Profesorado de primera

Estamos acostumbrados a que, cuando aparece una nueva ley, lo que nos llega es la disputa que genera y poco sobre su contenido. Supimos sobre la reforma universitaria de Bolonia por los anti-Bolonia y su ocupación de la Universitat de Barcelona, cuando cualquier persona que haya estudiado en universidades estadounidenses o británicas –donde todavía se sitúan las mejores universidades del mundo– y es consciente del abismo que hay respecto de las españolas, sabe que son urgentes unas reformas estructurales en el mundo académico español.

Este año hemos tenido noticias de la LEC por las huelgas organizadas por los sindicatos, por las caras largas de sus líderes, así como por algunos periodistas que parecía que tuvieran ganas hace tiempo de reñir a los maestros. La guinda solía ponerla un conseller d’Educació contrariado que, con ecos hispánicos de ordeno y mando, repetía que no daria marcha atrás. Más allá del enfado, la información nos llega en cuentagotas y de forma poco clara. ¿Qué significan estos más de 200 artículos de ley? Las webs del Govern, un instrumento de lujo con posibilidades infinitas para explicar ilustrativa y amenamente todos los pros y contras de las propuestas y reformas políticas por más complejas que sean, en nuestro país siguen siendo muy rústicas cuando, sin embargo, no faltan modelos de inspiración.

La BBC, o cualquier órgano gubernamental británico, cuenta con infinitas webs y sus correspondientes glosarios para explicar todo tipo de conceptos relacionados con las políticas del Gobierno. ¿Alguien que no sea abogado entiende el oscuro léxico del derecho español? Mientras la Conselleria d’Educació exige usar ordenadores en las aulas, intentar entender la LEC en la web de la Generalitat es misión casi imposible.
La realidad es que estamos muy abajo en los rankings internacionales y nuestro futuro está estrechamente ligado a obtener un sistema educativo de prestigio. Más que por falta de financiación, creo que los problemas de fondo de la educación son debidos a un problema bastante más complejo de resolver: la falta de motivación entre el profesorado.
El personal es la base de cualquier empresa y nosotros no estamos seleccionando los mejores profesionales del sistema educativo. Nunca sacaremos buena nota en ningún ranking internacional si no dejamos que entre gente formada en buenas universidades extranjeras y personas con ganas de renovar ideas del pasado. En nuestro país, las selecciones de personal en el ámbito educativo son discriminatorias hasta el punto de que serían ilegales en cualquier otro lugar de la UE. Aquí las oposiciones se utilizan para regularizar la situación de los interinos, para quienes la experiencia cuenta cuatro veces más que para los que no lo son. Además, el tipo de prueba no cumple una ética mínima: los exámenes orales no se graban y los candidatos no tienen ningún derecho básico a reclamar por sus pruebas. Inicialmente, las oposiciones fueron concebidas para hacer una selección de personal justa, pero actualmente excluyen a quien más necesitamos, lo que pagaremos muy caro. Esta situación discriminatoria llega, incluso, al mundo universitario. Cualquier universidad catalana contratará antes a una persona formada en la propia universidad que a una doctorada en Harvard. Si no contratamos los mejores profesores, jamás aumentará la calidad de nuestra educación.
Ahora, cuando se están destapando casos bochornosos de corrupción, deberíamos seguir tirando de la manta en el mundo laboral. Ha llegado el momento de denunciar las oposiciones, unos exámenes en ningún caso basados en el mérito. Al preguntar a los altos funcionarios de la Conselleria d’Educació por esta situación endogámica, culpan a los sindicatos, que parecen interesados solo en defender a los interinos y no al resto de trabajadores, y así todo el mundo va echando la culpa al otro.

La LEC dice que la Generalitat creará un cuerpo de docentes catalanes, pero ¿qué garantía tenemos de que será mejor que los demás? No podemos seguir cerrados al mundo y reproduciendo esquemas del pasado que nada tienen que ver con los tiempos de hoy. Necesitamos profesorado de primera, gente formada en el exterior, buenas universidades internacionales y de prestigio con una mentalidad abierta y de futuro, que acaben con el perverso ciclo vicioso y rompan inercias del pasado. Otros países como Singapur o Corea del Sur lo han logrado y tienen las mejores universidades del mundo, muy por delante de las nuestras, cuando venían de situaciones más precarias. Si no acabamos con el cáncer de la endogamia para acceder al trabajo en la escuela y la universidad y no dar prioridad a los méritos, repitiendo errores del pasado, no produciremos buenos políticos ni buenos empresarios ni buenos científicos y seguiremos sin premios Nobel. Holanda tiene 17 solo de Ciencia, y nosotros, ninguno. Irlanda, con una población de poco más de 4 millones, tiene dos universidades entre las 100 mejores del mundo. España, ninguna. Una gran reforma es imprescindible para lograr que en el extranjero nos empiecen a tomar en serio.

Irene Boada, filóloga y periodista.