Que viva la desaceleración de China

El crecimiento anual del PIB chino de 7.7% durante el primer trimestre de este año fue inferior a lo que muchos preveían. Si bien los datos no son dramáticos con respecto a las previsiones generales de un crecimiento de 8.2%, muchos analistas (me incluyo) pronosticábamos una recuperación por segundo trimestre consecutivo de la desaceleración que parecía haber acabado en el tercer trimestre de 2012. En todo el mundo, los que mantienen dudas sobre el desempeño de China rápidamente aprovecharon los datos para expresar sus temores de una paralización e incluso de una recaída.

Aunque en realidad un menor crecimiento del PIB es bueno para China, siempre que refleje la transformación estructural desde hace tiempo esperada de la economía más dinámica del mundo. Las líneas generales de esta transformación se conocen muy bien –un cambio del modelo de crecimiento encabezado por las exportaciones e inversiones hacia una estructura económica que se basa más en el consumo privado interno. Pero lo que se conoce menos es el hecho de que una China reequilibrada tendrá una tasa de crecimiento menor –cuyas primeras señales pueden ya ser evidentes.

Una China reequilibrada puede generar un crecimiento más lento por una razón muy sencilla: al apoyarse más en una demanda de consumo encabezada por los servicios, el nuevo modelo chino adoptará una receta de crecimiento de mano de obra intensiva. Las cifras parecen confirmarlo. El sector servicios chino necesita más o menos 35% más de empleos por unidad de PIB que en los sectores de manufactura y construcción –los principales motores del viejo modelo.

Esa cifra tiene implicaciones potencialmente importantes porque significa que China podría crecer a una tasa anual del 7-8% y alcanzar de cualquier modo sus objetivos con respecto al empleo y la reducción de la pobreza. China ha tenido dificultades para lograr estos objetivos cuando su crecimiento ha sido inferior al 10% porque el viejo modelo no estaba generando suficientes empleos por unidad de producción. A medida que las manufacturas chinas avanzaban en la cadena de valor, las empresas sustituían cada vez más a los trabajadores por máquinas que integraban las últimas tecnologías. En consecuencia, su modelo económico generó una dinámica de crecimiento de uso intensivo de capital y ahorro de mano de obra.

Por un lado, esto tiene sentido. La sustitución de mano de obra por capital está al centro de las estrategias de productividad moderna en las economías basadas en la manufactura. No obstante, dejó a China en un bache profundo: cada vez más ineficiente en cuanto a empleos por unidad de producción, necesitaba más unidades de producción para absorber el excedente de mano de obra. En última instancia, esto resultó ser más un problema que una solución. El viejo modelo de manufactura, que generó un aumento récord del ingreso per cápita de veinte veces en comparación con los años noventa, también sentó las bases de un consumo excesivo de recursos y deterioro ambiental.

El crecimiento encabezado por los servicios es en muchos sentidos el antídoto al “modelo de crecimiento inestable, desequilibrado, descoordinado y, a final de cuentas, insostenible” que el ex primer ministro, Wen Jiabao, criticó en 2007. Con todo, el sector servicios ofrece más que una vía de crecimiento de mano de obra intensiva. Si se le compara con el sector de manufacturas, los servicios tienen una menor huella de carbono y de recursos. Un modelo encabezado por los servicios representa una alternativa a China que respeta el medio ambiente y en última instancia una estructura económica más sostenible.

Por supuesto, es prematuro concluir que una transformación hacia un crecimiento más lento encabezada por los servicios esté por comenzar. Los datos más recientes dan señales en ese sentido, pues reflejan que el sector terciario (servicios) crece a una tasa anual de 8.3% en el primer trimestre de este año –el tercer trimestre consecutivo de aceleración y medio punto porcentual más rápido que el crecimiento de 7.8% del primer trimestre que registró el sector secundario (manufactura y construcción). Pero para confirmar un viraje tan importante en la estructura subyacente de la economía china se necesitarán más que unos cuantos trimestres de datos moderadamente alentadores.

No sorprende que los escépticos sobre el desempeño chino estén dando otro sentido a los datos más recientes de crecimiento. Ahora una de las principales inquietudes es una burbuja de crédito inducida por la banca paralela, lo que refuerza las preocupaciones que existen desde hace tiempo de que China caiga en la temida “trampa del ingreso medio” – una caída sostenida del crecimiento que ha atrapado a la mayoría de las economías emergentes de alto crecimiento en el punto en el que se encuentra China actualmente.

China difícilmente es inmune a tal posibilidad. Sin embargo, es poco probable que suceda si el país logra llevar a cabo el reequilibrio encabezado por los servicios dirigido al consumo que sigue siendo la iniciativa estratégica central de su actual (12o) Plan Quinquenal. La trampa del ingreso medio atrapa invariablemente a aquellas economías emergentes que se aferran a los modelos de desarrollo de primera fase durante demasiado tiempo. En el caso de China, el mayor riesgo es persistir en la gastada receta de crecimiento desequilibrado basado en las manufacturas y la construcción que ha creado serios problemas de sostenibilidad.

Si China no logra reequilibrarse, la débil demanda externa de un mundo golpeado por la crisis seguirá perjudicando a su sistema exportador, lo que la obligará a apostar por un modelo impulsado por el crédito y la inversión – lo que efectivamente significará aumentar el crecimiento intensivo en recursos y perjudicial para el medio ambiente. No obstante, confío en que los nuevos líderes de China actuarán con rapidez para aplicar su nuevo modelo. No hay alternativas viables.

Ni a los mercados financieros ni a las economías desarrolladas ávidas de crecimiento les agrada el ritmo natural más lento que probablemente experimentará una economía China reequilibrada. Las industrias de recursos – en efecto, las economías basadas en recursos como Australia, Canadá, Brasil y Rusia – se han vuelto adictas al viejo modelo de hipercrecimiento insostenible de China. No obstante, este país sabe que es tiempo de abandonar ese peligroso hábito.

El crecimiento encabezado por el consumo en China planteará un problema distinto para los Estados Unidos. Después de todo, un consumo privado más elevado supone el fin del excedente de ahorro de China – y, por lo tanto, del aparentemente reciclamiento sin fin de ese excedente en activos basados en dólares como los bonos del Tesoro estadounidense. ¿Quién financiará entonces el déficit de los Estados Unidos – y en qué condiciones?

Del mismo modo que China debe adoptar un crecimiento más lento como consecuencia natural de su imperativo de reequilibrio, el resto del mundo debe pensar en cómo le hará frente cuando lo haga.

Stephen S. Roach was Chairman of Morgan Stanley Asia and the firm's Chief Economist, and currently is a senior fellow at Yale University’s Jackson Institute of Global Affairs and a senior lecturer at Yale’s School of Management. His most recent book is The Next Asia. Traducción de Kena Nequiz.

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