Los últimos acontecimientos evidencian, y la propia evolución de los terroristas nos confirma, que la lucha que mantenemos la sociedad vasca y el conjunto de la sociedad española es la lucha de la democracia y sus instituciones contra la antidemocrática pretensión por parte de los terroristas de someter al conjunto de la sociedad. Lo que la sociedad comprueba con mayor claridad es que no hay ninguna idea política detrás del ejercicio de la violencia y que únicamente serán vencidos los terroristas si mantenemos y perfeccionamos la unidad política y si garantizamos la permanente acción policial y judicial, utilizando todos los instrumentos del Estado de Derecho. Que únicamente serán vencidos si insistimos a lo largo del tiempo (siempre, invariablemente), que no hay ni habrá nunca nada que dialogar ni negociar con quienes utilizan el terrorismo contra la sociedad y para mantener su negocio mafioso. Que únicamente serán vencidos si incidimos en la deslegitimación de la violencia en todos los espacios de la sociedad, especialmente en el ámbito educativo, y si defendemos proyectos políticos abiertos e integradores y respetuosos con la legalidad vigente (aunque pretendan modificarla): el Estatuto de Gernika y la Constitución Española.
Sin ánimo de cuestionar la indispensable unidad política contraterrorista, me pregunto, al objeto de evitar los errores del pasado que tanto dolor nos están causando, qué se ha hecho en estos treinta años de democracia para que siga perviviendo una organización asesina. Porque los terroristas que nos amargan la vida no son alienígenas llegados a Euskadi en paracaídas. Es este espacio del ámbito europeo el único lugar donde jóvenes se muestran dispuestos a empuñar las armas. Es éste el único lugar donde decenas de miles les jalean, les excusan y les apoyan. El único lugar donde una menguante pero todavía demasiado extensa parte de la población se muestra dispuesta a constituir y votar opciones políticas convergentes con la organización terrorista. El único lugar donde se acosa a quienes tratan de defender la democracia y luchar contra el asesinato del que piensa diferente. Y el único lugar donde una todavía nada desdeñable proporción de la ciudadanía sigue mirando para otro lado.
Me pregunto en alto como llevo haciéndolo demasiados años: ¿Qué se ha dicho durante tantos años desde las tribunas parlamentarias? ¿Qué se ha dicho desde los púlpitos? ¿Qué se ha transmitido en las aulas? ¿Qué papel han jugado los medios de comunicación? Hablemos claro: la pretensión de acabar definitivamente con la coacción violenta no casa bien con la defensa que se ha venido haciendo del diálogo y la negociación, mensaje que los terroristas utilizan para perpetuarse en el tiempo y mantener su clientela; no casa bien con el permanente rechazo de determinados partidos políticos a la actual Ley de partidos, ley avalada recientemente por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos; no casa bien con la aprobación en las Juntas de Bizkaia de una proposición que insta a no permitir la entrada de uniformados, guardias civiles inclusive (esos que nos defienden y que los terroristas asesinan), a la Casa de Juntas de Gernika, tipo de propuesta gratuita que procura un caldo de cultivo que utiliza la organización para justificar sus crímenes; no casa bien con afirmar que se comparten los fines pero no los medios de ETA; no casa bien con poner permanentemente en cuestión la legitimidad del Gobierno vasco e incluso llamarlo 'amañado' por la aplicación de la actual Ley de partidos; no casa bien con llamar a los miembros de ETA patriotas, abertzales descarriados o románticos; no casa bien con criticar cada medida antiterrorista que se propone, desde la aprobación de la ley de partidos a la retirada de carteles que realizan apología del terrorismo, la incisiva acción policial o la prohibición de realizar homenajes públicos; no casa bien con rechazar que existan vencedores y vencidos, pues es de justicia que los vencidos acaben siendo los que han utilizado la violencia y los vencedores los que nos hemos resistido a ella; no casa bien, en fin, con llamar extranjeros a quienes no somos nacionalistas, pues también de estas afirmaciones vive y se eterniza ETA. Y éste es el hábitat que debe ser corregido, la labor pendiente, nuestro objetivo como ciudadanos y políticos.
Queda mucho por hacer pero terminaré con un mensaje sincero de esperanza: es ahora mayoritaria la idea de que no hay nada que negociar con los terroristas, es ahora más perfeccionada la acción policial y la colaboración internacional, es ahora más contundente la acción judicial y están ahora la sociedad vasca y española más unidas y mejor preparadas para resistir sin doblegarse al chantaje terrorista. No demos un paso atrás. Y conste mi apoyo absoluto al nuevo Gobierno vasco en su pretensión de no ceder ante las amenazas y activar todos los instrumentos del Estado de Derecho para vencer definitivamente a los terroristas.
Gorka Maneiro Labayen, parlamentario de UPD en la Cámara Vasca.