¿Qué hacemos con los Ninis?

Evidentemente tratar a toda costa de que dejen de serlo, aunque ese buen deseo no va a resultar fácil. Pero empecemos aclarando que la denominación se refiere a esos jóvenes (habitualmente) entre 15 y 29 años que ni estudian, ni trabajan, ni están realizando algún tipo de formación. El término se utilizó por primera vez en 1999 en el Reino Unido en un informe que los definió como NEET, es decir personas not in education, employment or training.

En España son actualmente algo más de 900.000, una cifra sin duda excesiva que, sin embargo, tienen dos lecturas positivas. Responde a un porcentaje del 12, 3 % (Ninis sobre la población total de 15 a 29 años) que si bien es mayor que la media de la Unión Europea (11,2 %) está por debajo de la que tienen siete de sus países incluidos Italia o Francia. No somos como a veces se dice el país de la Unión con más Ninis. Por otro lado, el volumen actual de esos jóvenes es menor del que teníamos a comienzos de la década pasada, cuando uno de cada 5 jóvenes de las edades mencionadas (1,6 millones) mostraba esa condición.

Esta evolución provoca un sentimiento de optimismo y sobre todo una cierta esperanza de que podamos seguir avanzando en la reducción del volumen de ese colectivo. Pero veamos algunos rasgos de los Ninis españoles. A diferencia de lo que ocurre en los estados de la OCDE y de la Unión Europea, donde hay más mujeres ninis que varones (una proporción de 70/30 %) en nuestro país los sexos están equilibrados. Los bajos niveles educativos son un factor clave de la 'producción' de este grupo de personas que están definidas por el común denominador de lo que no hacen, pero no por las razones de esta inoperancia. Los Ninis no son un conjunto homogéneo, sino diverso definido por la combinación de criterios familiares, sociales, laborales, económicos o mentales.

Los que no estudian responden a diferentes situaciones. Están quienes no pueden hacerlo si bien esta categoría pierde fuerza y efectivos ante las mayores facilidades que existen hoy para formarse en cualquier nivel educativo. Y están los que pudiendo no quieren hacerlo por considerar que las enseñanzas recibidas no les van a proporcionar ninguna ventaja para incorporarse al mercado laboral o dentro de él para satisfacer las exigencias de los empleadores. En el mundo universitario tenemos demasiados alumnos que se nos caen por el camino, lo cual alerta de que algo no estamos haciendo bien. En algunas encuestas, los estudiantes critican la falta de interés del profesorado, su formación inadecuada sobre todo en capacidades digitales, o la escasa aplicabilidad de las enseñanzas recibidas. Pese a todo, la estadística demuestra que las oportunidades laborales tienen una correlación muy alta con los niveles educativos alcanzados, pero eso los Ninis o no lo saben o no quieren saberlo.

Los que no trabajan se dividen a su vez en dos grandes categorías: los que no tienen empleo, pero lo buscan y los que deliberadamente no lo hacen, quizás tras sucesivos intentos fallidos que les han hecho perder ilusión y esperanza.

Los Ninis más complicados, alguien diría que los verdaderos Ninis, son aquellos que han abandonado tempranamente los estudios con muy bajo nivel de cualificación y que no se plantean volver a las aulas y al mismo tiempo renuncian a buscar trabajo ante las dificultades que ofrece un mercado laboral que no da demasiadas facilidades a los jóvenes que se ven abocados a una situación obligada de ocio, frustrante, incómoda, agobiante y, por supuesto, improductiva. Por supuesto, en la clasificación hay que incluir a los que renuncian de forma deliberada a trabajar y que dan lugar a una categoría irreductible de Ninis y a una clase de autoexcluidos sociales sometidos a una gran vulnerabilidad.

Ninis tenemos por todo el país, pero hay algunos territorios donde las cifras son más altas, como por ejemplo en Melilla (18,5%) y Ceuta (15,1 %) con una proporción alta de jóvenes procedentes de Marruecos u otros países africanos que no se plantean estudiar y no tienen trabajo. Entre las comunidades la situación peor la tiene Andalucía (15,4 %) con valores altos también en los dos archipiélagos y en Asturias. Los porcentajes más bajos corresponden a Cantabria y al País Vasco.

Decía al principio que la solución del problema de los Ninis no es fácil, pero como hemos visto los valores absolutos y relativos de estas personas han ido mejorando en los últimos años. En la Unión Europea la puesta en marcha en abril de 2013 de una Garantía Juvenil cuyo objetivo era proporcionar a todos los jóvenes una oferta de empleo, educación continua, aprendizaje profesional o un periodo de prácticas de buena calidad en un plazo de cuatro meses desde que se quedan desempleados o abandonan la educación formal, dio buenos resultados. La tasa europea pasó de 16 % en 2014 a 11,2 en 2023 y la española evolucionó aún mejor desde un 20,7% al 12,3 % actual. Es necesario mantener y reforzar esa política que en definitiva pretende actuar en los dos frentes que moldean la condición de Nini: el abandono de los estudios y la falta de trabajo. Es imprescindible que los jóvenes que han dejado pronto las clases tengan los incentivos suficientes para volver y definir un marco para el empleo juvenil que mejore las actuales condiciones de temporalidad y precariedad. Tenemos pocos jóvenes en España y todavía vamos a tener menos. No podemos permitirnos que ni uno solo siga manteniendo la condición de Nini.

Rafael Puyol es presidente de la Real Sociedad Geográfica.

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