¿Qué hace la ONU contra el terrorismo?

Por Inocencio Arias, diplomático, embajador de España ante la ONU y presidente del Comité contra el Terrorismo de Naciones Unidas (EL MUNDO, 18/02/04):

Es ya un lugar común el afirmar que el terrorismo es uno de los grandes desafíos que la Humanidad tiene planteados al principio del siglo XXI. Alguien alegaría que hay otros problemas igualmente acuciantes y que afectan a decenas o centenas de millones de personas. Por ejemplo, el hambre o el sida, que vienen arrastrándose desde hace años o décadas y a los que se presta menor atención por ser menos llamativos. Esta afirmación es cierta, pero el hecho de que el terrorismo sea más mediático y obtenga, por sus características, más titulares que otras tragedias no le resta un ápice a su gravedad y a la importante incidencia que sus efectos tienen en el comportamiento de muchos estados, entre otros en el de la mayor potencia de la Historia: Estados Unidos.

Al dudoso le recordaré que el reciente conflicto de Irak o la eliminación de los talibán de Afganistán tendrían una difícil explicación sin la atrocidad terrorista del 11 de Septiembre.Simplemente no habrían ocurrido o se habrían desarrollado de una forma diferente a las acaecidas.

¿Cómo le hinca la ONU el diente a esta amenaza? Las Naciones Unidas, que habían impulsado desde hace años la firma por los estados de diversos convenios sobre terrorismo (contra el uso de explosivos, secuestro de aviones, etcétera), reaccionó con prontitud al mazazo del 11 de Septiembre ocurrido a la vista de su sede (bastantes delegados conocían a alguien que se encontraba en las Torres Gemelas y por Nueva York corrió el rumor insistente de que el edificio de la ONU podía haber sido otro blanco terrorista).

El 12 de septiembre, el Consejo de Seguridad, invocando el derecho a la legítima defensa de cualquier Estado, autorizaba inequívocamente la intervención estadounidense en Afganistán, cuyo Gobierno había sido previamente sancionado por la ONU por apoyar a los terroristas y negarse a extraditar a Bin Laden. La resolución 1368 sentaba un precedente nuevo: legitimaba la actuación militar contra el Estado protector de los perpetradores del 11 de Septiembre de 2001.

A finales de mes, el Consejo aprobaría la resolución vital en la lucha contra el terrorismo, la 1373. Hay que recordar que, al emanar del Consejo de Seguridad y no de la Asamblea General, lo dispuesto en la resolución es jurídicamente vinculante para todos los estados de la ONU. En realidad, bastantes de las obligaciones formuladas en la 1373 estaban ya plasmadas en diversas convenciones internacionales (la de financiación del terrorismo, etcétera), pero éstas no habían sido firmadas o ratificadas por numerosos estados.

El acto del Consejo de Seguridad, la resolución 1373, las convierte en obligatorias para todos. ¿Cuáles son estas obligaciones? Se impone a los estados que adopten la legislación pertinente para colocar fuera de la ley todo tipo de actividades terroristas: se criminaliza dar refugio o ayuda a terroristas y su financiación, y se demanda la cooperación entre los estados (extradición, etcétera) para luchar contra el terrorismo

La resolución creaba un Comité contra el Terrorismo encargado de velar por su aplicación. El comité se ha ocupado fundamentalmente hasta ahora de empujar a los estados a que se doten de una legislación adecuada contra el terrorismo, tanto aprobando las leyes internas adecuadas como ratificando las convenciones internacionales (tratados, etcétera) que la ONU ha elaborado sobre este asunto.

En el primer campo -acomodar las leyes de cada país-, el comité ha pedido informes a los 191 estados de la ONU. Todos han respondido.Para las respuestas insatisfactorias se han solicitado nuevos informes y han surgido las primeras dificultades: 56 estados están atrasados, presumiblemente más por razones técnicas que por falta de voluntad política. En el terreno de las ratificaciones, el progreso, aun enorme, es desigual. Hay avances espectaculares desde que el comité azuza a los estados. En la Convención de Supresión de Atentados con Explosivo se ha pasado de 28 ratificaciones a 115, en la de Financiación del Terrorismo de cinco a 104 (¡un aumento del 95%!) y en la de Toma de Rehenes de 96 a 136.

