Prosa por la lengua española

Publicaba ABC hace unas semanas una Tercera del filólogo y escritor Martín-Miguel Rubio Esteban con el título ‘Romance por la lengua española’, en la que denunciaba la ‘babelización de España’ y la progresiva exclusión del uso del castellano en muchos centros escolares de ciertas comunidades autónomas. Como también informaba recientemente ABC, algunos padres se han visto obligados a recurrir a los tribunales solicitando el bilingüismo para la educación de sus hijos y el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña ha tenido que dictar medidas cautelares referidas a las cuestiones planteadas en dos colegios de Barcelona y uno de Gerona. Gracias al pronunciamiento del citado tribunal la Consejería de Educación se verá obligada a aplicar el bilingüismo escolar en los centros afectados a partir del próximo curso en las aulas de los alumnos cuyas familias interpusieron los correspondientes recursos.

El problema radica en que la progresiva exclusión del castellano ya no se limita a las autoproclamadas comunidades históricas que se plantean como objetivo en su política educativa relegar de la enseñanza un idioma tan universal como es el castellano. Resulta paradójico que se esté produciendo este fenómeno cuando el castellano va alcanzando cada día más divulgación en el resto del mundo. Pero no solo resulta paradójico sino que resulta lamentable que, en vez de propugnar un bilingüismo enriquecedor en la formación de las nuevas generaciones, esas comunidades se planteen relegar un idioma que les será muy útil no solo profesionalmente sino también culturalmente en su vida futura.

Decíamos que el problema de la progresiva exclusión del castellano no solo se da en las autoproclamadas comunidades históricas sino que también se está produciendo en otras regiones en las que el nacionalismo tiene muy poca presencia como ocurre en muchas zonas turísticas. En algunas resulta indignante ver que muchos de los establecimientos hosteleros tienen sus nombres, carta de servicios y menús únicamente en inglés con exclusión del castellano. Presencié hace unos días la queja de una señora a la responsable de un cubículo de masajes playero que tenía la lista de servicios solo en inglés. La señora le preguntaba por qué no tenían la lista de servicios en castellano e inglés a lo que la encargada del cubículo le respondió que gran parte de sus clientes eran extranjeros como si los clientes españoles no merecieran recibir la información en su propio idioma. El chiringuito de al lado, propiedad de personas de la localidad, excluía totalmente el castellano en los distintos carteles del establecimiento, todo solamente en inglés como las expresiones ‘welcome’ y ‘beach’ repetidas en varios sitios en vez de indicarlos, en primer lugar, en castellano, ‘bienvenido’ y ‘playa’, seguidos de su traducción al inglés. En un restaurante solo tenían el menú en inglés por lo que un grupo de amigos decidimos levantarnos e irnos a otro en el que también lo tuvieran en castellano. En otro restaurante tanto la jefe de sala como las camareras solo hablaban inglés. En una peluquería solo había empleadas hablando inglés.

Resulta paradójico que, por una parte, el Instituto Cervantes, dependiente del Ministerio de Asuntos Exteriores, tenga una misión tan importante como es la difusión del español en otros países pero que, por otra parte, no exista un organismo similar que vele por evitar la progresiva exclusión del castellano en establecimientos del propio país proponiendo medidas como que los ayuntamientos incluyeran entre las condiciones para obtener las correspondientes licencias de apertura y actividad que toda la rotulación, menús y cualquier otra información se indique en castellano en primer lugar, sin perjuicio de incluir su traducción en otros idiomas. Indudablemente siendo el turismo la fuente principal de ingresos de esas zonas hay que dar el mejor servicio a los turistas ofreciéndoles las mayores facilidades para un disfrute de sus vacaciones en España pero sin relegar nuestro idioma que bastante relegado se encuentra ya en las comunidades autónomas de dominio nacionalista. Medida similar deberían aplicar las autoridades laborales condicionando la concesión de un permiso de trabajo al dominio de nuestro idioma para desarrollar un trabajo en nuestro país.

Es indudable que el inglés se ha convertido en un idioma casi universal y en el mundo empresarial invade la terminología de las operaciones financieras y en el mundo tecnológico y científico ocurre lo mismo. Afortunadamente las nuevas generaciones de españoles tienen un mayor dominio de dicho idioma pero ello no debe significar que releguemos el nuestro. Actualmente el mundo académico y el profesional exigen un dominio razonable del inglés. Durante mis muchos años de docencia en la Universidad Complutense tuvimos que incorporar muchas expresiones inglesas por elementales razones de internacionalización económica y también porque, por economía del lenguaje, resultan más fáciles las denominaciones en inglés que en castellano. En el área de conocimiento de la economía y del derecho aparecieron, entre otras muchas, el ‘leasing’ o el ‘renting’ que, siendo más breves, son mucho más fáciles de utilizar que el ‘arrendamiento financiero’ o el ‘arrendamiento operativo’. Pero siempre aconsejé a mis alumnos que no relegasen nuestro idioma y utilizasen también los términos en castellano que, aunque más largos, en rigor son los que definen los negocios jurídicos que sustentan dichas operaciones.

En conclusión, la progresiva exclusión o el relegamiento de la lengua española en la vida cotidiana y en la actividad económica de territorios ajenos a los planteamientos nacionalistas o independentistas constituye una cuestión importante que debería recibir la atención adecuada de los poderes públicos. Trasciende de lo puramente anecdótico como, en ocasiones, lo tratan algunos responsables políticos cuando se les plantea, porque supone una lamentable renuncia a defender en nuestro propio país un activo tan importante como es el idioma. Como muy bien escribía Rubio Esteban en su ‘Romance por la lengua española’, «defendamos nuestra lengua que es el corazón de lo que fuimos y somos y contra hostiles seremos. Por lo que no defendimos, absurdo es hoy que lloremos».

Rafael Ortiz Calzadilla es catedrático de la Universidad Complutense de Madrid.

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