¿Qué hacemos con Rodolfo Walsh?

Aunque pueda resultar sorprendente a cualquier ciudadano de Latinoamérica medianamente culto, en España un artículo sobre Rodolfo Walsh tiene que empezar diciendo que se trata de un escritor argentino que nació en 1927, al que mataron cincuenta años más tarde en desigual combate, empuñando una 22 frente a unos milicos que lo emboscaron con armas largas; hay quien asegura que no sobrevivió a la balacera y quien sostiene que, herido y todo, fue chupado y hecho desaparecer por la dictadura militar argentina al cumplirse el año del golpe militar de 1976. Rodolfo Walsh acababa de buzonear a las agencias de prensa y embajadas extranjeras en Buenos Aires con un impresionante alegato titulado Carta abierta de un escritor a la Junta Militar. No llegaron a leerla cuando ya lo habían matado.

Hay que proponérselo para conseguir que en España fuera desconocida la obra de Rodolfo Walsh. Y hay que proponérselo porque basta decir que aquí vivían entonces escritores latinoamericanos que lo sabían todo de él. Sin ir más lejos, Gabriel García Márquez, fundador con Walsh de Prensa Latina en 1959, y Vargas Llosa, que aún ejercía de radical y había trabajado para esa misma Prensa Latina montada por Fidel y el Che en vísperas de la toma del poder.

Ahora resulta que en un seminario con jóvenes periodistas latinoamericanos, celebrado en Monterrey (México), y puesto terne y melancólico el maestro al evocar junto a Rogelio García Lupo, allí presente, la fundación conjunta de Prensa Latina, recordó al antiguo compadre Rodolfo Walsh, y añadió, para perplejidad de los bisoños, que no tenían ni idea de tal cosa, que el relato literario en forma de crónica periodística, o la crónica periodística convertida en novela, o alguna otra genialidad al uso, no había nacido como se cree con A sangre fría de Truman Capote, sino con Operación Masacre de Rodolfo Walsh. Lo cual, dicho sea sin ningún respeto por el genio, es una boludez de volumen porteño, porque los dos libros no tienen nada que ver ni en concepción ni en estilo. El de Capote es de 1966 y marca el punto culminante de su efímera carrera como escritor - el resto será fiesta y decadencia-, y el de Walsh es de 1957, y son crónicas periodísticas luego convertidas en libro, en las que apenas apunta lo que será luego su carrera como prosista.

Posiblemente debamos al aliento de esa ingeniosa frivolidad de García Márquez que al fin se atienda en España la figura de Rodolfo Walsh con la publicación de Operación Masacre,en una hermosa edición de 451 Editores. Lo digo no sin cierto retintín, porque cuando el año pasado apareció en la barcelonesa El Aleph un volumen titulado Los irlandeses,con un viejo prólogo-entrevista de Ricardo Piglia al autor, casi se puede decir que salió en clandestinidad, y eso que en mi opinión ahí están dos cuentos que considero la mejor literatura de Rodolfo Walsh: Los oficios terrestres e Irlandeses detrás de un gato.Excuso decir que el apellido Walsh constituye una herencia irlandesa, quizá una más tratándose de un hombre que siempre fue fiel a dos rasgos que se consideran típicos del emigrante irlandés: un carácter fuerte y unas convicciones asumidas sin subterfugios.

Pero si traigo hoy a colación a Rodolfo Walsh no es sólo por una cuestión literaria ligada a la aparición en España de uno de sus libros emblemáticos, Operación Masacre, sino porque la figura de Walsh trasciende la literatura, la enriquece y la desfigura al mismo tiempo, obligándonos a plantearnos cuestiones muy vivas que están mucho más allá de una disputa pedante sobre si Walsh fue el anti-Borges,como refiere Osvaldo Bayer, o fue el más auténtico y actual de los escritores argentinos del siglo XX, cosa difícil de admitir tratándose de una época y una literatura quizá sin parangón en la lengua castellana. Entre otras cosas porque la segunda mitad del siglo XX produce una traslación hacia Latinoamérica del castellano como lengua literaria, que podría resumirse de manera concisa y radical: de allí sale mejor literatura y allí se habla mejor castellano. La literatura española (made in Spain)de la segunda mitad del siglo XX me parece un monótono desierto con jaimas.

