Que el aire se serene

"El aire se serena / y viste de hermosura y luz no usada”, escribe Fray Luis de León sobre la música de Salinas. Aquí el aire se espesa, y se espesará aún más mientras llega esa fecha demasiado lejana que tan grandes cambios se espera que produzca. Hagamos un esfuerzo por serenarlo, para que estos meses no pasen en pura pérdida. Como ese tan deseado debate, profundo y desapasionado, sobre los méritos de la independencia de Catalunya y sus alternativas no se ha producido ni se producirá, porque hemos preferido sustituirlo por monólogos yuxtapuestos y tertulias en las que las ganas de hablar predominan sobre el deseo de aprender, habremos de valernos de nuestros propios recursos para hacer nuestra composición de lugar.

La esperanza de algunos, quizá de muchos, es que tras el tenue velo de unas elecciones autonómicas el electorado pueda expresar de una vez lo que la prohibición de toda consulta le ha impedido hacer hasta ahora: su preferencia a favor de una Catalunya independiente. Pero dividamos a los electores en cuatro grupos: los secesionistas, que sencillamente quieren una Catalunya independiente y justifican su deseo con argumentos de varias clases; los descontentos, que votarán independencia por estimar que sólo una Catalunya independiente puede tener una relación satisfactoria con el resto de España; los cautos, que aun estando descontentos con la relación actual consideran que la independencia es o imposible o excesivamente costosa por lo traumática, y piensan que el marco legal hoy vigente ofrece vías, tortuosas, laboriosas y difíciles pero posibles, para mejorarla, y los enrocados, que estiman que su particular lectura de la Constitución da una respuesta más que satisfactoria a las inquietudes de los otros. He procurado que las etiquetas de los tres primeros grupos sean lo más neutras posibles; en cuanto al último, nada más diré de él, porque se trata de una especie muy minoritaria aquí. Si alguna queja tienen sus miembros, es frente a la negligencia de las autoridades, que ha permitido sobrevivir a los otros tres.

Naturalmente, la mayoría del electorado la conforman los dos grupos centrales, descontentos y cautos. Es lógico que el grupo secesionista intente atraer a tantos descontentos como pueda, y neutralizar a los cautos con los que no pueda contar. Lo primero lo persigue por dos vías: la primera, exacerbando en sus informaciones cuanto pueda haber de antipático, desafortunado o insultante en lo que de Madrid proviene, omitiendo cuidadosamente cualquier gesto o acontecimiento amable –que los hay– para así ir convirtiendo el descontento sobre aspectos importantes, pero a fin de cuentas parciales, en un sentimiento difuso que las autoridades articulan con frecuencia: que el adversario de Catalunya es el Estado.

Creo que hay que enfrentarse a la realidad. La separación de Catalunya no se producirá sin traumas, y Europa no la apoyará. Muchos españoles creen que Catalunya es su tierra, aunque quizá no hayan puesto los pies en ella, y no aceptarán sin más cambiar de parecer. En cuanto a Europa… Europa no quiere líos de esta clase, y así lo ha hecho saber de forma perfectamente inteligible para quien haya querido escuchar, y al margen de las simpatías que muchos puedan sentir por el impulso hacia la independencia, imaginando quizá que la situación de Catalunya en España es semejante a la de naciones verdaderamente oprimidas. Eso sí, puede que una mayoría aplastante a favor de la independencia indujera a las autoridades europeas a sugerir al Gobierno central una postura más flexible. ¿No valdría eso la pena? No hace mucho oí de una gran figura de la política catalana, hoy retirada, el argumento del voto útil: descontentos y cautos han de votar por la independencia para conformar así una mayoría que pueda exigir, no la independencia, pero sí el cambio. El argumento es atractivo… pero ¿qué garantía hay de que un gobierno salido de una victoria electoral bajo el signo secesionista vaya a conformarse con una negociación? ¿Quién la encabezará? Y ¿se conformarán los votantes, que habían creído poder alcanzar su sueño?

El otro brazo de la táctica del primer grupo es ridiculizar al tercero. Es lógico, porque son los cautos quienes pueden diezmar las filas de los descontentos dando a su insatisfacción salidas más razonables. Pero ¡qué triste figura la suya! Frente a la ilusión de un Estado independiente, ¡qué grises, áridas y estériles sus vías! Negociar en vez de luchar, vivir en la neblina de la ambigüedad en lugar de proclamar objetivos claros y concretos, aunque quiméricos, en vez de sacudirse el yugo secular… y, sin embargo, es sobre ese grupo sobre el que recae la tarea de reparar los daños causados, de uno y otro lado, en el tejido de nuestra convivencia; de separar el grano de la paja entre los descontentos, de acoger todos los desengaños que sin falta producirán estos meses, de aquilatar en cada momento lo que es posible. Los cautos serán quienes, cuando otros se rasguen las vestiduras o se retiren a sus cuarteles de invierno para en ellos entregarse a la melancolía, sigan trabajando como si no hubiese pasado nada. No los ridiculicemos, ni tengamos miedo de contarnos entre ellos.

Alfredo Pastor, cátedra Iese-Banc Sabadell de Economías Emergentes

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