¿Qué pasa?

Al mismo tiempo, he recibido cuestionarios sobre México, uno de China, el otro de Grecia. Asombrado, un poco confundido, las preguntas provenían de dos países que, uno en el Extremo Oriente, el otro en Europa, representan el origen de una cultura que, de una u otra manera, nos incluye. Por eso, antes de contestar, pensé en China y en Grecia, ayer y hoy. ¿Qué les debemos?

La respuesta griega es la más fácil. La antigua Grecia rompe con el despotismo oriental. Lo vence en Maratón y Salamina y a los cartagineses y los etruscos enseguida. Pericles crea las instituciones del Estado democrático en el siglo V antes de Cristo. Grecia inventa el teatro moderno: Sófocles, Esquilo, Eurípides. Crea la narrativa histórica moderna: Tucídides, Jenofonte. Enseña a pensar: Sócrates, Platón, Aristóteles. Da leyes y organiza la política para la polis, la ciudad-Estado.

China, en cambio, vive un largo aislamiento desde la primera dinastía, los Chang, en el siglo XVIII antes de Cristo. Sufre numerosas usurpaciones, guerras, revueltas, combate a bárbaros y nómadas. Las dinastías se suceden. Los pensadores se llaman Confucio y Lao-Tse. Kublai Khan crea el imperio del medio. Marco Polo viaja a China y le regala a Europa los inventos orientales: la imprenta, la pólvora, la vacuna, el papel-moneda y la brújula.

En el siglo XIX, el colonialismo europeo ocupa buena parte de la costa china. Sun Yat-sen inicia la Revolución Republicana en 1911. Japón invade China. Chiang Kai-shek resiste con un Gobierno corrupto al cual se opone el Partido Comunista encabezado por Mao Tse-tung. La “Larga Marcha” conduce a la victoria comunista.

Entre 1956 y 1957 se pide que “Florezcan Mil Flores”. La Revolución Cultural reimpone el totalitarismo en 1966. China atrae a la izquierda europea desencantada con Moscú. K. S. Karol ve una promesa renovadora para la izquierda occidental en China. Simone de Beauvoir ve una revolución contra el feudalismo y la miseria, un movimiento a favor de la educación y la industria. Pero advierte: “Solo el futuro lo aclarará todo”.

En 1951, durante la guerra de Corea, el general Douglas MacArthur quiso usar la bomba atómica para destruir, de un golpe, a China. El presidente Harry S. Truman destituyó a MacArthur, quien fue recibido como un héroe en los EE UU.

Hoy, China es la potencia rival de Estados Unidos, es dueña de una parte del tesoro norteamericano, invierte y comercia con la América Latina, tiene una gran presencia en África y, no se diga, en Asia. De ser una dictadura totalitaria, ha pasado a ser un capitalismo autoritario. ¿Puede ser capitalista y democrática? La sociedad se remueve y el futuro estará lleno de sorpresas. ¿Seguirá una parte del mundo chino el camino de la democratización política? ¿Seguirá otra parte empeñada en un desarrollo capitalista sin libertades?

Grecia, la madre de nuestra cultura occidental, se hunde en un penoso proceso de deuda impagable, inmensa indignación popular, gobernanza ineficaz, dependencia de la caridad europea y, sobre todo, de los humores de la señora Merkel. Se habla de ruina, expulsión de la Comunidad Europea, venta de islas a particulares griegos o extranjeros.

Las crisis de Portugal e Irlanda fueron superadas. La de Grecia parece no tener salida y sin embargo es solo parte de la crisis mayor de la Comunidad Europea. Hace pocos años, había autores que afirmaban el éxito de Europa, “primera potencia” por encima de los propios EE UU. Hoy, de Reino Unido a España, de Italia a Francia, el sentimiento de crisis se europeíza.

La crisis cruza el Atlántico y se manifiesta en el movimiento de los ocupantes en Estados Unidos, pero las campañas republicanas se desarrollan sin referencia a la actualidad. Gingrich, Santorum y Romney celebran a la nación y condenan a Obama, quien debe frotarse las manos de gusto ante la confusión y debilidad de sus contrincantes. Romney, inclusive, se atreve a decir que este es “el siglo americano”.

Cuando miro a este mundo, cuando pienso en China y en Grecia, en Europa y Estados Unidos , ¿qué les puedo contestar a mis interlocutores griegos o chinos? ¿Cómo presento mi propia problemática mexicana?

Por Carlos Fuentes, escritor.

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