¿Qué va a pasar en Ucrania?

El presidente ucranio, Volodimir Zelenski (en el centro), visitaba este jueves la línea del frente en Donetsk cerca de las posiciones de los separatistas prorrusos, en una imagen de los servicios de prensa de la presidencia de Ucrania.PRESIDENTIAL PRESS SERVICE HANDO (EFE)
El presidente ucranio, Volodimir Zelenski (en el centro), visitaba este jueves la línea del frente en Donetsk cerca de las posiciones de los separatistas prorrusos, en una imagen de los servicios de prensa de la presidencia de Ucrania.PRESIDENTIAL PRESS SERVICE HANDO (EFE)

Rusia ha situado tropas en las fronteras de Ucrania. EE UU dice que Rusia va a invadir ese país. Rusia lo niega y dice que lo que pretende es que Occidente tome en consideración unas demandas sobre la seguridad europea que ha presentado por escrito. El presidente de Ucrania dice que no tiene motivos para creer que Rusia vaya a invadir su país. ¿Se puede saber qué está pasando y qué va a pasar? Sí se puede, y para ello basta razonar un poco. Eso sí, tras apagar el ruido mediático. Hagamos ese ejercicio.

EE UU repite y repite que Rusia va a invadir Ucrania. Si no, ¿para qué está llevado a cabo un despliegue militar en torno a sus fronteras? Rusia afirma que ese despliegue militar pretende que EE UU se avenga a negociar un nuevo acuerdo sobre seguridad europea. ¿Quién miente? Pensemos: si Rusia invadiera Ucrania (incluso aunque llegara a instalar un Gobierno en Kiev), se situaría fuera de la legalidad internacional, se vería envuelta en una guerra prologada que la OTAN alimentaría desde fuera, China no secundaría esa operación (mientras que si comparte la posición actual de Putin) y el pueblo ruso sufriría sanciones económicas dolorosas. Por otra parte, cualquier posible ventaja para Rusia sería ambigua y remota. Así pues, lo razonable es pensar que Putin no tiene demasiado interés en invadir Ucrania. Otra cosa es que lo reconozca o lo niegue. Así que mientras EE UU no se abra más a atender sus demandas cabe pensar que Putin mantendrá sin dar explicaciones un despliegue militar u otro y otras medidas y la prensa hablará de sus demandas (algo que no ha hecho durante 30 años).

Si todo eso estuviera tan claro, ¿por qué Biden insiste en que Rusia va a invadir Ucrania? Porque especular con esa posibilidad le permite a Biden aparecer como el líder de Occidente y, una vez que ha dejado claro que EE UU no enviará tropas a luchar contra los rusos (los norteamericanos no están para más guerras), eso es precisamente su mayor interés. ¿Entonces Biden miente? Claro que miente, ¿y qué? Al final, si Putin invade o no lo hace, será cosa de Putin. Lo que está en juego ahora es el liderazgo de Biden en EE UU y la cohesión de la OTAN.

Aun así, supongamos que Rusia termina invadiendo Ucrania. ¿Qué pasaría? Biden lideraría la respuesta aplicando a Rusia sanciones económicas muy duras y pediría a los miembros de la OTAN y de la UE que las secunden. ¿Cuáles podrían ser esas sanciones duras? El talón de Aquiles de Rusia es su dependencia de los ingresos del petróleo (en 2021, la industria del petróleo y gas representó el 36 % de su presupuesto y el 49 % de sus exportaciones). Pero uno de los talones de Aquiles de Europa es su dependencia de las exportaciones rusas de energía, al contrario que EE UU y Canadá, que no dependen de ellas. Esa notable diferencia entre los miembros americanos y europeos de la OTAN ofrece a Moscú su principal punto de influencia sobre Occidente.

¿Cómo se manifestaría esa influencia? Supongamos que EE UU plantea que los miembros de la OTAN deben dejar de comprar gas a Rusia. En 2020, Alemania importó de Rusia el 63% de su consumo de gas natural. Eslovaquia, Austria y otros países de Europa central y oriental tampoco tienen alternativa al gas ruso, así que vista desde gran parte de Europa esa decisión no es fácil de tomar. Tanto más cuanto EE UU y Canadá seguirían bien abastecidos de energía, sin una amenaza cercana de guerra y con sus soldados en casa. Ese contraste podría llevar a Alemania y a otros países a negarse a avanzar por ese camino. Entonces EE UU tendría que elegir entre una crisis en la OTAN o renunciar a su mejor instrumento de presión no militar sobre Rusia.

