Punto de vista: encuestas fallidas

Zapatero, Yola y sus razones. Por Luis Martínez.

A Rodríguez Zapatero se le atribuye una de las frases más brillantes pronunciadas en la democracia: "En cuestión de financiación autonómica, todas las comunidades quedarán por encima de la media". Sólo Yola Berrocal puede presumir de haberse acercado siquiera al genio del político leonés cuando, acusada de haber practicado una felación a un compañero de oficio, dijo aquello de: "Ni lo he hecho, ni lo volveré a hacer". Pues bien, con las encuestas ocurre algo parecido que con las estadísticas o, ya puestos, el sexo oral: lo aguantan todo. Pase lo que pase, aciertan. Aunque se equivoquen. O, aún mejor, si yerran es cuando más cerca están de la verdad.

El último y más glorioso ejemplo del despropósito sociológico lo hemos vivido en Reino Unido. Ya saben. Cuando todos los expertos -con el sondeo o lo que sea que tuvieran en la boca- vaticinaban la fragmentación de lo que queda del ya fragmentado imperio... resulta que no. Cameron (David, no James, el del 'Titanic') no sólo no se ha hundido como anunciaban los escrutinios sino que ha estado a un paso de coronarse emperador de todos los reinos de ultramar.

Punto de vista: encuestas fallidas

¿Dirían ahora, visto lo visto, que los sociólogos, periodistas, expertos 'ad hoc' o enterados con columna jónica que explicaron puntualmente las razones del desastre 'tory' están en este instante debajo de la mesa? Pues no, ahí andan, cada uno desde sus respectivos púlpitos, dando las explicaciones oportunas de por qué, cómo y hasta cuándo los electores, en su sabia y supina ignorancia, se ofuscaron dándoles la razón a, en efecto, ellos. Ni se han equivocado ni lo volverán a hacer. Es más, todos sin excepción han quedado por encima de la media de su pomposa estupidez.

Ahora bien, puesto que todo apunta a que en nada va a ocurrir lo mismo en España, ¿por qué no nos saltamos el incómodo y caro trance de votar? ¿No sería más sencillo solicitar a nuestras luminarias que nos analicen los resultados después del seguro primer error? Eso o, directamente, admitir que para este viaje Yola basta. Ella o Zapatero, qué más dará.


Votamos contra los sondeos. Por Emilia Landaluce.

Los tiempos de incertidumbre son siempre terreno fértil para los cuentistas. En política, en economía, en periodismo (#piriodismo en twitter) abundan los gurús si bien prefiero denominarles gururesos y gururesas por respeto a los que tienen algún cara de cabecera que les limpia el alma y la cuenta corriente.

La mayoría absoluta de Cameron de las Islas (copyright de Montano) ha vuelto a evidenciar lo impredecible del alma humana. Una vez más ha quedado claro que los votantes mienten a los encuestadores y que el apoyo de actores, escritores o humoristas a un candidato apenas influye en el electorado. A todos se nos va la boca con el palabrerío progre y si bien el sentimentalismo nos invita a simpatizar con el ideario de izquierdas, al final se vota con algo tan íntimo como el corazón: la cartera. Y las intimidades no se cuentan a nadie tal y como he aprendido esta semana.

Las encuestas valen para poco, salvo para llenar páginas de periódico y movilizar al electorado. De hecho, la gente vota en contra de los sondeos y esa es la lección que nos legaron las elecciones andaluzas en las que se produjo una movilización (del PP a Susana) para evitar la marea podemita. Algo similar ha pasado también en Reino Unido en el que el temor al giro radical encarnado por Miliband y Farage (amén del auge del nacionalismo escocés) ha refrendado la reelección de los tories.

Es de suponer que, en su día, ese era el cálculo de Arriola ¡ese hombre! en clave nacional. Sin embargo, no contó con la irrupción de Ciudadanos que según las encuestas (y cuidado) parecen haber atraído parte de los votantes descontentos con el partido. A saber.

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