¿Queremos salir de la crisis?

Desde la segunda mitad del último Gobierno de Rodríguez Zapatero nuestra política económica ha estado guiada fundamentalmente por el objetivo de reducción del déficit público, con una política popularmente conocida como la de los recortes.

Las exigencias de la Unión Europea, el excesivo endeudamiento privado y una prima de riesgo desbocada que nos llevó al borde de la intervención han sido los argumentos esgrimidos por los Gobiernos para llevar a cabo esta dura política de austeridad. Paralelamente, la reforma de nuestro sistema financiero, tras el grave desajuste provocado por las cajas de ahorro y la reforma laboral, han sido los dos otros grandes ejes de la política de nuestro Gobierno.

Pero tras tres largos años de política de ajuste y austeridad y de varios trimestres con nuestra economía en recesión, parece que hoy hay algunos indicadores que empiezan a tener signo positivo. Incluso parece que el estado anímico del conjunto de los ciudadanos está tímidamente empezando a cambiar. El hecho real es que durante estos últimos años los españoles hemos ido a peor, material y anímicamente, y que muchas familias siguen sufriendo las consecuencias del desempleo. Hemos perdido un 10% de poder adquisitivo y seguimos teniendo un déficit estructural de 80.000 millones de euros y, con los datos previstos para 2015, llegaremos a 2016 sin haber devuelto ni un céntimo de nuestra deuda, que aumenta año tras año.

El adelgazamiento de muchas empresas, industriales y de servicios, con el sacrificio de la pérdida de muchos puestos de trabajo, ha ayudado a mejorar nuestra productividad y ha hecho mejorar sensiblemente nuestras exportaciones; paralelamente, el menor consumo interior, y el consiguiente empobrecimiento, ha reducido las importaciones, mejorando nuestra balanza comercial. Pero los sacrificios han sido enormes y hay que intentar paliarlos.

Nuestra tasa de desempleo es alarmante, aunque pueda quedar algo amortiguada por el alto índice de economía sumergida, pero sigue siendo un grave desequilibrio con grandes costes humanos, que merma la confianza colectiva en el futuro; y sin confianza, no hay economía que funcione. Podríamos añadir la desafección entre política e instituciones con la ciudadanía, que sin ninguna duda influye también en los índices de confianza. Nuestros Gobiernos, en plena recesión, han ido amortizando empleo público, lo que no ha hecho otra cosa que empeorar las cosas. Cada 2.000 euros de salario bruto mensual que se han recortado, se han contrarrestado con los 1.000 euros del coste del pago del desempleo y, colateralmente, la menor capacidad de compra del perceptor del subsidio genera medio parado más. Además, el Estado deja de ingresar IRPF, IVA y Seguridad Social, que sumados a los costes descritos originados por el nuevo parado, producen un incremento del déficit. Justo lo que se quería evitar. Todo ello, sin ninguna duda, contribuye también a la falta de confianza en los Gobiernos.

Reconociendo la mejora de algunos índices macroeconómicos y los aspectos positivos que se derivan de los duros ajustes de estos últimos años, hay que intentar dar la vuelta a la situación.

Decía el ministro Montoro recientemente que Cataluña liderará la salida de la crisis y arrastrará al resto de España. Sin políticas incentivadoras de la actividad industrial y manufacturera esto no va a ser posible. Hay que evitar más subidas de impuestos que lastren la competitividad del sector industrial y que cercenen los recursos que los particulares puedan dedicar al consumo de bienes y servicios, y ser muy sensibles con la reforma de las pensiones. Abordar una reforma de este calado sin consenso no será beneficioso ni para la economía ni para la sociedad en su conjunto. Antes de reducir las pensiones hay que pensar en incrementar el PIB.

Pensamos que ya es imprescindible liderar políticas activas incentivadoras de la actividad industrial, única capaz de crear puestos de trabajo netos y de generar economía de servicios a su alrededor.

El Banco Central Europeo acaba de situar los tipos de interés en el mínimo histórico. Si no se hace posible transferir más liquidez al sector productivo, ¿cómo vamos a crear empleo?

Pueden hacerse muchas cosas que ayuden a incrementar la actividad y a facilitar la asunción de nuevos riesgos empresariales. ¿Cómo? Pues evitando más riesgos que los estrictamente necesarios a los emprendedores. Se podría exonerar del pago de las cuotas a la Seguridad Social el primer año de nueva actividad. El Estado verá compensada esta exoneración con más ingresos por IRPF y por IVA.

El ICO debería tener un papel más activo, asumiendo más riesgos. ¿Por qué no un aval del ICO frente a los bancos por un importe igual a la mitad de lo que avalen los nuevos emprendedores personalmente? Podríamos seguir con más incentivos fiscales a empresas de nueva creación.

Probablemente, los Gobiernos españoles no han hecho suficiente presión para frenar importaciones en el seno de la UE de productos industriales de terceros países que en su proceso de producción no cumplen los requisitos que impone la Unión a los mismos productos cuando son fabricados en su interior. La UE es muy exigente en su interior, y debería serlo igual para protegerse de los que ponen en peligro nuestra sostenibilidad económica, social y medioambiental.

Se podría también reducir mucho gasto público en electricidad, graduando las iluminaciones de carreteras y ciudades a un cuarto de su potencia durante las horas nocturnas. Suprimiendo cuatro días festivos al año, aumentaría un 2% el PIB. Esta medida se podría compensar con cuatro días de permiso individual a los trabajadores.

Podríamos seguir poniendo muchos ejemplos. El lector ya entiende de qué estamos hablando. Ha llegado la hora de recoger los frutos de los duros sacrificios de los últimos tres años, intentando convertir en positivos para la economía productiva los indicadores que han mejorado. Siguiendo solo con los recortes y sin políticas decididas que estimulen la actividad, todos estos elementos positivos que objetivamente hoy se ven en nuestra economía no habrán servido para nada y perderemos la oportunidad de sentar las bases sólidas que nos permitan salir de la crisis. Solo saldremos de ella cuando empecemos a crear empleo neto, y esto solo vendrá del sector industrial.

Nuestra economía no necesita solo antibióticos para eliminar la grave infección que tiene. Hoy necesita, además, reconstituyentes que refuercen la masa productiva que ha conseguido sobrevivir a estos últimos años y que animen a nuevos emprendedores.

Miquel Bosser Rovira, Industrial, Fundación Gremi de Sabadell y  Jordi Casas Bedos es consejero de Synergic Partners i Ex-Delegado del Govern de la Generalitat en Madrid.

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