Cuando Walsh escribe Operación Masacre es un periodista con ambiciones literarias y ninguna pretensión política. Lo escribirá él mismo en el epílogo de la primera edición argentina. "Como periodista, no me interesa demasiado la política... No soy peronista, no lo he sido nunca ni tengo intención de serlo". Y añade una frase reveladora: "Bajo el peronismo no habría podido publicar un libro como este". Pero no tarda en hacerse peronista y cuando escriba su segundo libro de investigación periodística, ¿Quién mató a Rosendo? (1969), no sólo es un militante cualificado que reconstruye el asesinato de un sindicalista por el dirigente metalúrgico Augusto Timoteo Vandor, sino que organiza el operativo que acabó con la vida de este mafioso del sindicalismo argentino. Y eso el mismo año que apareció su ¿Quién mató a Rosendo?,lo cual nos hace dudar si se trataba de un libro, de una lápida o de las dos cosas en una.

Los españoles de mi generación tenemos una dificultad biológica - mejor sería decir biográfica- para entender el peronismo. Para nosotros Juan Domingo Perón era un sátrapa corrupto que vivía en una mansión de la madrileña Puerta de Hierro bajo el manto protector del Generalísimo Franco. Y por más esfuerzos que hicimos, aún es el día que estamos imposibilitados para valorar sin sarcasmo a Evita como Rosa Luxemburgo porteña, y menos aún a Perón como Karl Liebknecht. Padecemos eso que algunos argentinos llamaban "aristocrática visión europeísta de la historia". Rodolfo Walsh escribió un breve y brillante cuento titulado Esa mujer (1964), en referencia a Evita Perón, que merece figurar en cualquier antología de los cuentos más bellos que se hayan escrito. También trató de escribir Ese hombre,en el que narra un singular encuentro con Perón en Puerta de Hierro, que no acertó a terminar, lo que dicho sea de paso, honra su buen hacer literario. Estaba ya en 1972 y la figura de Perón se resquebrajaba.

Los comentaristas recientes de Operación Masacre - libro que yo jamás recomendaría para conocer la literatura de Walsh, por más que tenga un comienzo narrativo espectacular, que luego decae, porque está pensado para papel periódico y no para hoja de libro- señalan con pompa y circunstancia que en 1973 Rodolfo Walsh fue ascendido a oficial 2. º del ejército montonero. Y la verdad es que si no hubiera corrido tanta sangre y hubiera muerto tanta buena gente asesinada en aquella sucísima masacre que fue la dictadura militar argentina, si no fuera por eso, digo, sería para esbozar una sonrisa cruel de conmiseración. Vendría de lejos, porque su hija Vicky se suicidó de un disparo antes que entregarse viva a los milicos un 29 de septiembre de 1976 y también era oficial 2. ª del ejército montonero. Unos meses después lo matarán a él en una calle de Buenos Aires, cuando lo de oficial 2. º tenía el mismo valor militar que haber pertenecido a la Armata Brancaleone o al ejército de Pancho Villa. Si hay algo que distingue a la literatura de la política es que la literatura se lleva mal con la ortodoxia, exactamente lo contrario del hacer político. Otra cosa es la resistencia frente a la iniquidad.

Cambiemos el chip de la nostalgia, no sólo porque ampara nuestros errores e incluso nuestros crímenes. Rodolfo Walsh es un escritor excepcional de narraciones breves, que por ser fiel a sus convicciones postergó su carrera literaria a la espera de poder hacerla en un mundo más justo. Como no alcanzó a lograrlo, hoy se le puede recordar como narrador brillante, en busca de esa novela que no acaba de ver y que persigue en sus dietarios. También como luchador en un grupo, de aberrante heroicidad, que le desmerecía.

Gregorio Morán