Proceso de paz en paz

Por Xavier Bru de Sala (LA VANGUARDIA, 25/03/06):

Con pies de plomo hay que andar. Por precaución elemental, pero también por la lentitud de los pasos que dar. Es positivo que el plomo haya descendido de las cartucheras a los pies. Pero también lo es que se dé tiempo al tiempo. La razón es muy simple. Mientras dure el proceso, no habrá atentados. Hay que velar en primer lugar para que no se interrumpa, claro, pero con la conciencia de que cada día que pasa aleja un poco más las posibilidades de una vuelta al terror. Inevitablemente, surgirán dificultades, momentos de tensión, amenazas por parte de ETA, límites a las concesiones por parte del Estado democrático, frustración de expectativas. Cuanto más tarden en llegar, mejor.

Por lo pronto, y con la lentitud del calendario como método, es bastante posible, por no decir casi seguro, que la presente legislatura será la primera de la democracia sin muertos. Eso, en sí, reviste ya una enorme importancia. Y se habrá producido sin contrapartidas, sin nada más a cambio que la posible - también casi segura- vuelta de la izquierda abertzale a la normalidad democrática. Luego vendrá otra, que será crucial, la más difícil, pero si tampoco hay atentados podremos dar el proceso por vencedor mucho antes de que haya concluido.

El tiempo jugará también a favor de dos de los colectivos más distanciados, las víctimas y los presos. Las asociaciones de víctimas seguirán activas mientras sean útiles al PP, pero puede que el PP cambie de estrategia en la próxima legislatura. Aunque así no fuera, el alivio ante la ausencia de atentados se irá imponiendo sobre el dolor, ante el cual nadie debería dejar de ser emocionalmente solidario. En cuanto a los presos, unos irán saliendo al cumplir sus condenas, otros serán trasladados a prisiones más próximas. Con pequeños cambios de actitud y doctrina en la cúpula judicial, pueden volver a reducirse los cumplimientos efectivos que ahora acaban de alargarse. En cualquier caso, el goteo de excarcelaciones, unido a la disminución de nuevas condenas, irá aliviando la situación.

Otra cosa es la tensión política. Lejos de esperar que disminuya, lo previsible es su incremento, pero trasladada al marco democrático. Es bueno que así sea. Es probable y deseable que la izquierda abertzale consiga un cierto premio electoral, incluso notable, lo que significaría un espaldarazo de primer orden a la consolidación de la paz, al confirmar las vías democráticas como las adecuadas para avanzar hacia los objetivos de los independentistas.

De ahí pasamos al derecho de autodeterminación, cuyo reconocimiento ETA reclama, por primera vez sin nombrarlo. No tengo la menor duda de que este reconocimiento no va a producirse. Pero también es lícito considerar que este derecho existe de modo implícito, que va asociado a elecciones libres, en caso de mayorías suficientes. Con toda probabilidad, los dirigentes de ETA y su entorno habrán caído en la cuenta de que por el camino de la violencia terrorista sus objetivos se diluyen en vez de aproximarse, por lo que habrán decidido probar la otra vía, la democrática. Lo importante entonces no es que lo consigan (recordemos de todos modos que es objetivo común a casi todo el nacionalismo vasco), sino que los resultados electorales les confirmen en este camino, que lo vean más posible. De todos modos, conviene tener en cuenta que conceder este derecho por parte de un Estado equivale a impulsar la secesión, y al contrario, negarlo es una manera de frenarla (pero no de impedirla, si tal es la voluntad mayoritaria).

Como habrán observado, en ningún momento he supuesto o defendido que vaya a haber contrapartidas políticas al abandono de las armas. De ahí que uno de mis propósitos sea reforzar las prevenciones ante las comparaciones con el proceso irlandés. En este tipo de enfrentamientos, las victorias y las derrotas no suelen ser nítidas, pero creo que una lectura objetiva da al IRA como más bien vencedor - el Reino Unido reconoció el derecho a la autodeterminación, los unionistas se sienten abandonados por Londres-, mientras que ETA está verdaderamente contra las cuerdas. Contra las cuerdas policiales, contra las judiciales, contra las morales y contra las cuerdas políticas. No es que se fuera a acabar de inmediato sin la tregua, pero sí aumentarían las dificultades y el aislamiento. Por eso han dado el salto, esperemos que sin vuelta atrás.

Por todo ello, creo poco fundados los temores del PP. El Estado, sus sucesivos gobiernos, no tienen necesidad de contraprestaciones políticas, y menos de gran calado. ¿A santo de qué iba entonces Zapatero a promover cambios de orden constitucional, si basta con suavizar algunas de las rigideces interpretativas?

La clave de la paz no está, pues, en las concesiones, que serán pocas, sino en las dificultades de ETA. En el convencimiento de que cuanto más tarde en llegar la paz, peor será para la izquierda abertzale y para sus objetivos. Por eso se puede ser moderadamente optimista. Sin dejar de ir con pies de plomo. Con esa gente...