Qué esperar del nuevo Parlamento Europeo

Lo esperable ha terminado por ocurrir. La recesión más profunda que han atravesado los países europeos desde la creación de la UE ha llevado a los electores a redibujar los equilibrios de fuerzas en el Parlamento Europeo. Aunque las dos grandes familias políticas de la UE, demócrata-cristianos y socialdemócratas, siguen siendo mayoría, han emergido con fuerza dos nuevos tipos de partidos: los eurófobos, que con un discurso nacionalista y anti europeo más o menos radical piden un retroceso en la integración; y los euro críticos que, especialmente desde la izquierda, piden una Europa diferente, menos neoliberal y más social.

Estos resultados tendrán implicaciones para el proceso de construcción europea. El mensaje de insatisfacción de los votantes ha erosionado las bases tradicionales de apoyo a lo que ha sido la integración en las últimas décadas, que ha primado la consolidación del mercado interior y la creación de la unión monetaria sobre los elementos de integración política. Y esto exigiría repensar el rumbo del proyecto, bien dando un gran salto adelante hacia la construcción de unos “Estados Unidos de Europa” capaces de recuperar los valores tradicionales europeos (especialmente la economía social de mercado) o bien, si esto no es posible, dando marcha atrás en algunos elementos del proceso de integración para que el proyecto sea viable.

Aunque este será el gran debate en la UE durante los próximos años, para bien o para mal, el Parlamento Europeo tendrá un papel marginal en el mismo. Es cierto que desde que entró en vigor el Tratado de Lisboa en 2009 el Parlamento Europeo es más poderoso gracias a su capacidad de codecisión. Pero también es cierto que su capacidad para afectar a la legislación que inicia la Comisión – siempre bajo la atenta mirada de un Consejo Europeo cada vez más poderoso – es limitada. En la mayoría de los temas las normas le llegan precocinadas, y su capacidad de modificarlas es limitada. Además, algunos de los elementos clave de la legislación que se ha aprobado en los últimos años para hacer frente a la crisis del euro ni siquiera ha pasado por el Parlamento. Tanto el Pacto Fiscal como el Mecanismo Europeo de Estabilidad se han aprobado mediante acuerdos intergubernamentales, no mediante el método comunitario; y el fondo de resolución de la unión bancaria a punto estuvo de salir adelante sin input del Parlamento.

En el área económica, la próxima legislatura europea estará marcada por dos temas: el rediseño del euro y el acuerdo de libre comercio e inversiones con Estados Unidos, conocido como TTIP, por sus siglas en inglés.

En el primero de los temas, el de la interminable crisis del euro, la hoja de ruta está trazada y, por lo apuntado arriba, el Parlamento tendrá poca capacidad para modificarla. Es de esperar que populares, socialistas y liberales apoyen con pocas fisuras el avance de la unión bancaria, así como los primeros pasos hacia la unión fiscal que podrían llegar a continuación, por lo que la capacidad de influencia (o bloqueo) de los nuevos partidos será limitada. Lo que sí podría ocurrir es que el  auge del Frente Nacional en Francia asuste tanto al establishment alemán que el gobierno de Angela Merkel acepte acelerar y mejorar (con más fondos) el proceso de unión bancaria y fiscal. Esto sería sin duda una buena noticia, pero, de producirse, la negociación clave tendría lugar en el Consejo y no en el Parlamento.

En el TTIP el Parlamento sí que puede tener más capacidad de influencia. Al igual que el Congreso de Estados Unidos funciona como un actor con capacidad de veto en las negociaciones comerciales que negocia el ejecutivo, y por eso siempre se debe contar con su opinión a la hora de forjar acuerdos, el Parlamento Europeo, al tener que ratificar cualquier acuerdo comercial negociado por la Comisión, también se ha convertido en un actor a tener en cuenta. Dada la composición del nuevo Parlamento, los únicos apoyos sin matices al TTIP procederán de los conservadores y los liberales. Tanto los socialdemócratas como los partidos críticos no dudarán en no ratificar el acuerdo si lo consideran desequilibrado; es decir, si perciben que sitúa los intereses de las grandes empresas por encima de los de los consumidores, algo que ya está ocurriendo en varios países, incluida Alemania. Por ello, es probable que el Parlamento esté bastante involucrado en la negociación, lo que sin duda aumentará el poder de negociación de la UE ante unos Estados Unidos que no están acostumbrados a hacer concesiones cuando negocian acuerdos comerciales.

En definitiva, aunque el resultado de las elecciones ha generado un terremoto sin precedentes, el impacto práctico del nuevo Parlamento en los temas económicos será limitado. Eso no significa, ni mucho menos, que las cosas no estén cambiando en Europa.

Federico Steinberg es investigador del Real Instituto Elcano y Profesor del Departamento de Análisis Económico de la Universidad Autónoma de Madrid. Publicado el 30/5/2014 en Expansión.

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