Proteger la maternidad

En el confuso panorama político que estamos viviendo me ha llamado positivamente la atención que el PP haya dado muestras de querer enfrentarse de una manera constructiva a un problema que no deja de ser grave, aunque permanezca prácticamente oculto a la opinión pública. Me refiero a las recientes declaraciones del presidente del PP, Pablo Casado, en el sentido de que piensan proponer una ley que se centre en la protección a las embarazadas para darles el mayor apoyo posible, de forma que puedan seguir adelante con la gestación, sin ningún tipo de presión. Todo lo que tiene que ver con la maternidad se ha venido abordando desde un punto de vista muy negativo, reduciéndolo a la legislación sobre el aborto, que es, en esencia, un modo muy traumático de acabar con la maternidad. En este escenario la maternidad aparece siempre como algo indeseable, como una especie de mal del que hay que huir ejerciendo un supuesto derecho.

No deja de ser cruelmente paradójico que, cuando nos enfrentamos a un futuro desolador desde el punto de vista del crecimiento normal de la población, cuando mueren más personas de las que nacen, se olvide la necesidad que las sociedades tienen de atender a su crecimiento natural. Es sorprendente que no se repare en que se han dedicado muy numerosos y diversos recursos a ayudar a las mujeres a evitar la maternidad, sin un minuto de reflexión para contemplar que lo natural y lo lógico es lo contrario: que en una sociedad en que tener hijos y criarlos puede resultar difícil, es necesario, por el bien de todos, favorecer la maternidad, evitar que mujeres que deseen tener descendencia tengan que renunciar a ella en un clima de soledad y abandono y, con frecuencia, de acoso para abortar.

No es necesario ser ninguna lumbrera para comprender que la gestación es una situación en la que las mujeres experimentamos con frecuencia unas dificultades extraordinarias, tanto desde el punto de vista físico, como psicológico, económico y laboral, se mire como se mire. Pues bien, la insensibilidad política hacia ese tipo de situaciones ha sido la norma. Es dramático que cuando se predica la solidaridad hacia todo tipo de situaciones se olvide de manera sistemática la difícil situación en que nos podemos ver las mujeres cuando quedamos embarazadas, y la obligación que la sociedad tiene de acudir en apoyo de aquellas que se encuentren en situación de vulnerabilidad, por mil razones de justicia.

Necesitamos crear un marco favorable a la maternidad, a que las parejas tengan los hijos que deseen, a que las madres podamos vivir la gestación con las mayores facilidades, a que los niños concebidos puedan asomarse a este mundo y tratar de ser felices en él. Un marco que facilite mirar las cosas por su lado más natural y conseguir que los recursos comunes se dediquen, en la medida razonable, a ayudar a las mujeres que deseamos ser madres, porque eso es un bien en sí mismo que la política tendría que proteger, y porque constituye, en este momento, una necesidad social de primer orden, dada la tendencia demográfica a una desastrosa disminución del número de nacimientos.

Mis felicitaciones a Pablo Casado, acompañadas de la esperanza en que ese excelente propósito no se quede en un nuevo globo sonda, sino que sirva para afrontar sin sofismas ni complejos un debate que se está abriendo paso en la sociedad, el de la necesidad de proteger y favorecer la maternidad, la urgencia en reconocer que las mujeres que decidimos ser madres contribuimos al bien común. Ojalá esta inteligente iniciativa se vea acompañada desde otras sensibilidades políticas, porque no es nada partidista lo que está en juego; se trata de dejar de excluir del mapa de la solidaridad a las mujeres que decidimos ser madres, porque necesitamos del apoyo del conjunto de la sociedad.

Amaya Azcona, Directora General de la Fundación Red Madre.

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