¿Puede Senegal despegar?

El pueblo de Senegal está profundamente desilusionado. En el año 2000 acudió con entusiasmo a las urnas para elegir a Abdoulaye Wade como su presidente. Wade había hecho campaña como un agente de cambio, pero este no llegó a Senegal en su década en el poder. Ahora el único cambio que quiere hacer es a la Constitución, para permanecer en el poder.

Por desgracia, resultó ser casi una caricatura del adormilado potentado africano para quien el poder, el nepotismo y la malversación de fondos se vuelven indistinguibles. Identificó tan profundamente  sus intereses y los de su familia con el Estado que nombró a su hijo, Karim Wade, a la cabeza de cuatro ministerios diferentes -cooperación internacional, transporte aéreo, infraestructura y energía- al mismo tiempo.

Para lograr que, de alguna manera, el joven Wade sea su sucesor, el presidente de 86 años de edad ha recurrido a todos los trucos. Se las arregló para que su heredero designado apareciera en una fotografía junto con el presidente Barack Obama durante la reunión del G-8 en Deauville a principios de este año, y a ello le siguió un viaje a Benghazi -en un vuelo escoltado por Mirages franceses- para fustigar al coronel Muammar Gadafi. De este modo Wade rompía filas con el resto de la Unión Africana, esperando ingenuamente ganar el apoyo de Francia y Occidente para su intento por retener el poder.

Poco después, propuso una reforma constitucional que los senegaleses consideran un intento de consagrar por ley de la victoria de su hijo en las elecciones presidenciales de 2012. Miles de personas marcharon en protesta hacia la Asamblea Nacional en junio, y desde entonces la enmienda ha sido retirada

La incompetencia de Wade también ha perjudicado la economía senegalesa. El crecimiento anual del 1,2% en el sector agrícola, que emplea a un 60% de la población, no puede dar sustento a una población que aumenta a más del doble de esa tasa. Y este patético rendimiento se produce en momentos en que muchos sectores agrícolas de las economías africanas se encuentran en auge gracias a los altos precios mundiales de los alimentos.

El Senegal de Wade ha logrado irrigar apenas el 15% de las 250.000 hectáreas previstas, y ahora importa el 80% del arroz que consume. Los recursos pesqueros están sobreexplotados, la ganadería sufre la misma falta de gestión rigurosa y el país gasta una fortuna comprando la carne y la leche que podría producir por sí mismo si los agricultores tuviesen los incentivos adecuados.

Estos son sólo algunos ejemplos del vasto mal uso de los recursos del país, debido a la marcada preferencia de la élite senegalesa por utilizar licencias de importación para acumular sus propias fortunas en lugar de desarrollar industrias de sustitución de importaciones. Como resultado, Senegal, un país cosmopolita, se está perdiendo la mejor oportunidad de crecimiento de África desde la descolonización.

De hecho, África se encuentra en un punto de inflexión. Desde el año 2000, los países subsaharianos han logrado un crecimiento económico promedio del 5,7%. En 2008, la producción económica conjunta de África alcanzó los 1,6 mil millones de dólares, y el consumo fue de $ 860 mil millones. Durante la recesión mundial de 2009, África y Asia fueron las dos únicas regiones donde el PIB aumentó. El Fondo Monetario Internacional prevé un crecimiento del 5,5% del PIB en el África subsahariana en 2011, y un 6% de crecimiento en 2012.

Más aún, África cuenta ahora con más de 100 empresas de origen propio con ingresos anuales de más de 1 mil millones de dólares La banca y el comercio minorista están floreciendo. La construcción se encuentra en auge, y la inversión extranjera no hace más que aumentar. Las empresas de telecomunicaciones han registrado 316 millones de nuevos abonados desde el año 2000, más que toda la población de los Estados Unidos.

La inercia de Wade es particularmente perjudicial debido a que la inestabilidad en otras áreas de África Occidental -guerras civiles y extranjeras, golpes de Estado, corrupción rampante y tráfico de todo tipo- ofrece a Senegal la oportunidad de posicionarse como una potencia regional. Por ejemplo, con una inversión suficiente, un puerto en Bargny podría servir no sólo de base de exportaciones para África Occidental, sino también como centro de procesamiento de minerales y licuefacción de gas natural. Tales inversiones impulsarían un cambio decisivo desde sectores de baja productividad a sectores de mayor productividad, impulsando el empleo y los salarios.

Ghana, una democracia más reciente que Senegal, es un ejemplo ilustrativo. Cuando se independizó, la dotación de infraestructura y recursos humanos de Senegal era la mejor de África occidental. Sin embargo, cinco décadas de mala gestión económica -primero por el Partido Socialista a lo largo de 40 años y luego por los liberales de Wade en la última década- erosionaron este patrimonio. Debido a su infraestructura superior en relación con Senegal, Ghana ha atraído muchos miles de millones de dólares más en inversiones extranjeras y registra volúmenes mucho más altos de comercio.

Con un gobierno adecuado, Senegal, con su prolongada estabilidad política como una democracia de 51 años de trayectoria y su posición estratégica con fronteras con Mauritania, Malí, Guinea y Guinea-Bissau en el punto más occidental de África, se encuentra en una posición ideal para servir como centro de desarrollo de recursos naturales en estos países, y también en Burkina Faso, Gambia y Níger. Los beneficios económicos de una estrategia así para Senegal son potencialmente enormes: nuevas industrias de procesamiento, transporte y envío de minerales, generando empleo de mayor valor; mayores ingresos por los derechos de tránsito de las exportaciones de minerales y tuberías; y mejor infraestructura para conectar las áreas rurales del país con Dakar y la costa.

Existe la esperanza de que las protestas populares de junio ayuden a hacer que Wade recobre el sentido común y permita a los senegaleses seguir eligiendo a sus gobiernos a través de elecciones transparentes. Y esperemos también que el próximo gobierno reconozca el enorme potencial de Senegal como centro económico de la región del África Occidental.

Sanou Mbaye, exmiembro del equipo de alta gerencia del Banco Africano de Desarrollo. Su último libro es L’Afrique au secours de l’Afrique (África al rescate de África). Traducido del inglés por David Meléndez Tormen.

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