¿Qué puede ofrecer Europa?

El mes pasado, durante la reunión anual del Foro Económico Mundial en Davos, Suiza, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen afirmó que Europa debe mostrar más asertividad en el mundo. Eso implica «dar un paso adelante» en algunas áreas. Pero, ¿en cuáles exactamente? Para responder esa pregunta, la Unión Europea debe identificar —y articular convincentemente— qué puede ofrecer al resto del mundo.

Es más fácil decirlo que hacerlo, especialmente en una época en que la dinámica del poder global cambia rápidamente. La noche del discurso de von der Leyen, hice la pregunta a un líder empresarial europeo y a un ex funcionario público de alto rango. Ninguno de ellos tenía una respuesta a mano.

Los representantes de otras grandes potencias del mundo no sufrirían esa dificultad. Estados Unidos es un líder en innovación y tecnología, y cuenta con amplios y profundos mercados financieros. También posee la fuerza militar más poderosa, que virtualmente le garantiza la supremacía mundial en el futuro inmediato.

China, por su parte, se ha establecido como un formidable contrapeso económico y político para EE. UU., en gran medida a través de la captura de una posición fundamental en las cadenas de valor mundiales y, cada vez más, como una gran fuente de inversión directa extranjera. Esta ofensiva a través de su poder de atracción, que incluye proyectos ambiciosos de infraestructura trasnacional, como la iniciativa de «La Franja y la Ruta», le ha granjeado a China muchos amigos, aunque también generó temores de una inevitable confrontación militar con el poder hegemónico titular (una dinámica conocida como trampa de Tucídides).

Sin embargo, la Europa actual parece insegura de su papel en el mundo. El Reino Unido abandonó oficialmente la UE, el aumento del populismo está generando polarización, parálisis y presiones internas tan graves que la propia supervivencia de la Unión ya no parece estar garantizada. Y los inversores han tomado nota: las bolsas de la región tuvieron rendimientos pobres por dos décadas, que implican la falta de confianza en las perspectivas a largo plazo del bloque.

Pero es demasiado pronto para dar a Europa por perdida. En mi opinión, son cuatro las áreas clave en que la UE podría establecerse como una pieza fundamental para el mundo.

La primera, y más obvia, es el comercio. Según el Banco Mundial, la UE posbrexit aún alberga aproximadamente a 450 millones de personas y cuenta con un PBI per cápita promedio de aproximadamente 36 000 USD. Sigue siendo, entonces, un socio comercial muy atractivo.

La segunda área que puede liderar Europa es la regulación, especialmente de las grandes empresas de tecnología. De muchas maneras, Europa ya se ha afianzado como pionera en la regulación. Por ejemplo el Reglamento General de Protección de Datos (RGPD), implementado en 2018, otorgó a los residentes de la UE un control sin precedentes sobre sus datos personales, fijando un nuevo estándar para las normas sobre privacidad de los datos. A nivel nacional, Francia cuenta con estrictas leyes sobre la difamación y la privacidad.

Ciertamente, hay dudas sobre el riesgo de que una regulación robusta limite la innovación y el dinamismo económico. El RGPD, por ejemplo, puede ser considerado excesivamente oneroso y, como tal, perjudicial para la inversión y el crecimiento, especialmente en el caso de las pequeñas y medianas empresas. Pero, a medida que aumentan las sospechas del público sobre las grandes empresas de tecnología, el liderazgo europeo en esta área resulta tanto fundamental como justificado.

La tercera área en la que Europa puede desempeñar un papel fundamental a nivel mundial es la competencia entre EE. UU. y China. La trampa de Tucídides —que ya se manifiesta en la guerra comercial y tecnológica entre esos países— no tiene por qué desembocar en un conflicto militar, especialmente si la UE puede actuar como una suerte de árbitro, ayudando a determinar si esos pesos pesados se enfrentarán y cómo. Para tener éxito, Europa no solo tendría que hacerse camino a través de cuestiones económicas, como la actual guerra comercial, sino también del choque más fundamental entre las ideologías del capitalismo democrático estadounidense y el modelo estatista chino.

Para ello, Europa tendría que aplicar su capacidad única en una cuarta área: la defensa de los valores occidentales, especialmente de las libertades individuales económicas y políticas. Muchos países ven al modelo chino —que rehúye las elecciones competitivas y otorga un considerable control a la clase política sobre la economía— como una ruta alternativa para el desarrollo. Depende de Europa resaltar los defectos de este enfoque y los valores democráticos liberales.

Hay motivos para esperar que la UE, como insta von der Leyen, dé un paso adelante. De hecho, su proclama en Davos refleja el consenso que ha surgido entre los líderes políticos europeos —principalmente la canciller alemana Angela Merkel y el presidente francés Emmanuel Macron— desde hace ya unos años. Por ejemplo, Macron se comprometió a «rejuvenecer» la UE en su discurso al asumir la investidura presidencial en 2017 y ha estado enfatizando la necesidad de recuperar el espíritu del progreso desde entonces.

Es hora de trocar esta retórica en la acción. El mundo enfrenta poderosos vientos económicos en contra, incluida la rivalidad chino-estadounidense, el rápido cambio tecnológico, el envejecimiento de la población en las economías avanzadas, el aumento de la desigualdad en el ingreso, el deterioro de la movilidad social y la degradación ambiental. Europa puede ayudar al mundo a superarlos. Pero antes debe tener en claro cuáles y cómo.

Dambisa Moyo, an international economist, is the author of four New York Times bestselling books, including Edge of Chaos: Why Democracy Is Failing to Deliver Economic Growth – and How to Fix It.

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