Y lo pierde si se aleja de su finalidad, que no es otra que el interés general, el servicio público para mejorar la vida de nuestros compatriotas. La discrepancia en política es sana, pero no al punto de convertirse en parálisis improductiva o lesiva para los intereses generales.

Hace 42 años, la sociedad española fue capaz de superar diferencias aparentemente irreconciliables para construir un país moderno, incluyente y solidario. Y fraguó ese pacto social en la Constitución del 78 como base de nuestra convivencia. Ahora, España afronta de nuevo un momento clave en su historia y necesita unos nuevos Presupuestos Generales del Estado que permitan superar la crisis y abrir una nueva etapa. Los españoles y españolas necesitan unas cuentas que atiendan las numerosas urgencias actuales a la vez que diseñen una hoja de ruta de progreso, sostenibilidad y justicia social.

Estas cuentas públicas nacen del diálogo y del consenso político y ofrecen lo que la sociedad demanda a la política: que contribuyamos a solucionar los problemas en vez de convertirnos en uno más.

Y sobre todo, representan un motivo de esperanza. Porque si actuamos juntos, si trabajamos unidos, seremos capaces de afrontar los retos que tenemos por delante y ganar la España que queremos.

María Jesús Montero es ministra de Hacienda y portavoz del Gobierno.

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