Claro que EE UU también tiene otras formas de sancionar a Rusia con dureza, por ejemplo cortándole el acceso al sistema global de comunicaciones financieras Swift. Eso sería malo para Rusia y para los países occidentales que comercian e invierten en Rusia. Además, ante algo así Moscú podría tomar la decisión de convertir su gas en un instrumento de represalia. ¿Cómo? Cortando (o limitando) su exportación a Europa. ¿Podría hacer eso? De hecho, ya lo viene haciendo hace meses a pequeña escala para que Alemania se acerque al próximo invierno con poco gas. Además, en su reciente encuentro con Putin, Xi Jinping dijo que “Ucrania no debe entrar en la OTAN”, lo que hoy se puede traducir por “China está dispuesta a comprar gas a Rusia”, así que Rusia no perdería ese importante ingreso. Los países europeos salen ahora de la temporada de invierno 2021-2022, sus niveles de almacenamiento de gas natural estarán en marzo en torno a un 30% y tendrían que volver a llenarlos antes de la temporada de invierno de 2022-2023. Eso requerirá gas natural ruso.

¿Por qué EE UU y la OTAN hablan de amenaza de guerra? ¿Por qué casi toda la prensa occidental hace lo mismo? ¿A qué viene tanto ruido? Putin nunca ha ocultado su desacuerdo con la situación que heredó y su deseo de modificarla. Ahora ha dicho por primera vez que pretende hacerlo negociando. ¡Buenas noticias! (salvo para los que esperan que algún día los rusos se hagan californianos y los chinos tejanos). ¿Pero para qué ha movilizado Putin a más de 100.000 soldados? Para que los europeos le escuchemos. Tras 30 años tocando el timbre, si no te abren la puerta golpeas con la aldaba.

¿Y por qué ahora? Esta pregunta es más interesante. Putin ha entrado en su último mandato y creo que piensa que actualmente la relación de fuerzas entre Occidente por un lado y China-Rusia más sus clientes por otro lado se ha desplazado notablemente hacia Oriente. Y, desde luego, Putin sabe que el peso geopolítico de un país europeo ya no viene determinado solo por el poder económico y militar que posee, sino tanto o más por su capacidad de soportar situaciones difíciles. Hace pocos días, Ivan Krastev (búlgaro pero no simpatizante de Putin precisamente) desarrollaba esta idea en un interesante artículo. En Europa tu enemigo, decía, es alguno con el que comercias, del que obtienes gas y a quien exportas bienes de alta tecnología. Putin, que dirigió la reconstrucción de la sociedad rusa tras el desastre en que la sumió Yeltsin, es testigo privilegiado de su capacidad de resistencia. De las sociedades europeas debe pensar que, tras un periodo prolongado con altos precios de la energía, cibercampañas de desinformación, su prensa contando lo mala que es Rusia, todo esto generará inestabilidad política y terminarán aviniéndose a negociar con Rusia un nuevo marco de seguridad europea. ¿Y cuánto puede durar eso?

Mucho. Y, cuanto más dure, más elevará su apuesta Putin. La última carta puede consistir en retirar a sus tropas del campo y anunciar que va a desplegar misiles balísticos nucleares capaces de alcanzar toda Europa. Legalmente, puede hacerlo pues el tratado INF que los prohibió ya no está en vigor y, aunque ahora no posee ese tipo de misiles, puede fabricarlos con rapidez. Cuando Rusia desplegó los SS-20, los países europeos de la OTAN respondieron desplegando los Phersings, les costó mucho y finalmente se retiraron todos y se formó el INF. Me pregunto si ahora, en caso de que Rusia despliegue en su territorio misiles nucleares de alcance medio, habrá algún miembro europeo de la OTAN dispuesto a desplegar en su territorio misiles nucleares para someter a Rusia a una amenaza nuclear semejante. Creo que no. ¿Significaría eso que los europeos occidentales aceptaríamos vivir bajo la amenaza nuclear de los nuevos misiles rusos? Creo que no. Lo que sí creo es que para evitarlo los europeos pedirán a sus gobiernos que se sienten con Rusia y alcancen un acuerdo que satisfaga las demandas de seguridad de todos, como ocurrió en 1987. Creo que, si ajustamos algo más nuestro pensamiento a la realidad, la actual crisis de Ucrania puede conducir a una coexistencia pacífica entre grandes y pequeñas potencias nuevas y viejas.

Carlos Alonso Zaldívar es diplomático.

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