¿Puede sacarnos la tecnología fotovoltaica de la crisis energética?

El precio de la luz sigue disparado y ya ha llegado a romper la barrera de los 300 €/MWh. La situación es similar en el resto de Europa, ya que las causas detrás de este aumento son comunes. La persistencia de esta espiral de precios genera cada vez mayor preocupación y cada vez más analistas apuntan que la recuperación económica puede estar en riesgo si la tendencia no se revierte durante el primer trimestre de 2022.

La realidad es que mientras sigamos dependiendo del gas natural, o de cualquier otro combustible del que no poseamos reservas propias, nunca tendremos garantizada una seguridad de suministro a precios asequibles. La actual crisis energética es buena prueba de ello, como lo es que en aquellos momentos en los que el peso de las energías renovables en la generación es mayor, menores son los precios de la electricidad en el mercado mayorista. El pasado 8 de diciembre, sin ir más lejos, se llegaron a alcanzar los 14 €/MWh en las horas donde las energías procedentes del viento y el sol alcanzaban su máximo potencial.

Tenemos un enorme reto por delante. Conseguir una energía más asequible para todos, una autonomía estratégica en su generación y, además, cumplir los objetivos de descarbonización precisos para alcanzar la neutralidad climática en 2050. La COP26 celebrada en Glasgow el pasado mes de noviembre dejó un mensaje claro y contundente: los países no están haciendo lo suficiente para mitigar los efectos del cambio climático. Hay que acelerar el ritmo de la Transición Ecológica.

Tener más energías renovables no será la única medida que necesitemos, pero desde luego no podremos superar la actual crisis energética sin ellas. Y aunque todas las tecnologías son complementarias y cada una tiene sus características, a continuación quisiera centrarme específicamente en una de ellas considerando su gran potencial presente y futuro para España: la energía solar fotovoltaica. Una tecnología que presenta una serie de ventajas que la hacen especialmente atractiva para nuestro país y que de hecho explican que sea la que más está creciendo en todo el mundo.

Para empezar, cabe destacar que la fotovoltaica es una energía muy competitiva. De hecho, ha reducido sus costes en más de un 90% en la última década. Como resultado, hoy es una tecnología que en nuestro país no requiere de subvenciones para ser rentable. Haber llegado a este punto no hubiera sido posible sin un importante esfuerzo inversor en I+D+i en el que el apoyo sector público ha sido fundamental y en el que España ha tenido un papel protagonista. Es más, si hoy la fotovoltaica es la tecnología que más se instala en el mundo es gracias a la apuesta que España hizo por esta tecnología hace más de una década.

Asimismo, se trata de una tecnología con un fuerte impacto en la economía y el empleo nacionales. En ese sentido, España cuenta con empresas líderes mundiales en toda la cadena de valor de esta industria: desarrollo, fabricación, distribución, construcción, mantenimiento, etcétera. Este liderazgo también se da en la fabricación de componentes. Aunque se suele decir que los paneles “se producen en el extranjero”, sobre todo en China, la realidad es que esta frase únicamente se podría aplicar a los módulos fotovoltaicos, que sólo suponen el 35% del coste de un panel. El 65% restante está formado por elementos y servicios que se pueden producir en nuestro país, como seguidores, estructuras o transformadores.

Estas circunstancias hacen que se pueda afirmar que la fotovoltaica es una tecnología Made in Spain. Y eso se nota en su importante impacto sobre la economía y el empleo: el sector de la fotovoltaica aporta más de 8.000 millones de euros al PIB nacional y contribuye a generar cerca de 60.000 puestos de trabajo entre empleos directos, indirectos e inducidos. Todo ello hace de la fotovoltaica, más allá de su importancia para la generación de energía limpia, una de las apuestas industriales con mayor potencial para nuestro país en el contexto internacional en la actualidad.

No menos importante es que las plantas fotovoltaicas tienen un impacto ambiental muy reducido. En primer lugar, si bien no generan emisiones al producir de electricidad, hay extendido un mito que afirma que la producción e instalación de los paneles solares genera un elevado número de emisiones (en algunas versiones, más que las que se ahorran con su generación frente a tecnologías convencionales). Pero no es cierto. De hecho, las emisiones generadas en la fabricación y el transporte de los componentes necesarios para instalar un panel fotovoltaico se compensan en tan sólo un año de funcionamiento de la planta.

Los paneles fotovoltaicos son además 100% reciclables. El módulo más común está compuesto de vidrio (78%), aluminio (10%), plásticos (7%) y metales y semiconductores (5%). Sólo recuperando el marco de aluminio y el vidrio de la parte delantera se recicla más del 80% de su peso.

Del mismo modo, aunque las energías renovables lógicamente necesitan espacio para desplegarse, la fracción de territorio que necesita la fotovoltaica es mínima. Una planta ocupa aproximadamente dos hectáreas por megavatio. Para cumplir los objetivos sobre esta energía establecidos por el Gobierno para 2030 harían falta unas 34.000 hectáreas, lo que equivale tan sólo al 0,2% de todo el terreno cultivable de nuestro país, esto es, un 0,068% del terreno total de España.

A modo de comparación, el nuevo Gobierno alemán ha anunciado que reservará el 2% de todo el territorio del país para cumplir sus objetivos sólo de energía eólica. Además, el impacto paisajístico de estas plantas ya de por sí es reducido al instalarse a nivel de suelo, y es fácilmente compensable mediante la instalación de elementos como muros vegetales.

Ante la magnitud de los retos que tenemos por delante, no podemos permitirnos prescindir de ninguna medida que permita contribuir al cumplimiento de los objetivos climáticos y a unos precios energéticos más accesibles. Tenemos que hacer mucho más y también tenemos que hacerlo cada vez mucho mejor. Y en ese cometido, la energía fotovoltaica tiene un importante papel, igual que tiene un gran potencial para España: es muy competitiva, tiene un elevado retorno sobre la economía y el empleo nacional y tiene un impacto ambiental y territorial muy reducido.

Estas últimas ventajas, por cierto, resultan cada vez más relevantes ante la creciente conciencia social sobre el impacto de estas plantas en los territorios donde se instalan.

Ramón Mateo es director del gabinete de incidencia pública beBartlet.

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