Hacia fines de marzo, una inusual secuencia de diplomáticos pasó por la capital de la India. Primero vino el Primer Ministro japonés Fumio Kishida, el Ministro de Exteriores austríaco Alexander Schallenberg y la Subsecretaria de Estado para Asuntos Políticos estadunidense Victoria Nuland. Tras ellos, arribaron el Ministro de Exteriores griego, el Ministro de Exteriores omaní Sayyid Badr Albusaidi y el Ministro de Exteriores chino Wang Yi.
La parada continuó: los siguientes en llegar fueron Gabriele Visentin, enviado especial de la UE para la región indo-pacífica; el Ministro de Exteriores mexicano Marcelo Ebrard; Jens Plötner, asesor de políticas de seguridad y asuntos exteriores del Canciller alemán Olaf Scholz y Geoffrey van Leeuwen, asesor de asuntos exteriores y defensa del Primer Ministro holandés Mark Rutte. Por último, pero no menos importante, vinieron el Asesor Suplente de Seguridad Nacional estadounidense Daleep Singh, la Secretaria de Exteriores británica Liz Truss y el Ministro de Exteriores ruso Sergei Lavrov. También se llevó a cabo una cumbre en línea indo-australiana.
La guerra de Ucrania ha expuesto las vulnerabilidades estratégicas de la India en un difícil vecindario como posiblemente ninguna otra cosa lo habría podido hacer, planteando preguntas fundamentales acerca de la posición global y la seguridad regional del país. Pero, paradójicamente –como mostró la seguidilla de visitantes de alto perfil- el conflicto ha aumentado su importancia estratégica y, en el corto plazo, ha ampliado sus opciones.
¿Ha aprovechado bien el Primer Ministro Narendra Modi este espacio de maniobra? Occidente, incluso mientras busca alinear a la India de su lado con respecto a Ucrania, ha dado señales de comprensión de la dependencia de la India de Rusia sobre el vital tema de su equipamiento de defensa y su larga historia de estrechas relaciones diplomáticas con el Kremlin.
China se ha visto algo sorprendida de encontrarse en la misma posición que la India con respecto a la guerra. Ambos se abstuvieron en una serie de votaciones de las Naciones Unidas que condenaron la invasión rusa y han mantenido abiertos sus canales de comunicación con el Kremlin, a pesar de las sanciones occidentales. El gigante asiático ha estado pidiendo la restauración de relaciones bilaterales “normales” con la India, que han estado congeladas desde los violentos enfrentamientos fronterizos de junio de 2020, en que murieron 20 soldados indios. “El mundo escuchará si China y la India hablan con una sola voz”, se dice que declaró Wang en su reciente visita a Delhi.
Rusia, sin duda ansiosa de agradecer a la India por su “comprensión” de la posición del Kremlin, le ha ofrecido incentivos económicos –particularmente, petróleo y gas con descuentos y fertilizante asequible- para disuadirle de cambiar su postura.
Si bien el prolongado énfasis de la India en su “autonomía estratégica” la ha mantenido alejadas de alianzas formales, su orientación geopolítica general se ha ido inclinando hacia una colaboración especial con Estados Unidos, particularmente en la región indo-pacífica. La India es miembro de la “Quad”, agrupación informal encabezada por EE.UU. que también incluye a Japón y Australia, y que es ampliamente vista como una manera de mantener a raya las ambiciones regionales de China.
Además, el país ha aumentado significativamente sus compras de defensa a Occidente en los últimos años y está buscando, con EE.UU., modernizar su base manufacturera para equipos militares. Es probable que este proceso se acelere con la actual caída en cuenta de la India de que su dependencia en los insumos rusos le impone limitaciones importantes, particularmente en caso de una futura crisis fronteriza con China.
Singh, asesor suplente de seguridad nacional estadounidense, advirtió directamente de que “habría consecuencias” si la India viola las sanciones occidentales contra Rusia, y la conminó a reconocer el menguante valor de sus estrechas relaciones con Kremlin. “Mientras más Rusia se convierta en el socio menor de China, más influencia ganará China sobre Rusia, y eso será cada vez menos favorable para la posición estratégica de la India”, planteó en un canal de TV indio. “¿Alguien cree que si China viola la Línea de Control Real, Rusia saldrá en defensa de la India? Yo no”.
China ha presentado al BRICS (del cual es miembro, junto con Brasil, Rusia, India y Sudáfrica) y a la Organización de Cooperación de Shanghái como modelos de cooperación no occidentales que pueden asegurar un orden mundial multipolar. Pero es improbable que las lisonjas chinas a la India tengan éxito si sus autoridades no están dispuestas a revertir sus réditos militares de las incursiones no provocadas en el Himalaya en la primavera de 2020. La India no aceptará nada menos que un retorno al statu quo previo a abril de 2020 como precio para normalizar las relaciones bilaterales. Todavía está por verse si puede aprovechar las propuestas de China para obtener resultados concretos en ese sentido.
Mientras tanto, Rusia está consciente de que el rechazo de la India a condenar sus acciones en Ucrania no implica un apoyo. En ningún momento ha respaldado la campaña del ejército ruso, y su lenguaje se ha endurecido notablemente a medida que la guerra se alarga. Las declaraciones indias ahora se refieren directamente a la inviolabilidad de las fronteras, el respeto de la soberanía y la integridad territorial de los estados, y la inadmisibilidad de recurrir a la fuerza para resolver disputas políticas, incluso cuando llama a “ambos lados” a emprender negociaciones diplomáticas.
La India también ha proporcionado con presteza asistencia humanitaria a Ucrania, con el envío de 90 toneladas de materiales de ayuda. El probable que esto continúe a medida que se intensifique la destrucción. El país comprará gustosamente insumos esenciales, como petróleo y fertilizantes, a Rusia a precios con descuento y pagando en rublos. Pero su postura en el ámbito diplomático y su menguante dependencia del equipamiento de defensa ruso significan que no está completamente de su lado.
En todo caso, los llamados de la India a la paz en Ucrania habrían sido más creíbles si hubiera dado pasos en esa dirección. Mientras países como Turquía e Israel han estado activamente involucrados en la diplomacia por la paz, la India no ha hecho ningún esfuerzo por jugar un papel mediador, a pesar de en un punto haber enviado cuatro ministros de su gabinete a supervisar la evacuación de ciudadanos indios desde Ucrania. Incluso Lavrov sugirió en Delhi que la India podría ayudar a “apoyar” un proceso de mediación.
La India podría haber usado la atención diplomática que ha recibido a propósito de Ucrania para obtener un papel a la altura de sus aspiraciones de un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU. Lamentablemente, sus ambiciones parecer haber sido demasiado modestas.
El primero en ocupar el cargo de primer ministro de la India, Jawaharlal Nehru, observó en 1946 que “la India, tal como se ha constituido, no puede desempeñar un papel secundario en el mundo. Contará mucho, o bien no contará para nada”. Ucrania es un caso ilustrativo, y el jurado está afuera de la sala. ¿Contará para algo la India actual?
Shashi Tharoor, a former UN under-secretary-general and former Indian Minister of State for External Affairs and Minister of State for Human Resource Development, is an MP for the Indian National Congress. He is the author of Pax Indica: India and the World of the 21st Century (India Penguin, 2020). Traducido del inglés por David Meléndez Tormen.