La inteligencia artificial ha existido desde los años cincuenta. Sin embargo, con la llegada del siglo XXI se han producido varios avances tecnológicos que han dotado a la inteligencia artificial de una capacidad y potencialidad sin precedentes. Los nuevos sistemas de inteligencia artificial razonan sobre los datos, hacen hipótesis y las enjuician. Pero lo más importante, no se programan, sino que aprenden de la experiencia, de la interacción con las personas y de los resultados de sus juicios. Es decir, emulan la cognición humana.
Nos encontramos, por tanto, con una tecnología «cognitiva», totalmente diferente a los sistemas programables que ha producido la industria de tecnologías de la información hasta ahora, de igual manera que estos sistemas sucedieron a las tabuladoras de hace más de un siglo.
Veremos (estamos viendo ya) sistemas cognitivos para cada sector o industria –para oncólogos, abogados, auditores, servicio al cliente, etcétera– colaborando con las personas, ampliando sus destrezas profesionales y fortaleciendo el conocimiento especializado en sus respectivas organizaciones, pero también transformando profundamente su forma de trabajar. Este es el caso de lo que está ocurriendo con Watson.
Como ha pasado ya con otros grandes avances tecnológicos, el impacto de esta emergente tecnología provocará cambios profundos y tendrá diferentes implicaciones. Ha llegado el momento de abordar cómo afrontar esas implicaciones.
Como sociedad, estamos lejos de tener todas las respuestas, y es mucho lo que tendremos que ir definiendo y resolviendo a medida que la inteligencia artificial se desarrolle. Por eso mismo, es bueno y oportuno que justo ahora, cuanto nos encontramos en los albores de una nueva era tecnológica, tengamos un marco de referencias claro, al menos para todos cuantos estamos contribuyendo activamente a este nuevo tiempo. Es necesario que nos guiemos por una serie de principios y compromisos, que marquen el rumbo de lo que vamos a hacer y cómo vamos a actuar para que la era cognitiva alcance todo su potencial y lo haga siempre al servicio de las personas y del progreso social.
Desde nuestro punto de vista, el primero de estos principios ha de establecer que el propósito de la inteligencia artificial sea aumentar la inteligencia humana y ayudarnos a extender nuestra capacidad, conocimiento y potencial, siempre bajo el control humano.
El segundo principio es el de transparencia en cuanto a su propósito, el origen de sus datos y el derecho a que estén protegidos, así como los métodos que se utilizan en el entrenamiento de los sistemas cognitivos –necesario para su aprendizaje–. Esta transparencia es imprescindible para que las personas puedan tener los máximos niveles de confianza en sus recomendaciones, juicios y usos.
Finalmente, el tercer principio debe establecer que para materializar los beneficios de esta nueva era no sólo hay que trabajar en el desarrollo de la tecnología, sino también en el desarrollo del talento, las capacidades y el conocimiento humanos que se requerirán para trabajar con estos sistemas cognitivos y para las nuevas labores que surgirán en una economía cognitiva. Estos tres principios están rigiendo el desarrollo de la inteligencia artificial en IBM, a la que denominamos inteligencia «aumentada».
La tecnología, cuando está en la base de cambios con profundas implicaciones económicas y sociales, como va a ocurrir ahora, es bastante más que un mero instrumento. Es una idea y una concepción del futuro posible, de las oportunidades que podemos alcanzar y de los desafíos que deberemos resolver. En ese sentido, la tecnología pide compromisos.
La inteligencia artificial nos acerca a un futuro en el que la capacidad del ser humano para innovar, crear y descubrir nuevas respuestas a cada problema y a cada reto puede aumentar de manera formidable, dándonos la posibilidad real de construir un mundo sustancialmente mejor. Para que eso ocurra, es fundamental crear el necesario marco de confianza, transparencia y claridad. Confiamos, además, en que sirva para estimular un diálogo abierto sobre las respuestas a preguntas fundamentales para el logro del mejor futuro posible en la era cognitiva.
Marta Martínez, presidente de IBM ESpaña, Portugal, Grecia e Israel.