Qué va a ser del escritor

Hasta hoy el escritor era una figura que se movía en un espacio comunitario, "nacional", pero esa palabra ya no expresa nuestra realidad y esa figura de escritor queda obsoleta.

En los años ochenta, un momento histórico único, apareció de repente un público español en un clima de orgullo nacional, los medios de comunicación alentaron a una nueva generación de artistas y escritores, los lectores respondieron y sus libros fueron tanto o más leídos que los "extranjeros". Hoy el interés del público español por los autores de nacionalidad española ha decaído enormemente. Un público creado urgentemente para apuntalar un orgullo nacional en una coyuntura no es una verdadera base para la literatura; hacen falta varias generaciones escolarizadas para que se forme un público literario como el de esos países europeos con los que nos hemos comparado disparatadamente. Por otro lado, las estrategias empresariales nacionalistas de los años ochenta y noventa no casan con esta época de concentración, expansión y globalización: las empresas energéticas, financieras o de comunicación que competían en un mercado español se han transformado ya en trasnacionales.

Para la literatura la lengua juega un papel decisivo en esa trasnacionalización. La España recreada en todos estos años no aceptó integrar a las literaturas en las otras lenguas españolas -que algún escritor en lengua catalana, vasca o gallega "se cuele" es pura anomalía-, y hoy el mercado se expande por la América de habla castellana. En América se escribió la mayor y mejor parte de la literatura castellana del siglo XX; por otro lado, las editoriales dejaron de tener interés en un mercado puramente español, así llegan más que nunca nuevas y buenas obras de escritores americanos. Los escritores españoles que disfrutaban de público propio y que competían entre sí ahora compiten en un mercado mucho más abierto y confuso. Recíprocamente, algo semejante les ocurre a los escritores americanos en castellano. Es un proceso que no tiene marcha atrás. Somos muchos y revueltos. Y encima vino la crisis.

O las crisis. La económica y la de la industria de la comunicación en papel, que afronta el tránsito a la Red. Editores, libreros, agentes, escritores, estamos acongojados. ¿Podremos vivir de nuestro oficio como hasta ahora? Probablemente, el escritor literario, el autor, no. La figura del autor es una creación europea del siglo XIX y XX, cuando se fraguan naciones y Estados nación que crean mercados internos.

En España, por varias razones, es más débil el marco de referencias nacional estatal; en realidad, es debilísimo. A falta de una política europea que cree un espacio cultural común, el cine español es menos del 15% del que ven los españoles, el resto es norteamericano. España es el primer mercado de habla no inglesa del cine norteamericano, consume todo ese cine a costa del propio. Es significativo de la debilidad cultural española.

En esta situación de debilidad han influido las campañas de la derecha española. Con el "España se rompe" dividieron a la sociedad y también a la cultura, impidiéndoles ser un espacio autónomo, un patrimonio común respetado por todos. Atacando sistemáticamente a los creadores españoles ha desprestigiado las artes y la cultura hechas aquí, allanando el camino a una verdadera colonización norteamericana.

El españolismo rampante sólo esconde complejo de inferioridad. Una sociedad inmadura, infantilizada, carece de responsabilidad para sostener una cultura propia, así todos opinan sobre los derechos que tienen los creadores sobre su propia obra. Nadie discute los derechos de inversores, pensionistas, funcionarios y trabajadores en general, sólo los de los creadores. No es falta de aprecio, es desprecio.

Pero los gustos del público y sus referencias no cesan de unificarse y estandarizarse mundialmente de modo acelerado. Escritores, libreros, editores están desconcertados, temen que sólo quede sitio para best sellers. Si es así, la literatura de autor ya no tendría futuro, pues la obra artística desconcierta, cuestiona a quien lee. Pero ello es posible, vemos como sellos literarios publican hoy en sus colecciones literatura de género o directamente best seller. Libros que fueron publicados hace 50, 20, 10 años puede que hoy no tuviesen quien los editase.

También el crítico se extingue, la crítica que atiende y apoya la obra literaria, que la sitúa, interpreta y canoniza va desapareciendo, se queda sin sitio. El crecimiento y maduración de las empresas editoriales se hace a costa de la desaparición de cualquier autoridad cultural y literaria que no sea "el gusto del público", si eso existe.

El sistema de adelanto de derechos por su obra al autor permitió la profesionalización de los escritores. Quizá el sistema haya fracasado, desde luego está en crisis total. Hoy no existen los instrumentos para que la literatura de autor llegue a un público posible, pero puede ser que ya haya pasado el tiempo del autor tal como ha llegado hasta aquí. Estamos en un momento de crisis entre el papel y la Red; nace algo nuevo y muere algo viejo; quizá esté muriendo el autor literario y lo que lo rodea. Y el lector literario también. Habrá literatura como la hubo antes de la imprenta, pero la figura de autor será otra. Aún no sabemos cuál.

Suso de Toro, escritor.