¿Puede África resistir el COVID-19?

A menos de cinco meses del primer caso documentado de coronavirus COVID-19, hay a nivel global más de 340.000 infecciones y alrededor de 15.000 muertes. Esta pandemia está devastando sociedades y economías de todo el planeta, pero África parece estar expuestas a daños particularmente graves y duraderos.

Es cierto que el continente no la está sufriendo al nivel que muchos esperaban, al menos no hasta el momento. Aunque la cantidad de países afectados en el continente ha ascendido a 43, el virus no parece estar diseminándose con la rapidez que lo ha hecho en otros lugares.

Algunos científicos piensan que esto podría deberse, en parte, a las condiciones climáticas. Un estudio mostró que el virus COVID-19 puede tener menor estabilidad a mayores temperaturas, y que la temperatura óptima para su transmisión probablemente ronde los 8,72ºC. En la mayoría de los países africanos las temperaturas raramente bajan de los 15ºC. Esto no significa que el virus COVID-19 no se pueda transmitir en climas más cálidos, sino solo que puede que en ellos sea más fácil de contener.

Pero subsisten algunos serios retos para la contención, comenzando por el hecho de que el COVID-19 tiene un tiempo de incubación más prolongado que el resfrío común (otro coronavirus) y que las personas asintomáticas son contagiosas. Aunque las personas con síntomas son las más contagiosas, y que este parece ser el mecanismo principal de propagación del virus, las personas asintomáticas representan un peligro significativo, ya que son menos proclives a limitar sus interacciones, lo que dificulta mucho más el seguimiento de la transmisión.

Luego viene el tema de la gravedad. Si bien los casos de COVID-19 tienen síntomas solo de suaves a moderados, su gravedad aumenta radicalmente en personas de la tercera edad y quienes padezcan enfermedades preexistentes, como trastornos cardiopulmonares y diabetes.

Como el continente más joven del planeta, con una mediana de edad de 18 (menos de la mitad de la mediana de Europa), África puede tener menos de qué preocuparse en términos de gravedad. No es ninguna coincidencia el que la tasa de mortalidad en Italia –con una edad media de 47,3- haya alcanzado el 9%, comparado con el promedio global de 3,4%.

Sin embargo, en términos de las condiciones de salud subyacentes, África está mucho peor parada. Aunque las enfermedades no comunicables como la diabetes tradicionalmente se han asociado con los países desarrollados, existen evidencias de que están proliferando en África. Más aún, África está asolada por otros dos males –el VIH (el virus que causa el SIDA) y la tuberculosis- que podrían poner en gran riesgo a quienes se infecten con el COVID-19.

En el África subsahariana habitan cerca del 70% de las personas que viven con VIH en el mundo, y un 25% de los nuevos casos de TBC globales –la principal causa de muerte entre las personas infectadas con VIH- ocurren en África. Puesto que el VIH y la TBC no son infecciones generalizadas en las regiones que hasta ahora han tenido la mayoría de los casos de COVID-19, disponemos de pocos datos sobre sus interacciones. Sin embargo, parece plausible pensar que las personas con VIH y/o TBC tienen un mayor riesgo de desarrollar formas más severas de COVID-19.

Puede que haya razones para la esperanza: algunos países están evaluando la efectividad de ciertos medicamentos antirretrovirales sobre el COVID-19. Si funcionan, podrían ser un enorme alivio para los africanos. Más del 60% de las personas positivas al VIH en las regiones sur y este del continente (las más afectadas por el VIH) ya se encuentran en tratamiento antirretroviral.

Pero los resultados alentadores no están para nada garantizados. E incluso si lo fueran, cerca del 40% de la población VIH positiva del sur y el este de África -20,6 millones de personas en total- seguiría siendo altamente vulnerable.

Un riesgo importante final para África en la pandemia del COVID-19 radica en la debilidad de sus sistemas de salud. Si el virus ha podido abrumar un sistema de salud moderno en un país desarrollado como Italia, no hay palabras para decir lo que podría ocurrir en un país africano con un sistema de salud que ya está debilitado y sufre de escasez de insumos.

Como ha dejado en evidencia la rápida propagación global del COVID-19, este no es solo un problema de África. Si el virus se asienta en el continente, podría volver a propagarse al resto del planeta, creando nuevos brotes en países en los que ya se había podido controlar. La única solución es que actores externos colaboren con los gobiernos africanos para dar respuestas a las debilidades más importantes, antes de que sea demasiado tarde.

Denis Chopera is a medical virologist and Program Executive Manager for the Sub-Saharan African Network for TB/HIV Research Excellence (SANTHE), based at the Africa Health Research Institute. He has been an Aspen New Voices Fellow (2018) and an African Century Fellow (2019-2020). Traducido del inglés por David Meléndez Tormen.

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