Puigdemont y el surrealismo catalán

El nuevo paso que nos ha ofrecido el expresidente Puigdemont que nadie sabe si es hacia atrás, hacia el costado, al frente o alrededor de sí mismo, demuestra un estado febril que aplicado a los movimientos sociales y artísticos han representado en la historia una manera de enfocar el pensamiento y el entorno vital. Nos encontramos ante un estado ambiental en Cataluña que presenta escenarios y formas imposibles, una visión de lo absurdo, con luces irreales y falsas, así como deformes realidades, una pérdida del control racional con estados obsesivos y finalmente una locura autodestructiva personal y colectiva.

Esas son, entre otras, las manifestaciones del movimiento surrealista de principios del siglo XX, que al parecer renace de sus cenizas para presentarse de nuevo de la mano del señor Puigdemont y sus compañeros de reparto. Parece que la exhumación de los restos de Salvador Dalí hubiese despertado el viento de la irracionalidad y el absurdo con la diferencia que no hay «genios» hoy día para gestionarla y solo ha fructificado en las mentes «mediocres» de unos iluminados por la luz supremacista, lo cual representa un grave peligro para la convivencia en nuestro país.

Entre los síntomas de la invasión neosurrealista hallamos a un señor Carles Puigdemont, destituido, huido de la justicia, residente en Bélgica y vecino del lujoso barrio de Waterloo en una mansión señorial rodeado de séquito, con estructura propagandística y servicio de apoyo que nadie sabe quién paga; y desde ahí declarando su intención ilusa en ser candidato a presidente en el exilio, creando en Bélgica el órgano de gobierno de Cataluña o simplemente por el afán de convertirse en una figura mitológica, el Oráculo de Delfos, aunque ahora sea consciente de su declive como un globo va a la deriva por exceso. Su última parada es una prisión alemana.

Mientras, otros diputados electos se hallan en prisión incondicional como el señor Junqueras que también se postula para ser investido presidente de la Generalitat desde su celda con sus compañeros reos, los exhonorables consellers. Jean Cocteau y Luis Buñuel podían convertir la escena en una obra de arte entre cánticos, plegarias y litúrgicas vestimentas.

Tenemos un nuevo caso de inverosímil comprensión como el de la señora Anna Gabriel que, desde el mundo antisistema que condena el capitalismo a la hoguera invitando a la transgresión de la Ley con ataques y acciones violentas callejeras, nos sorprende trasladándose a Ginebra, ciudad paradigma del capitalismo enfermizo para fijar allí su residencia. Veremos si la ciudad más cara de Europa, el país más disciplinado y socialmente sumiso al orden establecido, acoge a nuestra refugiada por mucho que cambie de imagen o retome su peinado guerrero con sonrisa glamurosa, declarando su alegría y nueva vida, eso sí en un más que correcto francés. Y cómo no permanecer en la ciudad de las finanzas de centro Europa con una gran oferta en moda, cosmética y perfumería.

Además, no quisiera dejar de citar al señor Torrent, presidente del Parlamento catalán que, abandonando su cómoda poltrona de la alcaldía de un pequeño pueblo del interior en la Cataluña profunda, no sabe ni tiene idea de la responsabilidad que supone representar tal institución. Es bochornoso que haya propuesto la investidura tanto del señor Sánchez como del señor Turull, imputados como cabecillas del procés.

Debe ser muy chocante sentarse y presidir un Parlamento en cuyo frente se observan las máscaras de las tragedias griegas en sus diferentes expresiones, eso sí, salpicadas por algún triste y melancólico lazo amarillo. Si Sófocles se inspirara, esas musas quizás le condujeran al seductor mundo del surrealismo. Hoy Dalí está más vivo que nunca.

A todo ello, debemos añadir que otros de los grandes protagonistas del esperpento no han tenido rubor en reconocer que todo fue una farsa, que la declaración de independencia fue una broma, una simpática guasa sin valor ni esperanza alguna, que no hubo intencionalidad manifiesta y es de suponer que toda la gente que en ocho segundos pasó de la auténtica euforia a la decepción, eran una cuadrilla de ilusos que pasaban por allí. Si sumamos a la escena los sonoros silencios de todos aquellos referentes intelectuales que pregonaron las bondades de la independencia y que hoy día silban una cancioncilla mirando al mar, nos podemos hacer una idea del «irreal» mundo en que la irracionalidad y la deformación «surrealista», ha conducido a Cataluña a la ingenua felicidad que hoy tenemos.

Finalmente, la imaginación de Aristófanes ha debido inspirar a varios brillantes personajes que al frente de Tabarnia ofrecen a la ciudadanía la réplica en clave de comedia de la resurrección de Groucho Marx con su daga inteligente, lacerando donde más duele al movimiento secesionista que bebe de su propia sangre al abrirles con afilado estilete los globos oculares como en el «perro andaluz».

Convendrá conmigo el lector que los principios del surrealismo se cumplen en su totalidad y, si así nos mantenemos, no me atrevo a augurar las consecuencias democráticas de un nuevo fracaso conduciendo a Cataluña a un más que probable escenario de unas nuevas elecciones autonómicas con un resultado serio cuyo cartel electoral en vez de conformarlo, Rull, Turull, Romeva, Pascal, Altadi, Munté o Rovira, pudiera estar integrado por Luis Buñuel, Salvador Dalí, Jean Cocteau, Groucho Marx, André Bretón y Marcel Duchamp, a quienes gustosamente se sumaría Frida Kahlo. Y francamente, creo que hasta nos iría mejor.

Mariano Gomá Otero, expresidente de Sociedad Civil Catalana.

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