Qué le ha pasado a Alemania

La suerte ha cambiado. Los errores en serie del Gobierno alemán en su gestión de la pandemia han acabado con toda noción de la competencia o la superioridad alemana. La semana pasada, durante un programa de debate, un grupo de expertos coincidió en lo que uno de ellos denominó un fracaso del Estado, en referencia al estado disfuncional de todo el aparato del Gobierno y el Parlamento.

Merkel, al ser ella misma científica de formación, está más dispuesta a escuchar los consejos científicos, y quizá sea más probable que entienda la sutileza de las recomendaciones que le hacen. Pero, cuando está bajo presión, es tan propensa al pánico como los demás políticos. La semana pasada se vio obligada a dar un giro de 180 grados. Los científicos a los que normalmente escuchaba querían que el Gobierno mantuviese el umbral previamente acordado de 35 contagios por 100.000 habitantes para levantar el confinamiento. Merkel apoyó un compromiso para elevarlo a 100, lo cual está por encima de la actual tasa media nacional, que ronda los 60. Esto autoriza a algunos de los primeros ministros de los Estados federados a poner fin a las limitaciones si lo desean a pesar de los retrasos con la vacunación. Hasta este fin de semana, solo el 6% de los alemanes han recibido la inyección, frente a un 40% en el Reino Unido.

No es casualidad que en el Reino Unido la suerte política haya cambiado en el sentido contrario. El último sondeo YouGov sitúa a los conservadores 13 puntos por delante de los laboristas. El pasado mes de enero, es decir, no hace tanto tiempo, los segundos llevaban cuatro puntos de ventaja. En las Islas Británicas la suerte también ha cambiado. Y puede que vuelva a cambiar. Los giros políticos masivos no son ruido. Los británicos han decidido que su Gobierno está haciendo un buen trabajo, entre ellos, personas que se opusieron al Brexit. Los alemanes han decidido que su Gobierno ha metido la pata en la estrategia de vacunación, entre ellos, votantes de la CDU. Al final, las vacunas acabarán desplegándose. Se prevé que, a partir de abril, la vacunación se acelere en toda la Unión Europea. Si todo va bien, para finales de verano se debería poder alcanzar un cierto grado de inmunidad de grupo. Incluso en el Reino Unido, con su servicio nacional de salud, se tardó alrededor de tres meses en llegar a ese nivel. Vacunar a toda una población constituye un desafío logístico extremo, sobre todo en países con sistemas de salud descentralizados, como el de Alemania.

Los sondeos en Alemania comenzaron a registrar el descontento con la gestión de la crisis por parte del Gobierno ya el pasado noviembre. En enero, cuando los ánimos empezaron a cambiar, las encuestas de intención de voto para las elecciones generales seguían dando bastante ventaja a la CDU/CSU. Ahora, las grandes cifras también se han suavizado. Este domingo se celebran elecciones importantes en dos Estados federados: Baden-Wurtemberg y Renania-Palatinado. Los últimos sondeos estatales mostraban un ligero descenso del apoyo a la CDU. Si estos números se mantienen, sería un mal resultado, pero no catastrófico. No está claro en qué situación dejarían a Armin Laschet, el nuevo líder de la CDU, en su ambición de convertirse en el candidato a canciller por su partido. Cuanto peor le vaya a la CDU este fin de semana, más oportunidades tendrá Markus Söder, primer ministro bávaro y líder de la CSU, de suceder a Merkel.

¿Cambiará la suerte de la CDU una vez que el programa de vacunación se haya puesto en marcha? ¿Pensará la gente que el Gobierno cometió un error perdonable o coincidirá en la idea de fracaso del Estado? Cuando los programas de vacunación alcancen la masa crítica, la gente se sentirá aliviada de que todo haya pasado. Puede que se incline por que lo pasado, pasado está. Por otra parte, en algún momento será posible medir los errores de la política del Gobierno en número de muertos. Así que, aunque se quiera pasar página, no está nada claro por qué se iba a querer elegir por fuerza a los mismos. No preveo que el asunto se disipe tan rápidamente.

Los analistas políticos alemanes han acuñado el concepto, útil pero vago, de Wechselstimmung para referirse a un estado de ánimo generalizado en el país que combina la sensación de que un Gobierno ya no está haciendo las cosas bien con la esperanza de que otro nuevo traerá el cambio. Por primera vez desde que Merkel se convirtió en primera ministra en 2005, creo que esto es lo que se respira. Durante las elecciones de 2017, la derecha política se sintió decepcionada con su política con los refugiados, pero el centro se mantuvo firme. Ahora, tanto el centro como la derecha están insatisfechos, y la izquierda ya no quiere estar en una coalición con ella.

Cuesta imaginar que estamos en el tercer mes de 2021 y que, mirando atrás, vemos los buenos tiempos de 2020 en los que la canciller alemana era admirada por su firme liderazgo dentro y fuera del país, y en los que el número de contagios y muertes por covid-19 era bajo en comparación con lo normal en Europa. Esto nos recuerda que, al fin y al cabo, Alemania no es tan diferente, salvo porque la distancia entre la percepción que tiene de sí misma y la realidad es un poco mayor. Y también nos recuerda el poder de los acontecimientos inesperados.

Wolfgang Münchau es director de www.eurointelligence.com. Traducción de News Clips.

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