¿Puede Casado llegar a la Moncloa? Estas son las 9 opciones a su alcance

1. El cielo proveerá

Ese era el plan de Pablo Casado en 2020. Esperar, como hizo Mariano Rajoy a partir de 2008, a que el Gobierno cayera como fruta madura en sus manos.

La tesis más popular el año pasado en la sede de Génova era la de que la combinación de las muertes provocadas por la pandemia, la crisis, la flagrante incapacidad del Gobierno para gestionar el país y la ruptura entre PSOE y Podemos generada por la presión de la UE provocaría la caída del Ejecutivo y la llegada del PP al poder.

Hoy, en 2021, lo que se debate es más bien cuántas elecciones más ganará sin esfuerzo Pedro Sánchez. La duda actual es más bien si el sucesor de Casado tendrá alguna oportunidad, en algún momento del futuro, de derrotar al sucesor de Sánchez.

En la batalla entre realidad y propaganda, la segunda ha vencido por KO.

El problema de esta opción es que gobernar sobre las cenizas de un país arrasado por PSOE, Podemos, ERC y EH Bildu no sólo es una pésima elección moral, sino también un imposible fáctico. Porque Sánchez gobernará esas cenizas mientras él quiera.

2. Giro a la derecha

El PP está sufriendo, tres años después de que lo hiciera el PSOE, la amenaza de un partido más joven, más fresco y más esencialista. Un partido que carece de depredador natural a su derecha.

Luchar contra alguien que no tiene demasiado que perder y al que sólo puede hacer mella la tendencia al voto útil es complicado. Porque el PP ni siquiera es ya el voto útil. Incluso en el caso de que el PP ganara las elecciones, la imposibilidad de pactar con ERC o EH Bildu le daría la Moncloa al PSOE, que sí puede pactar con esos partidos.

Y por eso la opción obvia parece la de competir con Vox en su terreno virando al PP hacia la derecha a la búsqueda de una mayoría absoluta o casi absoluta.

Esta estrategia tiene sin embargo dos inconvenientes. El primero es que el voto recuperado por la derecha podría ser insuficiente para compensar el perdido por el centro. El segundo es que la política no son hechos, sino percepciones.

Esta es la paradoja. Vox es una copia de un PP idealizado. Pero el PP acabaría siendo, de seguir por este camino, una copia de un Vox idealizado que no es más que una copia de un PP que no ha existido jamás.

3. Absorción de Ciudadanos

Es la segunda de las opciones obvias. Recuperar al votante de centro que huyó a Ciudadanos después de que Mariano Rajoy echara del PP a sus votantes liberales.

Pero, sobre todo, recuperar a ese millón de votantes de Ciudadanos que se abstuvieron en las últimas generales.

Pero esta opción tiene dos problemas.

La primera es que nadie sabe concretar en qué consistiría esa opción. ¿Absorción? ¿Fusión de siglas? ¿Plataforma electoral (España Suma)? ¿Algún tipo de pacto electoral a la carta? ¿Un pacto de caballeros que permita a ambos partidos autonomía de alianzas?

El segundo peligro es el ejemplificado en las últimas elecciones autonómicas catalanas. Porque en ellas el votante de Ciudadanos no ha huido al PP, sino al PSOE y a Vox.

Es cierto que Ciudadanos y PP cubren terrenos demoscópicos diferentes (lo que podría apoyar la tesis de la alianza). Pero el fiasco de las catalanas invita a desconfiar de las teorías demasiado aseadas. Esas que podría defender un politólogo del CEU San Pablo.

4. Los fichajes de la portera

La inmensa mayoría de los políticos españoles no tienen valor por sí mismos, sino en función de las siglas que les acogen. El viejo político cacique, capaz de arrastrar el voto fuera del partido en el que creció originalmente, es ya una rara avis de la política, y está bien que así sea.

¿Quién ha votado al PP porque Lorena Roldán haya fichado por los populares?

Pero sí existen políticos que en las circunstancias correctas podrían arrastrar grandes bolsas de voto. El ejemplo arquetípico es Toni Cantó, quizá uno de los pocos que podría fichar por el PP y convertirse en un elemento diferencial. También Juan Marín, el líder de Ciudadanos en Andalucía, o Begoña Villacís, vicealcaldesa en Madrid.

Pocos más.