El comportamiento por regiones diverge, sin embargo, sustancialmente.Europa tiene una alta tasa de ratificación (80% de las convenciones); América, presentable (más del 50%); Asia, inferior con enormes lagunas en el sudeste del continente y muy pobre en Oriente Próximo.Muchos estados han ratificado la Convención de Seguridad Aérea, pero poquísimos las demás.

La labor del Comité de Impulso de la Legislación en los Países será cubierta a medio plazo, prestando la asistencia necesaria a los países que la soliciten. Pero llegará, entonces, el momento de la verdad. Habremos hecho los deberes sobre el papel. Los estados, acuciados por el comité y por lo tanto por el Consejo de Seguridad, han aprobado una legislación aseada, adecuada para combatir el terrorismo. Pero, ¿la aplicarán? ¿Se tomarán en serio el tema o ahora que han contentado al consejo mirarán para otra parte? Es necesario que el Comité contra el Terrorismo tenga los medios para comprobarlo y, en caso de incumplimiento voluntario, de denunciarlo ante el consejo y la comunidad internacional.De ahí que el comité necesite un brazo ejecutivo, una oficina, no excesivamente numerosa pero sí con prestigio, a cuyo frente haya una persona conocedora, con la autoridad y estatura suficiente para tener el respeto necesario tanto en los países como en la ONU. Esta figura deberá tener la capacidad de exponer ante el secretario general de la ONU y ante el consejo, sin ataduras, sin clientelismo, qué países violan ruidosa o calladamente la resolución 1373 y cuáles la cumplen. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas tendrá entonces que decidir si procede tomar medidas.

Ingenuos son los que creen que el terrorismo afecta sólo a Estados Unidos (aunque este país haya sufrido un 40% de los atentados ocurridos en los últimos años) o al mundo occidental. Los hechos desmienten esta falacia. También los que sostienen que los perpetradores son normalmente los fundamentalistas de un determinado credo religioso. La realidad no lo prueba.

De otro lado, es cierto que la comunidad internacional debe eliminar las injusticias que se arrastran desde hace décadas, pero es también ilusorio encontrar en la pobreza la causa principal del terrorismo. Hay países paupérrimos del planeta que no lo sufren y otros ricos que lo padecen desde hace años. El origen de los autores del 11 de Septiembre no casa con esa afirmación: son procedentes de familias desahogadas y bastantes de ellos de un país próspero.

El hecho es, con todo, que el terrorismo, presente ya en la antigüedad, no ha amainado con la entrada del siglo. Lo que es peor, es más letal; la globalización, el progreso tecnológico, la proliferación del terrorismo suicida lo convierte en un fenómeno de un potencial devastador. Estados o sociedades bien pertrechadas, militar o moralmente, son claramente vulnerables ante los propósitos de unos desalmados. La posibilidad de que los terroristas tengan acceso a las armas de destrucción masiva, nuclear, química o biológica ya no es ciencia ficción ni producto de la mente de un guionista de cine.

Un puñado de cartas con unos gramos de ántrax paralizó a la Administración estadounidense. Los centenares de litros del mismo producto sobre cuyo paradero, según el inspector Blix de la ONU, Sadam Hussein no daba ninguna explicación fueron parte de la base de la intervención en Irak. El gas nervioso sharin sembró el pánico en el metro de Tokio. Tarde o temprano, la ciencia ficción se convertirá ominosamente en realidad.

Las Naciones Unidas deben contar con los instrumentos para aminorar, en los efectos y en la frecuencia, esa posibilidad. La eficacia de la organización en este terreno reducirá las tentaciones unilateralistas de los poderosos y aliviará el sufrimiento humano.