Primero, primarias

Barack Obama anunció su candidatura a la Presidencia de EEUU en febrero de 2007. Ganó las elecciones presidenciales celebradas 21 meses más tarde, en noviembre de 2008. Entretanto, ganó el proceso de primarias del Partido Demócrata que se celebró a partir de enero de 2008 y fue nombrado su candidato oficial en agosto de ese mismo año. Lo llamativo de este calendario es que Obama pasó mucho más tiempo preparando y haciendo su campaña electoral dentro del Partido Demócrata que contra el partido opuesto, el republicano.

Trasladado tal cual a España, este modelo supondría que los candidatos a las elecciones autonómicas y municipales de 2015 (o, por lo menos, aquellos que actualmente no ocupan el cargo) habrían anunciado su intención de presentarse ¡en el verano de 2013! Ni se me pasa por la cabeza recomendar este calendario para España. Pero creo que el ejemplo de Obama es relevante porque evidencia la importancia que la democracia más antigua del mundo otorga al proceso para elegir al candidato electoral. Y es que las elecciones no son sólo una competición para elegir entre candidatos de distintos partidos; son también la ocasión para estimular debates internos y promover renovaciones dentro de éstos. Sin duda que unas primarias son largas y caras, pero también lo son las elecciones generales (las españolas en 2011 costaron unos 124 millones de euros) y nadie en su sano juicio usa este argumento para oponerse a su celebración.

El PSOE aprobó en enero pasado un calendario y un reglamento para celebrar en 2014 primarias abiertas en las que podrán votar ciudadanos que no estén afiliados al partido. El reglamento es excesivamente largo e intervencionista (27 páginas, 51 artículos y 6 disposiciones lo atestiguan), pero esto es coherente con su ideología. Tras esta iniciativa, prácticamente todos los partidos relevantes en España tienen previsto que la elección de sus candidatos y cúpulas se diriman convocando a sus afiliados a las urnas. Todos, salvo el PP.

Al no tener ninguna responsabilidad en el PP nacional, me voy a limitar a hacer recomendaciones al PP de Madrid del que soy miembro del Comité Ejecutivo. Esta es mi propuesta: el PP de Madrid debería celebrar primarias para elegir a su candidato a la Presidencia de la Comunidad de Madrid y a alcalde en los municipios en los que tenga más de 200 afiliados. La votación de sus afiliados debería celebrarse a finales de 2014, pero anunciarse a mediados de año. Así se aseguraría un tiempo amplio para la presentación de candidaturas y la celebración de verdaderas campañas electorales. Esta iniciativa sin duda generará críticas y resistencias. Se dirá, por ejemplo, que los estatutos del PP no la amparan. A esto respondería dos cosas: primero, dado que ni el PP ni el PP de Madrid cuelgan sus estatutos en sus respectivas páginas web, es difícil saber exactamente qué dicen (esgrimir unos estatutos ocultos para impedir una iniciativa es más que paradójico); y, en cualquier caso, éstos no prohiben expresamente las votaciones de los afiliados. En función del principio según el cual debe estar permitido todo aquello que no esté prohibido, este argumento es insuficiente para impedir las primarias.

La elección de las candidaturas electorales en el PP ha sido hasta ahora una especie de caja negra. Es responsabilidad formal de los comités electorales regionales y nacional, pero el criterio utilizado para elegir a unos y no a otros nunca se ha hecho explícito; prueba de ello es el uso y abuso que se hace de la expresión «el mejor» para ensalzar al designado sin que nunca se especifique en qué es el mejor. La mejor forma de socavar una meritocracia es tergiversando el sentido de «mejor».

Unas primarias darían objetividad al proceso de designación de candidatos. El Comité Electoral se ocuparía de organizarlas y supervisarlas (asegurando, por ejemplo, que todos los candidatos tengan acceso a los censos de afiliados) y haría su propuesta final en función de los resultados de las votaciones. El proceso también daría mayor transparencia a la elaboración de las listas electorales dado que éstas se podrían hacer en función de los equipos con los que los candidatos se presentan a las primarias.

Otro posible reproche a las primarias es que dividirían al PP. Es más que dudoso que la alternativa lo fortalezca. Los consensos impuestos por dedos divinos implican que las luchas se libran de puertas para dentro, pero en absoluto las evitan; que las peleas no sean públicas no quiere decir que no existan. Es mucho más sano y transparente que todo el mundo conozca los argumentos, fortalezas y debilidades de los aspirantes antes de su nominación. La rivalidad se ejercería así más en función de argumentos que de intrigas. Por imaginar un paralelismo, ¿alguien se imagina que los partidos de la Liga de fútbol se hiciesen en privado y luego fuese un dedo divino el que anunciase quién había ganado? ¿Qué tipo de criterios se usarían para designar al ganador?

Además, el PP ya tiene precedentes de celebración de primarias. Por ejemplo, el PP de Baleares en 2010. Entonces, 9.300 afiliados votaron en 76 urnas para decidir si José Ramón Bauzá o Carlos Delgado debía presidirles y ser el candidato al Gobierno balear. Ganó Bauzá con un 70% de los votos y, una vez elegido presidente balear, nombró a Delgado consejero de Turismo. Esto, lejos de debilitar al PP balear, lo fortaleció tras años de inestabilidad interna.

En resumen, si el PP (de Madrid) aplica el lema Primero primarias de cara a las elecciones autonómicas y municipales de 2015, mejorará tanto su democracia interna como sus opciones electorales puesto que sus candidatos se verán obligados a conectar más y mejor con las aspiraciones de los votantes; su designación dependerá de los votos de muchos y no del dedo de pocos.

Percival Manglano fue consejero de Economía y Hacienda de la Comunidad de Madrid. Es autor de Pisando Charcos (La Esfera de los Libros).

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