Qué hacer y no hacer en el regreso a clases ante el COVID-19

Estudiantes en el regreso a clases presenciales después de más de un año de lecciones en línea por el COVID-19, en Ciudad Juárez, México, el 30 de agosto de 2021. (REUTERS/José Luis González) (Jose Luis Gonzalez/Reuters)
Estudiantes en el regreso a clases presenciales después de más de un año de lecciones en línea por el COVID-19, en Ciudad Juárez, México, el 30 de agosto de 2021. (REUTERS/José Luis González) (Jose Luis Gonzalez/Reuters)

Una de las peores consecuencias de la pandemia de COVID-19 ha sido la imposibilidad de recibir educación en las aulas y fuera de las pantallas, particularmente para los niños, quienes requieren más de la socialización y la guía de los maestros.

La educación en línea tiene algunas ventajas, pero en países como México su aplicación carece de equidad pues hay estudiantes que no tienen acceso a servicios de internet o incluso a señal de televisión. Hoy sabemos que es deseable volver a clases presenciales y que se puede hacer con una seguridad razonable. Sin embargo, la pandemia aún no termina y es necesario tomar acciones eficientes para que tanto estudiantes como el personal de las escuelas estén más protegidos. También, dejar de dedicar esfuerzos a medidas que no funcionan. Aquí hay una lista de ambas acciones.

Lo que sí debe hacerse:

Vacunarse. La vacunación de todo el personal es fundamental. Las autoridades escolares deben buscar que su personal se vacune en cuanto le sea posible, al igual que el alumnado que sea elegible. La vacunación de jóvenes a partir de los 12 años ha facilitado el regreso a clases en los países donde se ha aplicado pues, hasta hoy, no queda duda de que quienes están vacunados tienen menor riesgo de infectarse o enfermar gravemente. Por desgracia, esta vacunación aún no se da en México y algunas zonas de América Latina. La variante delta de COVID-19 ha complicado la situación, pues es capaz de transmitirse con facilidad y de infectar incluso a las personas vacunadas; estas infecciones, sin embargo, tienden a ser leves. Esta variante ha sustituido en meses recientes a las demás en la mayoría del mundo.

Usar cubrebocas. No hay dudas sobre su utilidad y usarlo debe ser una obligación para todas las personas mayores de dos años, sin importar el estado de vacunación. Debe usarse en toda actividad interior y en exteriores cuando se espera que haya tumultos o cercanía estrecha entre la gente. Es fundamental en el transporte público para ir a la escuela. El personal y el alumnado deben mantenerse con cubrebocas en todo momento, excepto para comer o beber.

Ventilar espacios cerrados. Es crucial ventilar las aulas o autobuses de transporte: hay un alto riesgo de transmisión por las gotitas en el aire que se generan cuando una persona contagiosa habla, o incluso si solo exhala. La ventilación puede resultar tan importante, e incluso más, que el uso del cubrebocas. Se recomienda abrir puertas y ventanas todo lo posible. Incluso abrirlas parcialmente puede resultar de gran utilidad cuando la diferencia entre la temperatura interior y exterior es mucha, o en vehículos en movimiento. También es recomendable usar ventiladores que dirijan el aire hacia fuera. Cuando es imposible la ventilación natural, se puede recurrir a filtros. Se debe preferir realizar actividades en exteriores, siempre que el clima y las instalaciones lo permitan. Hay que evitar hacer ejercicio en interiores, así como actividades que involucren agitación respiratoria o levantar la voz. Las actividades de educación física que se hagan en exteriores, cuidando la distancia mínima de un metro, no requieren del uso de cubrebocas.

Mantener la sana distancia. Debe ser de al menos un metro en interiores. Cuando haya grupos de estudiantes de gran tamaño (cada persona necesita aproximadamente dos metros cuadrados de espacio) que no permitan mantener la distancia, conviene dividirlos en subgrupos que acudan en días alternos. En condiciones de alta incidencia de enfermedad, algunas escuelas encuentran útil dividir temporalmente a las y los alumnos en “burbujas” que no se mezclen en actividades en interiores. Pueden irse abandonando en la medida que la situación sea más manejable, pues es difícil mantenerlas activas y dificultan la logística.

