¿Qué pretende Ibarretxe?

En las generales del 2000, José María Aznar obtuvo mayoría absoluta y se empezó a creer un forjador del siglo XXI. Cogió el mal de altura y, al ver que el PP era la segunda fuerza política de Euskadi, a solo dos puntos y 24.000 votos del PNV, decidió emprender la reconquista. El PNV, tras el fracaso de Lizarra y la ruptura de la tregua, no vivía su mejor momento. Había que expulsarlo del poder. Estudió la operación y puso a Jaime Mayor Oreja al frente de las tropas. Mayor era ministro del Interior y el aspirante más valorado a la sucesión. Y había tejido una complicidad con el socialista Nicolás Redondo Terreros. Con la cobertura intelectual de Fernando Savater, Mayor Oreja entraría en Bilbao como liberador en las elecciones de mayo del 2001. Y él, Aznar, habría infligido una gran derrota al nacionalismo.

Casi lo logra. Pero Juan José Ibarretxe plantó cara y logró una gran movilización electoral. Y votantes de Batasuna, críticos con la ruptura de la tregua y asustados por Mayor, votaron a Ibarretxe. La lista PNV-EA subió a 33 diputados (sobre 75), 6 más que en 1998 y por delante de los 32 del frente constitucionalista. Y además Ibarretxe tenía en la recámara los 3 de EB (la federación vasca de IU). Batasuna perdió la mitad de sus diputados y se quedó con 7.

La operación Mayor había fracasado y Aznar había sido frenado. Pero aquel día a Ibarretxe se le contagió el mal de altura y empezó a pensar que debía llevar al pueblo vasco a la tierra prometida. Así, cuando Aznar ilegalizó Batasuna, él contestó con el plan Ibarretxe, un proyecto de Estado libre asociado. El lendakari sabía que Aznar no daría luz verde, pero quería convertirlo en su banderín de enganche para las elecciones vascas del 2005.

Pero todo cambió. Aznar perdió las generales del 2004, ETA se orientó a la tregua y en el 2005 el resistencialismo, tan eficaz contra Aznar, se estrelló contra Zapatero. La lista PNV-EA bajó de 33 a 29 diputados, cuatro menos que los constitucionalistas (18 socialistas y 15 populares). Pero PSOE y PP no podían sumar, e Ibarretxe gobierna en minoría, con EA y EB, en un tripartito con un diputado menos que los constitucionalistas.

El PCTV, disfraz de Batasuna, no podía ser un aliado sólido y el Gobierno vasco necesitó apoyo socialista para los Presupuestos. La estrella de Ibarretxe empezó a palidecer en el 2005, como la de Aznar en el 2001. E Imaz, el líder moderado del PNV, llegó a la conclusión de que cierta entente con el PSOE era inevitable. Y más cuando --tras el verano del 2006-- intuyó que ETA volvería a matar. El frente nacionalista (del PNV a Batasuna) era un imposible.

Pero el PNV no es monolítico, e Ibarretxe lanzó su idea de la "consulta" sobre el derecho a decidir. Imaz constató que el PNV no podía ir a las elecciones enfrentado al lendakari y dimitió. Y las legislativas del 9-M revolcaron al PNV. Los socialistas ganaron por primera vez en las tres provincias y son la primera fuerza con 430.000 votos, el 38,1%, y 9 diputados, mientras que el PNV se quedó en 306.000 (perdió 114.000), a 11 puntos del PSOE y con solo 6 diputados. El 9-M hubo en Euskadi mucho voto útil a Zapatero, y los resultados no se deben extrapolar a las autonómicas, pero un triunfo socialista en el 2009 parece más verosímil que el de Mayor en el 2001. Ni Patxi López ni Zapatero asustan con ningún frente antinacionalista.

Y mientras Iñigo Urkullu, el sucesor de Josu Jon Imaz, quería moderación para contentar a su amplio electorado de centro, Ibarretxe ha impuesto la huida hacia delante. La consulta, que se somete hoy al Parlamento, busca afianzarle como referente nacionalista. Tiene 33 votos a favor (el tripartito más el diputado de Aralar) y 33 en contra. Con este empate, Ibarretxe era un cadáver. Pero la consulta será aprobada gracias a uno de los votos de los 9 diputados del PCTV.

Entonces, el choque con Madrid está servido. Ibarretxe sabe que Zapatero prohibirá la consulta, lo que le favorecerá ante el electorado aberzale. Mas aún si los magistrados conservadores le sientan en el banquillo por reunirse con Arnaldo Otegi. Entonces Ibarretxe será la única opción nacionalista. Y la cuenta de la vieja es sencilla: si Batasuna se queda sin lista a la que apoyar, parte de su electorado se refugiará en el PNV. Y si hoy los nacionalistas (con EB y Aralar) suman 33 diputados frente a 33 constitucionalistas, el objetivo electoral sería hacerse con los 9 escaños del PCTV. Resultado ideal: 42 diputados nacionalistas frente a 33 constitucionalistas. Es arriesgado, porque los socialistas están al alza y una apuesta radical asusta al electorado moderado. Por eso Imaz y Urkullu se oponían. Es un juego peligroso para un partido de gobierno. Pero nadie en el PNV se planta ante el lendakari, que tiene el favor de muchos militantes y de un sector del partido (Joseba Egibar).

Simplificando, Ibarretxe quiere que hoy los diputados que obedecen a ETA voten su consulta para, luego, hacer una campaña de unidad nacionalista contra la prohibición de esta por parte de Madrid. Y robar así los votos a Batasuna. Corre serios riesgos, pero cree que, gracias a la ley de partidos (que veta las listas batasunas), puede repetir el 2001. Zapatero hace la lectura contraria. Cree que, tras las elecciones, Patxi López tendrá la sartén por el mango. Y podrá ofrecer el pacto a un compungido PNV. O a un PP que, sin María San Gil, olvide la cruzada y quiera tocar poder.

Joan Tapia, periodista.