Prohíban las municiones de racimo

La comunidad internacional debe solucionar el problema de las municiones de racimo y crear un nuevo instrumento legal para poner fin al desastre humanitario que provocan.

El uso de municiones de racimo ocasiona un grave e innecesario sufrimiento a civiles de las zonas de guerra, durante y después del conflicto. A menos que se adopten pronto medidas eficaces, afrontaremos cada vez más desastres globales provocados por el hombre, similares a la crisis de las minas antipersona de hace una década. Sólo una respuesta humanitaria colectiva, incluida una nueva normativa para esas municiones, puede abordar el problema de una manera significativa.

- Conferencia en Oslo. El 22 y 23 de febrero, más de 40 Estados, cuerpos y organismos de la ONU, el Comité Internacional de Cruz Roja y la Coalición de Municiones de Racimo se reunirán en Oslo para debatir medidas realistas y efectivas para impedir que esta crisis humanitaria continúe y se propague. El objetivo de la conferencia es consensuar un plan de acción para desarrollar y aplicar un nuevo instrumento del derecho humanitario internacional que pueda resolver todos los aspectos inaceptables de las municiones de racimo.

- Violaciones del derecho internacional. El uso de municiones de racimo a menudo da lugar a violaciones de disposiciones fundamentales de las convenciones de Ginebra. El grueso de las reservas actuales son armas que afectan a muchas áreas de forma indiscriminada, con una alta probabilidad de provocar lesiones superfluas o un sufrimiento innecesario, sobre todo entre los civiles. Es más, ese sufrimiento parece en cualquier caso desproporcionado en comparación con cualquier ventaja militar obtenida. La frecuencia de las consiguientes violaciones del derecho internacional es inquietante. Nos parece inaceptable.

Las municiones de racimo consisten en recipientes desde los que posteriormente se esparcen submuniciones explosivas. En un principio se desarrollaron para disgregar concentraciones de vehículos blindados e infantería. Sin embargo, en la práctica vemos cómo se utilizan municiones de racimo en las cercanías de poblaciones civiles, lo cual produce unos efectos altamente indiscriminados. Estas armas se han utilizado al menos en 23 países hasta el momento, pero lo que resulta más alarmante es que hay miles de millones almacenadas en más de 70 países.

Las municiones de racimo dejan atrás gran cantidad de submuniciones no detonadas, que asesinan y mutilan a civiles mucho después del cese de las hostilidades. La experiencia del sureste de Asia es una prueba de que este problema se prolonga durante décadas. Conflictos recientes en Europa, Asia y Oriente Próximo han demostrado claramente que las actuales normativas internacionales sobre la guerra son ineficaces a la hora de prevenir consecuencias humanitarias inaceptables.

Durante mucho tiempo, la comunidad internacional ha dedicado esfuerzos infructuosos a concertar normativas eficaces relativas a las armas de racimo. El juicio sobre su uso se ha dejado como parte de las normas generales de la guerra. No es suficiente.

- Se necesita un nuevo instrumento legal. Las medidas nacionales son pasos importantes en la senda hacia un consenso internacional. No obstante, también hay una clara necesidad de un nuevo instrumento legal en el derecho humanitario internacional que regule adecuadamente y prohíba el uso de ciertos tipos de municiones de racimo. La comunidad internacional debe actuar ahora para impedir el uso de estas armas, prevenir la proliferación y facilitar ayuda a las víctimas.

Necesitamos un instrumento que prevenga los futuros desastres humanitarios que ocasionaría la proliferación. Mediante una asociación con los países afectados, y con países que podrían verse afectados en el futuro, intentaremos impedir que las municiones almacenadas deban ser retiradas algún día de los campos de batalla. Esto salvaría vidas y extremidades y ahorraría millones de euros gastados en ayuda a las víctimas y en limpiar de municiones las zonas en conflicto.

Necesitamos un instrumento que proteja a los civiles, durante y después de los combates. Esto es particularmente urgente cuando observamos cómo los restos explosivos de la guerra impiden que los refugiados regresen a sus hogares tras el conflicto.

- Los niños son las víctimas. Los niños son particularmente vulnerables y representan un grupo desproporcionadamente numeroso de las víctimas. Hay muchas formas en que los niños se convierten en víctimas de las municiones de racimo. Los niños no son conscientes de la amenaza y resultan heridos mientras juegan o cuando van a la escuela; son vulnerables si sus padres son asesinados o quedan discapacitados de por vida por municiones no detonadas. El estrés psicosocial para las víctimas infantiles de las minas antipersona está bien documentado. Debería desarrollarse un instrumento internacional legalmente vinculante dentro de un marco multilateral efectivo y transparente, y el proceso debería incluir a todos los interesados: los Estados, la sociedad civil y Naciones Unidas. Durante los últimos meses ha aumentado el número de individuos, parlamentarios, organizaciones humanitarias, el movimiento de Cruz Roja y los Gobiernos que han hecho un llamamiento a la acción concreta. Se está forjando una nueva alianza global.

- Medidas concretas. A lo largo de las últimas décadas hemos visto cómo aparecían una nueva serie de normas humanitarias para librar una guerra. Estas normas yuxtaponen cuestiones humanitarias más generales y a largo plazo con la utilidad militar limitada y a corto plazo en el campo de batalla.

Estas normas se han visto reforzadas por la prohibición de las minas antipersona, la instauración de la Corte Penal Internacional, y los esfuerzos por impedir el uso de niños soldado e incrementar la protección de los civiles en los conflictos. El impedir la utilización de las municiones de racimo no sólo es una extensión lógica, sino también necesaria, de estos esfuerzos. Las municiones de racimo que puedan causar un sufrimiento humanitario inaceptable deben ser prohibidas.

Jonas Gahr Støre, ministro de Asuntos Exteriores de Noruega.