Qué está haciendo esta crisis con nuestros líderes

Poco tienen en común el Desastre de Annual con la Segunda Guerra Mundial y menos aún la Operación tormenta del desierto con el crack del 29, excepto que en todos esos eventos, catastróficos para la vida y la hacienda de muchas personas, hubo líderes políticos hasta ese momento indiscutibles que fueron arrastrados por la marea de la historia mientras surgían nuevos liderazgos tan inesperados como a partir de ese momento indispensables.

Las grandes crisis, y más tras la eclosión de internet y la democratización de la televisión digital, son auténticas picadoras de carne de político, un reality show darwinista al que solo los más fuertes e inteligentes pueden sobrevivir.

Si tiramos de manual de comunicación política y observamos un poco lo sucedido a lo largo de la historia en los países democráticos de nuestro entorno la conclusión es evidente: quien mejor lo tiene no solo para sobrevivir sino para medrar en un evento catastrófico como el que vivimos es quien ostenta el poder político.

La ciencia política norteamericana, que es la que más ha estudiado este fenómeno, conoce este efecto como Rally'round the flag (algo así como reunirse alrededor de la bandera) y explica que en un momento de crisis, especialmente en casos de guerra, el ciudadano tiende a entregar su apoyo incondicional a quien ostente el poder independientemente de su ideología, de tal suerte que cualquier crítica política por parte de la oposición, incluso aquellas que sean ciertas y razonables, tienden a volverse como un boomerang contra quien las profiere, haciendo que la opción más útil para un líder de la oposición sea apoyar incondicionalmente al gobernante en ejercicio y guardarse las críticas para más adelante.

Un efecto secundario de este síndrome hace que quien ostente el poder en el momento de iniciarse la crisis aumenta en valoración ciudadana de forma automática y exponencial. Así pasó con Kennedy en la crisis de los misiles con la URSS, con Jimmy Carter en la crisis de los rehenes con Irán o con mismo Barack Obama en la operación que dio muerte a Bin Laden.

Y algo similar está pasando en nuestro entorno con la crisis del coronavirus; si observamos las valoraciones de los presidentes o primeros ministros que están a cargo de atajar esta peste no han dejado de subir. Y da casi igual que estén gestionando la crisis sanitaria con solvencia y efectividad como Merkel, Trudeau o Macron, o que vayan de desastre en desastre como Trump o Boris Johnson, todos han recibido un bonus de confianza de la ciudadanía que ha hecho que sus tasas de aprobación estén alcanzando récords históricos.

¿Y qué está pasando en nuestro país?

Si atendemos a las últimas encuestas publicadas, la opinión pública española tiene un importante problema de bipolaridad acentuado por el obligado encierro monacal que estamos soportando, ya que mientras por un lado la valoración del presidente Sánchez ha crecido moderadamente, es decir, no ha crecido como ninguno de los líderes antes mencionados pero algo sí que ha mejorado, los españoles suspendemos con saña nunca antes vista al Gobierno, que ha pasado de estar a comienzos de la crisis en torno al 44% de aprobación a pegarse un castañazo que lo ha llevado a estar 12 puntos más abajo hace escasos días.

Estamos hablando de una caída en valoración de 12 puntos, algo que no veíamos en este país desde el 11-M, lo que nos indica con bastante claridad que algo está fallando en la gestión del Gobierno Sánchez de esta crisis y, sobre todo, que algo serio se mueve en los sinuosos meandros de la opinión pública española. Algo que puede abrir un espacios para la emergencia de liderazgos más o menos inesperados.

¿Y quiénes serían esos líderes inesperados?

La política es desde la época griega un oficio cruel y despiadado que sigue una reglas inmutables, una de las principales nos dice que si un político deja un espacio sin ocupar, este espacio es inmediatamente ocupado por otro. Y todos esos espacios de liderazgo que ha ido dejando libres el Gobierno están siendo ocupados por diversos políticos que están demostrando una adaptación a este difícil terreno digna de un cuerpo bien entrenado de operaciones especiales.

El alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, es sin duda una de las grandes sorpresas de esta crisis, diría que incluso para sus propios votantes.

Un político ciertamente diferente que, tras una campaña errática y una complicada llegada al poder, está demostrando en esta crisis sus mejores virtudes. entre las que destaca una inteligencia natural para entender el momento político, una visión nítida de la crisis como espacio de consenso con la oposición y una capacidad de comunicación a años luz de cualquier otro alcalde, si exceptuamos, claro, a Abel Caballero.

El presidente castellano-manchego, Emiliano García-Page, es el perfecto ejemplo de resiliencia, tras un comienzo polémico de la crisis ha sabido recomponerse, rodearse de su equipo y acometer una actividad política a un ritmo al alcance de muy pocos, llegando incluso a llevar la contraria al Gobierno de España, por cierto, de su propio partido, en defensa de los intereses de los enfermos castellano-manchegos.

A lo que está haciendo Page echándose su región a los hombros en otros países lo llamarían liderazgo.

Seamos sinceros, si hay alguien al que nadie esperaba en esta crisis ese era Pablo Casado, especialmente por que sin un púlpito institucional al que subirse y con todos los espacios mediáticos ocupados por el gobierno, su presencia, tono y relato eran muy difíciles de articular sin caer en el oportunismo.

A pesar de ello, mezclando una lealtad institucional que ha sorprendido a sus críticos (que sin duda rezaban y aún rezan por un Casado ansioso y sobreactuado) con una presencia bien escogida en los medios y con la siempre sana apertura de espacios para la crítica material de algunas decisiones del gobierno, el líder el PP ha conseguido no solo colocar su mensaje sino aumentar su valoración de forma exponencial, lo que ya comienza a tener efecto en las encuestas que se van conociendo.

Casado ha evolucionado desde el político enfadado y escorado a la derecha que compitió en sus primeras elecciones con el resultado que todos conocemos hasta un nuevo espacio político de centro derecha que ya en las anteriores elecciones le otorgó unos resultados mucho más esperanzadores, para finalmente situarse ahora como un político con visión y discurso de estado.

Con el partido de Abascal en franco retroceso preso de sus propios errores ( ya saben, los nacionalpopulistas se manejan mejor con problemas inventados que con problemas reales), Casado parece haber descubierto por fin el gigantesco espacio político que le ha regalado tanto el escoramiento del PSOE como la pérdida al menos momentánea de espacio de Cs.

Casado parece haber templado su discurso y afinado su relato y, si sigue evitando caer en tanto la prisa como en la trampa de competir con Vox en una carrera que no le ha llevado a ninguna parte, puede convertirse en el líder inesperado que surgió de la crisis.

César Calderón es consultor político.

1 comentario


  1. Hay cientos de lideres que solo estan cuidando de su poder, o de su salud... que pena de verdad que los supuestos lideres escogidos en este mundo solo sean personas que busquen su bien personal.

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