¿Qué errores está cometiendo Feijóo?

El nuevo líder de la oposición se empecina en acortar la vida política de Pedro Sánchez y de su Gobierno cuando debería saber que el secretario general del PSOE quiere acabar la legislatura y que ninguno de sus socios parlamentarios se lo va a impedir. Tampoco podrían.

Alberto Núñez Feijóo está preso de sus propias prisas y confunde la realidad. Eso le pasaba también a Pablo Casado (y le dieron un golpe de mano interno). Feijóo tiene a su disposición siete samuráis, pero no los está utilizando de la mejor forma para sus intereses.

Decir que en el Debate sobre el estado de la Nación se ha visto y comprobado la división que existe en el Gobierno es una perogrullada y un error táctico, sorprendente en alguien que ha gobernado en Galicia durante cuatro legislaturas.

Y con un pasado en la Administración central, además, del que debería haber tomado buena nota. Sobre todo por los profesores políticos que tuvo, desde José Manuel Romay Beccaría a Mariano Rajoy.

E incluyo en el cuadro de honor del conservadurismo gallego al patriarca Manuel Fraga, con quien se podía estar en completo desacuerdo, pero a quien hay que reconocerle que siempre tuvo el Estado en su cabeza.

A Feijóo le descolocan un día sí y otro también sus segundos. Le ocurre lo mismo que le pasaba a su antecesor en el cargo. A este último le arrastró al suicidio político un señor de Murcia llamado Teodoro García Egea.

Al expresidente gallego le está arrastrando una cúpula tan mal cosida en los nombres como en las funciones. Ni Elias Bendodo, ni Cuca Gamarra, ni Javier Maroto, ni Dolors Monserrat le van a desbrozar el camino que conduce a la Moncloa. Puede que Feijóo acabe sentado en la presidencia del Consejo de Ministros. Pero no lo será por la habilidad y sapiencia de ese poker de compañeros.

El quinto elemento, ese éter que llenaba el vacío en la película de Luc Besson, y que existía entre la tierra (Bendodo), el agua (Monserrat), el aire (Maroto) y el fuego (Gamarra), es el que permitiría que los otros cuatro fueran eficaces en su cometido.

Pero a Esteban González Pons le atrae más la literatura fantástica que la posibilidad de ser ministro. Pons es el que mejor conoce las leyes de la física política europea y, como buen mercader mediterráneo, atesora las cartas de navegación que se requieren cuando, como le ocurre a Feijóo, se regresa a esa Ítaca que es la capital del reino.

Tan mal es querer acaparar todos los titulares como desaparecer de ellos. No se puede atacar a la ministra Irene Montero y a Pedro Sánchez al mismo tiempo.

No se puede, en un debate económico como el que planteó el presidente, sacar a pasear el atroz asesinato de Miguel Ángel Blanco por los terroristas de ETA (cada cosa a su tiempo).

No se puede cerrar los ojos a los pactos que ha logrado el Gobierno con sus socios, y decir al mismo tiempo que le están abandonando.

Y no se puede repetir que, desde la vicepresidenta Yolanda Díaz a las ministras Ione Belarra e Irene Montero, España está prisionera del comunismo. Las meteduras de pata y las equivocaciones de las tres son muchas, pero a los dirigentes del Partido Popular les vendrían muy bien unas clases de historia.

Debería nuestro aspirante a primer ministro explotar más la vieja sabiduría manchega de Carmen Navarro, que está bien aconsejada por el líder de los populares en Castilla la Mancha y que lleva los galones de cuatro legislaturas en la bocamanga de las políticas sociales. Ella y no otro debería ser quien confrontara con las ministras de Unidas Podemos.

De la misma manera, el que fuera alcalde más votado de España y experto piloto marítimo en las turbulentas aguas de la Comunidad de Madrid, Pedro Rollán, que ya ha sido casi todo en esto de los cargos administrativos, tal vez el más independiente dentro del nuevo círculo de confianza del presidente del PP, le podría enseñar a manejar con delicadeza el timón. Siempre que le dejen, que de eso se trata.

Su guardián de las esencias gallegas, Miguel Tellado, es y debe ser el último susurro en sus oídos cada día. Es el fiel entre los fieles y el que nunca le defraudará. En su contra está su desconocimiento del intrincado mapa capitalino. Moverse bien, o muy bien, por los caminos del poder en Galicia no es lo mismo que hacerlo por las autopistas multinacionales de Madrid.

Aquí en Madrid todo va mucho más rápido y hay que amoldarse al nuevo vehículo que le han dado. Más pronto que tarde tendrá una colisión con Bendodo, al igual que este la tendrá con Gamarra. En ese arte de los opuestos para la misma función, Mariano Rajoy era tan artista que consiguió que sus dos manos, Soraya Sáenz de Santamaría y Dolores Cospedal se amputaran mutuamente sus posibilidades de sucesión.

La caja fuerte, el lugar último de los secretos y del control de cualquier organización y Gobierno, tiene nombre y apellidos. Juan Bravo es quien mejor entenderá el pasado de José María Aznar y de Cristóbal Montoro.

También el de la posible herencia de María Jesús Montero, si llega a heredar su puesto en el asalto a los cielos de Feijóo. Él es el gran elegido contra los sustos de los dineros que nunca debieron existir, pero que existieron. El guardián de todos los demás. La última firma.

De su pluma y de sus números deberían haber salido las intervenciones del líder del PP en el Hemiciclo de la Carrera de San Jerónimo, aunque la voz fuese la de Cuca Gamarra. Los datos son los pesos pesados de los próximos meses, tanto en la política española como en la europea.

Y, en ese territorio, las dos manos y los dos cerebros que deberían unirse son los de Bravo y González Pons.

El resto es pura tertulia mediática.

Raúl Heras es periodista.

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