¡Que pidan perdón!

Viena es sede de la Escuela Española de Equitación (Spanische Hofreitschule). Fundada en 1571, el edificio que la alberga, el mejor centro ecuestre del mundo, se construyó por orden del emperador del Sacro Imperio, Carlos VI, rey titular de España entre 1703 y 1714, sin llegar a reinar, y archiduque de los catalanes. El reinado de Carlos VI estuvo marcado por querellas sucesorias de dinastías europeas. Carlos VI renunció al trono de España en 1714 en el tratado de Rastatt. Con estos mimbres, invocando obsoletos privilegios sin vigencia en las modernas democracias, fabrican los catalanistas alforjas que exigen llenar al Estado con dinero, unas veces, o con mayor autogobierno, otras. Ahora bien, cualquier observador objetivo, español o extranjero (y mira que son fáciles de engañar los extranjeros), sabe que el catalanismo es la máscara oportunista y amable del supremacismo secesionista gracias a la cual han obtenido de España casi todo lo que han exigido. De hecho, les ha sido suficiente decir una cosa y pensar otra. Vieja y eficaz táctica, saber mentir es un arte. Encabezando el capítulo XXII de Le Rouge et le Noir, ya citaba Stendhal al jesuita italo-portugués Gabriel Malagrida: «La palabra le ha sido dada al hombre para ocultar su pensamiento». Pero, aunque matemáticamente no sea cierto, todo tiene un límite. También en política. Hasta el río más fatigado llega finalmente al mar, escribió Swinburne.

Un rasgo delator del supremacismo catalanista es que toma a los españoles por imbéciles. Incluidos los españoles que les ríen las gracias y los que les ceden ceremoniosamente el paso y los que les deslizan aduladoramente la mano por la espalda. El supremacismo catalanista toma por imbéciles a los españoles en bloque. Y no me duelen prendas reconocer que, visto el nivel de algunos gobiernos que hemos tenido y cómo han gestionado los conflictos de alta y baja intensidad con la Generalitat, no les falta completamente la razón a los homunculi catalani. Con decir que el punto 11 de las 21 demandas de Torra a Sánchez era «Frenar el deterioro de la imagen de España»…

No obstante, lo de ahora, es decir, lo del 1-O, es distinto. Lo de ahora ha sido un clarísimo golpe de Estado frustrado e incruento (¡por pura suerte!) contra una de las democracias más dinámicas, protectoras y garantistas del mundo que, obviamente, tuvo que defenderse. Lo de ahora es tan distinto respecto a lo que ya hubo históricamente que al secesionismo le va a resultar muy difícil volver a engañar a los españoles por mucho que ponga en práctica el aforismo de Malagrida. Los recalcitrantes golpistas no engañan a nadie -excepto a su hipnotizada masa y algún corresponsal alcohólico destacado en Barcelona- con el paripé que montan estos días ante el TS para descargarse fraudulentamente de las motivadas acusaciones. Digo recalcitrantes porque no se atisba el mínimo arrepentimiento ni ninguna prueba de que si retornaran a sus anteriores responsabilidades políticas y ejecutivas no volverían a intentarlo.

El comportamiento de Junqueras -ese Sócrates en pantuflas, orinal bajo la cama y cartilla de ahorros- ante el TS es de manual del golpista irredento. No reconoce ni adarme de culpabilidad y responsabiliza al Estado de violencia buscando que en el extranjero le echen finalmente un capote. ¿Tanto le cuesta a Junqueras confesar que intentó separar a Cataluña ilegalmente? Deberían informarle de que Hirohito -emperador Showa, en Japón- se dirigió al país (1/01/1946) en un histórico discurso radiofónico (Ningen-sengen) reconociendo la falsedad de su «naturaleza divina». En la vida hay que saber perder. No le pedimos tanta grandeza de alma ni altura de miras a Junqueras ni al resto de la tropa golpista, ni es necesario que se pongan de rodillas implorando perdón por todo el daño causado a los catalanes, pero no puede haber clemencia ni magnanimidad -ni a corto ni a medio ni a largo plazo- para con quien no reconoce sus gravísimos errores y se engalla culpando al Estado.

Y sí, los próximos veinte años que pase el muy católico homúnculo Junqueras entre rejas podrá disfrutar de no pocas visitas de la monja independentista Teresa Forcades -enemiga acérrima de las vacunas y promotora de la pócima milagrera MMS, parecida a la lejía, con letales efectos secundarios para la salud- en previsión de reconvertirse, a su liberación, en vendedor de crece pelo.

Juan José R. Calaza es economista y matemático.

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