Putin, el afortunado

Algunos líderes nacen con suerte, otros la buscan y otros, como Vladímir Putin, se encuentran con ella. El presidente ruso, un oportunista político como pocos, debe de estar buscando nuevas formas de aprovechar su racha reciente de buena suerte internacional.

En EE UU, algunos acusan al Estado ruso de apoyar a los piratas informáticos que robaron los correos electrónicos del Comité Nacional Demócrata y la campaña de Hillary Clinton. Ya se encargarán los expertos de confirmar o refutar la acusación, pero seguramente Putin está sonriendo al ver el temor de los estadounidenses a que el Kremlin conozca sus secretos y pueda utilizarlos para manipular la elección presidencial.

El candidato republicano, Donald Trump, ha amenazado con debilitar la OTAN y reconocer la anexión rusa de Crimea, y su jefe de campaña trabajó para el expresidente ucranio Víktor Yanukóvich, al que muchos compatriotas consideran el hombre de Putin en Kiev, mientras que Putin ha acusado a Clinton de haber incitado en 2011 —cuando era secretaria de Estado— las protestas contra él en Moscú. Aun así, Trump tiene muy pocas probabilidades de llegar a ser presidente. No obstante, tras años de sospechar que los estadounidenses promueven la agitación política en las antiguas repúblicas soviéticas y en Moscú, Putin tiene muchas razones para disfrutar con la inquietud que suscita su supuesta contribución a las elecciones de EE UU.

Pero la suerte de Putin va más allá. A pesar de desconfiar de él, la Casa Blanca ha hecho grandes concesiones en la campaña conjunta para acabar con la guerra civil en Siria. Los dos Gobiernos han tenido siempre discrepancias sobre el futuro del presidente Bachar el Asad. Los estadounidenses le acusan de crímenes de guerra y dicen que debe marcharse, pero Rusia sigue apoyándolo, en parte porque es su amigo más fiel en la región y gracias a él dispone de su único puerto fuera de los antiguos territorios soviéticos.

En julio, el secretario de Estado estadounidense, John Kerry, anunció un principio de acuerdo que coordinaría los ataques militares contra el Frente Al Nusra, una milicia que lucha contra El Asad con apoyo saudí. EE UU no renuncia a que El Asad se vaya, pero, a cambio de la ayuda en la guerra contra el ISIS y la pacificación del país, está dispuesto a luchar junto a Rusia contra la mayor amenaza para la supervivencia del presidente sirio. Y, de paso, Occidente legitima así el papel militar de Rusia en la zona.

La victoria del Brexit favorecerá a Putin: probablemente hará que se relajen las sanciones europeas contra Rusia y las tensiones a propósito de Ucrania. Reino Unido ha sido una de las voces más firmes en la UE en las críticas a Rusia, de modo que ahora le será más fácil a Putin presentar la Unión Aduanera Euroasiática como alternativa a una UE cada vez más próxima a la fragmentación y convencer a los suyos de que no merece la pena aspirar a un futuro europeo.

El golpe fallido en Turquía y la posterior represión de los enemigos internos del presidente Erdogan, reales o imaginarios, también le hacen el juego a Putin. Erdogan ha ordenado detener a miles de personas, entre ellas muchos periodistas, y está hablando de restablecer la pena de muerte. Los dirigentes europeos advierten de que la represión puede suponer el fin de la eterna candidatura de Turquía a entrar en la UE, pero a Erdogan no le importa. Desconfiado y harto de las críticas occidentales, ya ha tendido la mano a Putin, que está encantado de que un miembro crucial de la OTAN necesite su ayuda.

Pekín tiene asimismo motivos para acercarse a Rusia. Después del reciente fallo de un tribunal occidental contra sus ambiciones territoriales en el mar del Sur de China, ha invitado a Moscú a realizar ejercicios navales conjuntos allí. Como ocurre con Turquía, entre los dos es más frecuente la rivalidad que la cooperación, pero se apoyan mutuamente cuando se deterioran las relaciones con Estados Unidos y Europa. Con todo, Rusia sigue teniendo muchos problemas. Las acusaciones de dopaje de Estado han descalificado a muchos de sus deportistas olímpicos. El precio del petróleo no se recupera, y eso es preocupante para un país que no está modernizando su economía y cuenta con pocos amigos fiables. Sin embargo, de momento, las cosas le están saliendo bien a Putin, que seguirá aprovechando la situación todo lo posible.

Ian Bremmer es presidente de Eurasia Group y autor de Superpower: Three Choices for America’s Role in the World. Está en Twitter @ianbremmer. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

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