Existe un segundo tipo de fichaje. El del político que vuelve a su partido y que serviría como símbolo del "como en casa, en ningún lado". Ese sería el caso de José Ramón Bauzá. Claro que al PP no le interesa tanto recuperar a los pocos votantes populares que queden hoy en Ciudadanos como recuperar a los que se han ido a Vox.

Y fichar a Santiago Abascal, Iván Espinosa de los Monteros o Macarena Olona está hoy por hoy fuera del alcance de Pablo Casado.

5. Esperar al despertar de los españoles

Decía este martes Pablo Casado que José María Aznar llevó al partido al centro, que era donde estaban los votantes a mediados de los años 90, y que su trabajo hoy es el contrario: llevar a los votantes al centro, que es donde está el PP.

Vamos a dejar de lado la incoherencia del Casado de 2021 con el Casado de 2020, que defendía el cese de Cayetana Álvarez de Toledo con el argumento de que el partido debe seguir a los votantes, no los votantes al partido.

Lo relevante es que el PP no parece tener muy claro cómo despertar a los ciudadanos españoles de ese sueño opiáceo en que los ha sumido el PSOE. Y mientras el socialismo inyecta día a día nuevas dosis de morfina en el gotero de los españoles a través de sus medios afines, el PP pretende despertarlos cantándoles una nana desideologizada.

6. Cambio de líder

Es la opción que defienden los sectores más críticos del PP.

La tesis no carece de apoyo fáctico. Porque si el peligro existencial es Vox, ¿por qué Isabel Díaz Ayuso, Alberto Núnez Feijóo, Juan Manuel Moreno Bonilla, Alfonso Fernández Mañueco o José Luis Martínez-Almeida parecen haber controlado ese peligro?

Si el sorpaso de Vox al PP aparece como una posibilidad en unas elecciones generales, pero no en unas elecciones autonómicas gallegas, madrileñas o andaluzas, entonces es que el problema no lo tienen las siglas, sino el líder del partido. Y no tanto por incapacidad personal como por indefinición ideológica.

7. Refundar el partido

Sería sobrerreacionar. Como decía Joan Laporta, "al loro, que no estamos tan mal". De hecho, es dudoso que la marcha de la sede de Génova haya servido para nada útil, más allá del impacto propagandístico pasajero del día en que se anunció la decisión.

Digamos que esas estrategias que dependen de la capacidad para organizar una performance diaria sólo le funcionan al PSOE de Iván Redondo y Pedro Sánchez.

8. Aprovechar la inercia de Ayuso, Moreno y Feijóo

"Casado podría empezar a liderar el partido desde dentro y aprovechar la acción ejecutiva de sus presidentes autonómicos como puerta de entrada a la Moncloa en vez de sentirse amenazado por sus barones" dice una fuente cercana a Génova.

"Casado tiene un problema y es que los españoles entienden que hay algunos barones (Ayuso, Moreno e incluso Almeida) que están haciendo cosas muy buenas".

"Y lo piensan desde los conservadores clásicos hasta la derecha dura, los liberales e incluso esa izquierda moderada que vota al PP porque votaría al PSOE de Felipe González o Alfredo Pérez Rubalcaba, pero no al PSOE de Pedro Sánchez que se asocia con Pablo Iglesias, Gabriel Rufián y Arnaldo Otegui".

"Casado debería subirse a lomos de eso para ser el líder de la oposición no sólo a través del Congreso, sino también de las comunidades que le funcionan al PP".

¿Por qué no lo hace ya? Por miedo. El pánico a que alguno de esos barones reclame el liderazgo del partido es superior, en la mente del equipo que asesora al presidente popular, a las posibilidades que ofrece utilizar sus éxitos como catapulta a la Moncloa.

9. Entender lo que es verdaderamente el centro

"Ser de centro no es ser equidistante, no consiste en encontrar el punto medio entre el PSOE y sus socios" dice la misma fuente anterior. "Ser de centro no es lo que te marque el PSOE. Porque si el PSOE se mueve hacia el radicalismo aberzale, entonces el centro es, efectivamente, EH Bildu".

El centro es, como decía Rafa Latorre en El Mundo, una profecía autocumplida.

"El centro lo marcas tú" añade mi fuente. "No se mueve en función de lo que le convenga a Sánchez. Y eso es compatible con apoyar el estado de alarma (porque el PP es un partido leal), pero también con criticar las zafiedades del PSOE. Toni Cantó, por ejemplo, tiene credibilidad para mantener esa dualidad, pero Casado no. Porque Casado no tiene rumbo concreto".

Cristian Campos

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