Facilitar el acceso a pruebas de laboratorio. Deben hacerla todas las personas que tengan síntomas o hayan tenido contacto prolongado con alguien enfermo. Se pueden utilizar dos tipos de pruebas: las de ácidos nucleicos (PCR) o las de antígenos; las primeras suelen ser más costosas, pero tienen mayor capacidad de detección. Idealmente, deberían ofrecerse pruebas semanales para todos con el fin de descartar asintomáticos no vacunados. Si no es posible, conviene al menos hacer pruebas de tamizaje de 10% de las y los estudiantes asintomáticos no vacunados una o dos veces cada semana, de acuerdo con las condiciones locales, la tasa de transmisión en la comunidad y los costos. Cuando la tasa es baja, se puede hacer una sola prueba aleatoria de PCR en un grupo de cinco personas y, si sale positiva, entonces hacer pruebas a cada persona. Cuando se detecte un caso, deberá mandarse a aislamiento a quien resultó afectado y a cuarentena de 14 días a sus contactos.

Higiene de manos y etiqueta respiratoria. Aunque la transmisión por contacto es un factor menor en el COVID-19, la higiene de manos —puede hacerse con preparaciones de alcohol al 60-70% en mayores de seis años— debe alentarse antes y después de ingerir alimentos, o de manipular objetos sucios; en los baños debe haber lavabos con agua y jabón. La etiqueta respiratoria consiste en cubrir la boca y nariz al toser y estornudar, generalmente con el pliegue del codo. Si se estornuda con el cubrebocas puesto, este deberá cambiarse a la primera oportunidad.

No acudir enfermo. Es una recomendación lógica para el personal académico, administrativo y el alumnado. Pero para que las y los trabajadores puedan hacerlo, es importante que no se les afecten sus ingresos o prestaciones con políticas no punitivas y pago por incapacidad laboral. La escuela debe mantener contacto con los enfermos para continuar su aislamiento en caso de ser necesario, así como favorecer que las autoridades de salud busquen a los contactos que deban someterse a cuarentena. Los contactos cercanos deben someterse a pruebas para descartar la infección.

Limpieza y desinfección. El SARS-CoV-2 se transmite fundamentalmente por la vía aérea. Por eso es recomendable hacer la limpieza normal y habitual de los espacios físicos. Sin embargo, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos recomiendan una limpieza profunda con desinfectantes cuando haya casos detectados.

Medidores de CO2. Estos permiten estimar, con una medición indirecta, el grado de contaminación del aire que respiramos. Las mediciones en exteriores suelen ser de alrededor de 400 ppm de CO2. En general, no deben permitirse actividades interiores cuando los niveles alcanzan 800 ppm o más.

Plan para visitantes y proveedores de servicios. Lo ideal es mantener al mínimo necesario dichas visitas. Deben tener un protocolo de sana distancia e indicaciones de no acudir en caso de enfermedad. Los servicios de cafetería deben darse preferentemente en exteriores o en interiores bien ventilados; el personal debe usar cubrebocas todo el tiempo y las y los usuarios deben también mantenerlo puesto, excepto cuando coman.

Lo que no es necesario hacer:

Colocar túneles sanitizantes a la entrada.

Colocar tapetes sanitizantes.

Colocar “filtros” de entrada para verificar la temperatura corporal.

Esparcir agentes desinfectantes en los edificios y el mobiliario, o sobre las personas en su ingreso a la escuela.

Colocar mamparas entre escritorios o pupitres, ya que impiden la circulación del aire y empeoran su calidad.

Alejandro Macías es médico infectólogo, catedrático de la Universidad de Guanajuato, investigador nivel 3 del Sistema Nacional de Investigadores y excomisionado para la influenza en México.

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