El Comité Federal del PSOE resolvió el sábado fijar una fecha -los días 17 y 18 de junio- para la realización de su 39º Congreso. Aun cuando formalmente no está convocado, el hecho de contar con una cita y la voluntad de poner fin a un periodo de excepcionalidad ha motivado en la práctica la apertura del proceso congresual, gráficamente ejemplificado, tan solo un día después de dicho Comité, mediante la comparecencia pública de Patxi López en la que mostró su voluntad de aspirar a la secretaría general.
Llegados a este punto, cabe celebrar con total normalidad esta disposición a asumir un importante desafío como parte de la naturaleza del proceso democrático que rige el funcionamiento del PSOE. Las primarias se convocan para promover la concurrencia de opciones y no para simular una ceremonia de legitimación. De modo que un auténtico proceso electivo exige concurrencia, competencia, garantías procesales e incertidumbre en el resultado.
Si el PSOE vuelve a demostrar su capacidad democrática, que lo sitúa en este aspecto en la vanguardia de la calidad democrática de las organizaciones políticas españolas, conseguirá incrementar su credibilidad política. De ahí que este proceso congresual, además de superar la situación crítica actual que afecta al liderazgo y a las ideas, debe constituir en sí mismo un importante revulsivo para nuestra organización.
Una de las razones por las que siempre he defendido el sistema de primarias no ha sido tanto por el derecho a elegir sino por la posibilidad de ser elegido. Esta posibilidad es de una gran fortaleza democrática e igualitaria, la que permite formar parte de la representación política sin intermediarios, padrinos, contubernios o bendiciones mediante el simple logro de la confianza de la base electoral.
De acuerdo a estas consideraciones no puedo compartir la postura de quienes pretenden limitar el número de candidatos y más aún cuando con tal propósito tratan de concentrar fuerzas para hacer frente a un hipotético rival. Y es que la elección debe tratar de ser siempre positiva y no en negativo.
Si no comparto el propósito de limitar el número de candidatos -con la salvedad de que cumplan con los requisitos establecidos para adquirir dicha condición-, más aún estoy en contra de que se niegue a nadie el derecho a someterse a la confianza de la base electoral, a impedir esa posibilidad democrática que brinda el proceso y a ejercer, en definitiva, el “derecho a ser escuchado”.
No pueden admitirse opiniones contrarias a la posibilidad de aspirar a ser candidato previo al sufragio, siempre que se reúnan los requisitos, como parte de la normalidad. Es a través del voto como queda definida la oportunidad e idoneidad del candidato o candidata, y nadie puede anticiparse sustituyendo ese veredicto. Hay que tener confianza en la base electoral, máxime cuando se pretende conquistar la confianza de ésta.
Me parece, pues, improcedente que a la pregunta de si “a usted le parece bien que fulanito se presente” la respuesta sea que no, que “debería dejar paso a otros”, que “su tiempo ya pasó”, que “sería una mala opción”, que “debe renunciar a presentarse” o cualquier otra respuesta negacionista de este derecho. Bastaría con decir, si se quiere, “tiene todo el derecho a presentarse aunque yo no le votaré”, pero nunca privar a nadie de un derecho fundamental, necesario además para poder acreditar la calidad democrática del proceso. No se puede forzar la exclusión de ningún aspirante que, insisto, reúna los requisitos exigibles.
Por otra parte, dada la general coincidencia en el seno del PSOE de la necesidad de abrir un debate en torno a propuestas políticas que armen el proyecto socialista, cabe esperar que las candidaturas se esmeren algo más en esta ocasión en la formulación de dichas propuestas. Ello contribuirá a enriquecer el proceso electivo más allá de la afección nominalista, y en ese sentido adquiere mayor relevancia el derecho a ser escuchado.
He vivido varios procesos de primarias y en todos ellos he reclamado respeto para los candidatos y las candidatas. Poner en valor nuestras apuestas no obliga a desmerecer las que sentimos ajenas. A cada candidatura cabe exigirle un esfuerzo por manifestar sus mejores cualidades, fortalezas, propuestas y ventajas, y no por proclamar las mayores debilidades y defectos del competidor o competidora. Eso se llama hacer una elección en positivo de cuyo resultado, sea el que sea, podamos al cabo sentirnos todos orgullosos y protagonistas de su éxito. ¿Qué sentido tendría debilitar a un o a una aspirante que pudiera acabar siendo nuestro cartel electoral frente al auténtico adversario político?
La cultura democrática se adquiere y se consolida sobre la base del ejercicio, y la práctica democrática es una fortaleza, nunca una amenaza. Las organizaciones que resuelven los conflictos por la vía democrática son también más eficaces que aquellas que enquistan tales conflictos.
El PSOE tiene una gran oportunidad ante la celebración de su próximo congreso. Aprovechémosla aportando lo mejor de nosotros y nosotras.
José Luis Ábalos es portavoz adjunto del grupo parlamentario socialista en el Congreso.