¿Qué debe hacer el Banco Mundial?

Los directores del Banco Mundial que representan a los países en desarrollo y Rusia me han honrado eligiéndome como uno de los dos candidatos de países en desarrollo para la próxima presidencia del Banco. Por ello, deseo que la comunidad mundial conozca los principios que guiarán mis acciones si resulto elegido, principios basados en lecciones que hemos aprendido a través de experiencias de desarrollo.

Esas experiencias me han enseñado que el desarrollo exitoso es siempre resultado de una buena combinación de mercado, estado y sociedad. Intentar suprimir los mercados conduce a graves ineficiencias y a la pérdida de dinamismo. Intentar avanzar sin el estado lleva a resultados inestables o injustos. E intentar ignorar a los actores sociales, que juegan un papel esencial en los niveles nacional y local, impide la legitimidad necesaria para la formulación exitosa de políticas.

Es más, la combinación específica de mercado, estado y sociedad debe ser decidida en el nivel nacional por las autoridades representativas. Esto significa que no es función de las instituciones internacionales imponer modelos específicos de desarrollo a los países –un error que el Banco Mundial cometió en el pasado y busca corregir. Como no existe una estrategia de carácter universal, el Banco debe incluir entre su personal la diversidad de enfoques respecto al desarrollo que existen a nivel mundial.

El desarrollo es, por otra parte, un proceso integral que incluye las dimensiones económica, social y ambiental, los tres pilares del desarrollo sostenible.

En este sentido, me preocupan francamente algunos de los enfoques y prioridades que ha tenido el Banco Mundial en las últimas décadas. Por ejemplo, si bien el Banco ha realizado importantes contribuciones a la promoción de sectores financieros profundos, aún tiene mucho que aprender sobre la inclusión financiera y el papel que los bancos de desarrollo nacionales bien diseñados han desempeñado para fomentar el crecimiento sostenible e incluyente. Nunca debemos olvidar, en este aspecto, que el propio Banco Mundial es una institución pública de desarrollo de carácter mundial.

El Banco contribuyó significativamente en sus primeras décadas al desarrollo de una infraestructura física de calidad, un área crítica que, desafortunadamente, fue luego marginada de su agenda. La reincorporación de esta cuestión entre las prioridades del Banco constituye un avance reciente.

Por encima de todo, creo que el desarrollo económico debe entenderse como un proceso persistente de cambio estructural que, en caso de ser exitoso, permite la incorporación de un creciente contenido tecnológico a la producción y al comercio. Este enfoque fue fundamental en la visión del Banco Mundial hasta la década de 1970 y, si bien se ha recuperado en parte, aún está lejos de incorporarse a la agenda del Banco.

El objetivo del desarrollo es un mayor y más justo bienestar humano. El desarrollo humano es mucho más que la generación de capital humano: se trata básicamente de ampliar el alcance de la libertad. Y eso solo puede lograrse con sistemas universales de educación, salud y protección social.

Los programas focalizados pueden ser complementos útiles de políticas universales, pero nunca sus sustitutos. De igual manera, la protección social va más allá de las redes de asistencia social a las cuales se ha prestado creciente atención en las últimas décadas. El concepto de «piso de protección social» recientemente propuesto por el Informe Bachelet, producido por la Organización Internacional del Trabajo bajo el liderazgo de la expresidente chilena Michelle Bachelet, proporciona un mejor punto de partida.

La equidad y la inclusión exigen concentrar la atención de los especialistas en desarrollo en mejorar la situación de los pobres y otros grupos marginados. La igualdad entre hombres y mujeres requiere especial atención, un enfoque que el Banco Mundial caracteriza hoy correctamente como economía inteligente.

Garantizar estos objetivos no solo implica compensar los resultados del mercado y otros factores sociales que generan o reproducen las desigualdades. También tiene que ver con incorporar los objetivos sociales en la formulación de las políticas económicas, ubicando en el centro de la agenda económica la creación de empleos dignos e instituciones para el bienestar bien desarrolladas, y respetar la función de la diversidad cultural en el desarrollo económico.

Este enfoque es también aplicable al pilar ambiental del desarrollo. La intervención para contrarrestar los daños generados por la economía no es suficiente. Las preocupaciones ambientales deben asimilarse completamente en la formulación de las políticas económicas, es decir, en la estructura de incentivos que impulsa las decisiones de los agentes. Solo entonces puede el desarrollo económico compatibilizarse con las contribuciones que deben realizar los países en desarrollo para mitigar el cambio climático y preservar los bosques naturales y la diversidad biológica con que aún cuenta nuestro planeta.

La capacidad del Banco Mundial para contribuir al logro de estas metas depende de que se mantenga como una verdadera institución mundial con una responsabilidad especial frente a los países más pobres y un compromiso para ayudar a los países de ingresos medios a enfrentar sus propios desafíos. Debe contar con la visión y las contribuciones de las naciones más avanzadas, así como la de las potencias emergentes. Y debe hacerlo como parte del sistema de gobernabilidad global, fortaleciendo su cooperación con otras organizaciones multilaterales, en especial las del sistema de Naciones Unidas y los bancos regionales y subregionales de desarrollo.

Esos son los principios y prioridades que defiendo. Si resulto elegido para dirigir la institución mundial líder para el desarrollo, trabajaré con todos sus miembros para cumplirlos.

José Antonio Ocampo, former United Nations Under-Secretary-General for Economic and Social Affairs and former Finance Minister of Colombia, is Professor and Member of the Committee on Global Thought at Columbia University.

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