Provincianos perspicaces

Por Manuel Ángel Martín, profesor de Economía Financiera en la Universidad de Sevilla (ABC, 08/09/05):

El portavoz socialista en el Parlamento nacional, Alfredo Pérez Rubalcaba, ha calificado de «disparate» la pretensión de hacer una lectura política de la opa de Gas Natural sobre Endesa y de «provincianos» a quienes se atrevan a hacerla, y es que en este país aún quedan provincianos suspicaces. La gente ve que vascos y catalanes arrecian con sus demandas autonomistas o separatistas, esgrimen balanzas fiscales para justificar mejoras en su financiación, tachan a los menos ricos de subsidiados cuando no de perezosos, presionan y chantajean descaradamente al Estado, y paralelamente ven cómo los centros de decisión económica de los sectores estratégicos nacionales -y de los menos estratégicos- se desplazan hacia el norte y noreste y se ponen bajo la autoridad de otros provincianos de aquellas provincias. Entonces suman dos más dos y se malician que aquí hay gato político encerrado. Pero son estúpidos recelos de provincianos suspicaces. Se engañan. Simples e injustificados recelos. Nada significa que la sede de la Comisión de Telecomunicaciones y la de Auna se trasladaran a Barcelona, o que gran parte de los centros neurálgicos de Endesa estén ya en Cataluña. Es una ilusión óptica que el ministro Montilla sea catalán antes que ministro de España, y, más increíble aún, que Piqué sea de su tierra antes que de su partido nacional. Puro espejismo, ilusión de los sentidos es que los gobiernos autonómicos de Cataluña y el País Vasco hayan configurado sus propios sectores financiero, energético y de telecomunicaciones, precisamente en un momento en que algunos pretenden desengancharse un poco más. Se quieren ir, pero llevándose algún mueble. La jirafa tendrá sus patas y su estómago bien asentados en su corralito, pero podrá comer lejos si utiliza hábilmente su largo cuello. Y les dicen a los críticos: sois unos catetos que no entendéis que la globalización es buena o mala según interese, la deslocalización existe o no según convenga y el «efecto sede» es provinciano sólo si lo invocan otros. Ya es mala suerte que haya coincidido la operación empresarial con el desmadre estatutario y que parezca un oportuno engrase, lo que ha hecho entrar en resonancia lo político con lo económico. Eso puede haber confundido a los provincianos. Porque en todo, ¡cómo van a existir influencias de los aliados políticos, ni de los gobiernos autonómicos, ni de cajas de ahorros politizadas y dirigidas por los partidos políticos! Se trata -proclaman con descaro- de una pura estrategia empresarial encaminada a servir a los usuarios y a competir a nivel internacional. ¿Pensarán que los provincianos son más tontos que escépticos?

Endesa se ha puesto a tiro, pasaba por allí. De las varias fórmulas para concentrar el sector, ésta va a resultar la más oportuna y practicable. Una toma de control con desmembración incluida de una empresa sin arraigo regionalista ni pedigrí autonómico. Fundada en 1944 con ínfulas autárquicas, objetivos desarrollistas, exigencias sociales nacionalsindicalistas, luego privatizada por tandas a la vez que iba engullendo a otras del sector. Empresa de generación con posición privilegiada, «nos está comprando con nuestro dinero», decían las «opadas», las «absorbidas» entonces, las «privadas» desde siempre, y Endesa ya fue empresa de ciclo completo con distribución y clientes, antes «abonados». Trazó su ruta con los socialistas y Feliciano Fuster, y en julio de 1999, la matriz consuma la fusión por absorción de las participadas, con Rodolfo Martín Villa y los «populares». Endesa, reducida a sus siglas por no aparecer ya como «Empresa Nacional» de origen ponferradino, intentando un difícil equilibrio -se ve que fracasado- con los gobiernos regionales de sus zonas de influencia, practicando con los catalanes un intenso apaciguamiento trufado de concesiones que facilitará ahora la inmersión.

¿Para qué concentrar el sector? ¿Para qué ser más grande? Nadie puede apostar por significativas mejoras en las principales partidas de coste. Ni los combustibles, ni los financieros ni la masa salarial tienen por qué disminuir, salvo prejubilaciones en masa y traslado de costes a la Seguridad Social. El gas para los ciclos combinados no será más barato, ni la comercialización conjunta de los productos finales tiene por qué obtener alguna sinergia. En todo caso, la dimensión no es un factor de competitividad determinante. Y si hay menos protagonistas en el sector, es difícil confiar en que haya una mayor competencia que presione los costes a la baja. Eso sí, ser más grande es hacer más difícil el bocado de otros peces, tener más poder, más clientelismo, más influencia, más resistencia a la caída por el anclaje de un ingente cash flow y por el temor colectivo al derrumbe: «Too big to fall». Hermoso panorama para visionarios, gestores, ejecutivos y otros agentes del «establishment», pero nada sugerente para pacientes consumidores, accionistas y trabajadores. La historia nos lo enseña. Nos alecciona con los resultados de nuestros grandes «campeones» empresariales en países de alto riesgo, ¿dónde si no? Lo demás es retórica o propaganda.

Este asunto electrizante, antes y ahora, con unos y con otros, si es algo, es político, pero no de izquierdas o de derechas, de democracia o de autoritarismo, sino de esta España plural, de ese eje territorial que orienta toda la acción política y la distribución del poder. Para algunos sistemas eléctricos o gasísticos el camino de lo público a lo privado, de lo regional a lo nacional, con idas y venidas incluidas, no parece haber terminado, y cualquiera sabe dónde acabarán los negocios de la antigua Sevillana o de la aragonesa ERZ. Quizá en Iberdrola.

Mucho me temo que la suerte esté echada y que todo «esté hablado». Ahora sí se dan las condiciones objetivas en tiempo, forma y compensaciones, y Endesa es el cadáver perfecto. De aquí a abril hay mucho tiempo y dinero para la persuasión, para el aburrimiento y el olvido. Mejorarán el ridículo precio ofrecido en esta opa seminal, y de «hostil» se transformará en «amistosa» porque es la costumbre en un país como el nuestro, más propenso a la complicidad que a la denuncia. Nunca tuvimos muchas opas hostiles, y menos ahora, en la época del talante. Los afectados -individuos, gobiernos e instituciones- sólo desean poder exhibir algún «tanto» y salvar la cara, y para eso hay suficiente «know how» propagandístico y recursos en abundancia. Pero resulta imposible ocultar quiénes son los tripartitos ganadores. Todavía quedan, para descubrirlos, algunos suspicaces provincianos.