¿Puede Ucrania ser salvada?

El humo negro y acre flota en el aire y hace escocer los ojos en gran parte del centro de Kíev, donde la represión estatal hundía la esperanza de resolver la crisis política de Ucrania. Con una tregua entre el Gobierno y la oposición hecha añicos sólo horas después de entrar en vigor, y con decenas de personas muertas en los últimos días, cualquier esperanza de poner fin a los desórdenes civiles del país parecía estar desapareciendo rápidamente.

Sí, ayer se llegó a un acuerdo provisional tras la mediación de los ministros de Exteriores de la Unión Europea, con la promesa de elecciones anticipadas. Pero este tipo de acuerdos se han propuesto antes y no es probable que tengan una amplia aceptación a menos que incluyan la salida inmediata del presidente Víktor Yanukóvich. De hecho, el Gobierno de Yanukóvich parece dispuesto a utilizar todas las medidas para mantenerse en el poder. En el fondo, se trata de una lucha entre una Ucrania occidental orientada hacia Europa y su parte rusa oriental. ¿Se moverá Ucrania hacia la UE en vez de unirse a la Unión Euroasiática, dominado por Rusia?

A pesar de la creciente violencia, Ucrania no está al borde de la guerra civil –al menos no todavía–. Pero no nos engañemos, el riesgo de fractura del país –y de su ejército– es muy real, como lo atestigua la decisión de Yanukóvich de destituir a Volodimir Zamana, el jefe de las fuerzas armadas. El conflicto tiene que ser detenido ahora. Para lograrlo, Ucrania necesita un gobierno de transición de expertos y una nueva Constitución que devuelva el país al sistema que prevaleció hasta hace una década, con el poder dividido entre el Parlamento y el presidente. Por otra parte, una elección presidencial debería tener lugar en tres meses, con un nuevo Parlamento elegido poco después.

Pero Yanukóvich ha demostrado que no quiere una solución negociada. Hasta el reciente aumento de la violencia, parecía que el diálogo podría reducir las tensiones. Se pactó una amnistía para los manifestantes detenidos y los manifestantes acordaron retirarse de los edificios del Gobierno. Pero cuando estos cumplieron su promesa y evacuaron los edificios ocupados, Yanukóvich recurrió a la fuerza para poner fin a las protestas por completo.

De hecho, la policía comenzó a disparar contra la multitud de manifestantes. Según informaciones, han matado al menos a 70 y han herido a cientos más. Los hospitales están desbordados y muchas personas están evitando las clínicas estatales porque tienen miedo de ser detenidas, o algo peor. El activista Yuri Verbitski, un físico matemático, fue secuestrado por cinco hombres a finales de enero en un hospital de Kíev, adonde había ido a buscar tratamiento tras ser herido por una granada de gases en una manifestación. Fue hallado torturado al día siguiente en un bosque fuera de la ciudad .

Cualquier perspectiva de resolución de la crisis depende en última instancia de la recuperación de la confianza de los ciudadanos en su policía y fuerzas de seguridad, que ahora son vistos por muchos como una fuerza de ocupación. Para restablecer la confianza del ciudadano no puede haber impunidad para los que dispararon balas o dieron la orden de fuego. El uso excesivo de la fuerza y la dependencia del Gobierno de los matones semicriminales (conocidos como titushki) para atacar a los manifestantes deben ser investigados a fondo.

Pero aun cuando la violencia hace que tal investigación más urgente, el fiscal y los tribunales de Ucrania se niegan a actuar. Por eso es crucial que una misión internacional de alto nivel –que comprenda los líderes de la sociedad civil, el Consejo de Europa y la Unión Europea– ponga en marcha una investigación exhaustiva y presione al Gobierno de Ucrania para que coopere. Las sanciones deben ser levantadas sólo cuando se permita una investigación creíble sobre los últimos tres meses de violencia y un gobierno tecnocrático esté en su lugar (y en ese momento la UE y sus estados miembros deberían ofrecer asistencia económica concreta). El primer ministro Mikola Azárov renunció el mes pasado, aparentemente para dar paso a una solución de este tipo. Pero Yanukóvich se ha negado hasta ayer a dar el siguiente paso o a comprometerse a reformas constitucionales, lo que explica en gran medida la creciente frustración de los manifestantes.

Hay una percepción en Occidente de que todas las fuerzas políticas de Ucrania son débiles, están divididas y son corruptas. Y existe una creciente preocupación, a menudo alimentada por los medios de comunicación sensacionalistas, por que las fuerzas de extrema derecha estén ganando la partida en el campo de la oposición. Aunque sí existen tales fuerzas, la gran mayoría de los manifestantes en las Maidanes de todo el país son personas corrientes furiosas por el abuso de poder, la violencia del Estado, la impunidad oficial y la corrupción.

Para las élites que han tomado el control de Ucrania, la verdadera amenaza es la perseverancia de estos manifestantes, no las provocaciones de un grupo marginal radical. Mientras que me niego a creer que la marcha de Ucrania hacia una guerra civil sea imparable, también sé que nuestros ciudadanos no serán silenciados de nuevo.

Yevhen Bystrytsky, director ejecutivo de la International Renaissance Foundation (Kiev).

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