Querida Mrs. Von der Leyen

Cuando un país de la Unión tiene graves problemas financieros solicita un rescate económico, pero cuando los problemas son de derechos civiles, lo pertinente es un rescate político. Cierto es que a un gobierno solo se le puede deponer con votos, y mi interés no es rendir al Gobierno, aunque me gustaría hacerlo, sino impedir que altere las reglas del juego, que es lo que le pido.

Mi preocupación sobre el tema tiene su origen en 1978, durante un viaje en avión de Madrid a Moscú, en el que se sentó a mi lado un escritor chileno encantador, amigo íntimo de Neruda y galardonado con el premio Nacional de Literatura. La conversación que él impuso versó sobre cómo la izquierda pretendía evolucionar para no volver a sufrir la tragedia de Salvador Allende que, conseguido el poder de forma legal, había sido derrocado por el ejército en 1973. Mi acompañante vestía con esmero, viajaba en primera clase, hablaba bien de nuestro Rey, y se mostraba ambiguo sobre el sistema soviético.

Querida Mrs. Von der LeyenNos despedimos al llegar y cuál fue mi asombro cuando vi en una pantalla de televisión, mientras recogía las maletas, que lo recibía en el aeropuerto Alexéi Kosiguin, primer ministro de la Unión Soviética. Me enteraría después de que mi interlocutor había sido Volodia Teitelboim (1916-2008), secretario general del partido comunista chileno. Desde entonces, he recordado alguno de sus vaticinios. Fue taxativo en que el castrismo no ofrecía buena impresión de la izquierda por su imagen de dictadura y que ésta ansiaba buscar otro modelo: un comunismo electo cada cuatro años que no perdiera el poder porque controlaría el ejército, la judicatura y los medios de comunicación. Teitelboim explicaba que una democracia formal podía convertirse -pacíficamente- en una comunista, socavando el equilibrio de poderes que postulaba Tocqueville.

Bien, esa hoja de ruta, que luego cristalizaría en el chavismo, es la que nos han impuesto en España. Sánchez llegó a la presidencia con el enfebrecido empeño de regenerar la democracia, pero quebró sus promesas y pactó con comunistas, independentistas y filoterroristas. Cercó al Rey, porque es el comandante en jefe de los ejércitos; puso al frente de la televisión pública a una comisaria política; nombró fiscal general del Estado a su ministra de Justicia. La colorista idea de transparencia que buscaba con su moción de censura destiñó de inmediato: el portal de información no contestaba al 20% de las preguntas que le formulaban; y a una en especial: ¿qué hacía un ministro del Gobierno español esperando a la vicepresidenta de Maduro, a las dos de la mañana, aterrizando ilegalmente en Barajas (espacio Schengen) para pasar de matute cuarenta maletas por la aduana?

Demasiados hechos acreditados, señora presidenta, para conceder a Sánchez credibilidad en base a sus puestas en escena de guapeza barata. Tengo la paranoica sospecha de que desea eternizarse en el poder al estilo de Maduro o Putin, pero necesita dinero para crear una economía cautiva y subsidiada y depender poco del mercado. Vende este afán de acceder al dinero europeo como un acto de patriotismo que nos obliga a apoyarle, mientras que más de media España piensa que el patriotismo radica en saber administrarlo, para no perjudicar a nuestros descendientes.

España no es Grecia ni Irlanda, una catástrofe económica aquí arrastraría a toda la Unión. ¿Y qué hay que hacer? España tiene un buen empresariado y un sistema bancario que les puede ayudar en los temas operativos, pero ustedes, como emisores de deuda, han de cumplir con su responsabilidad financiera y ser roqueños con las garantías. Le reitero algo archiconocido: Sánchez muestra un correoso negacionismo al dinero condicionado. Fue tan beligerante con los recortes del anterior Gobierno, que le parece de mal gusto que se los mencionen. Con su peculiar estilo, anunció que había conseguido el 97% de lo que se había propuesto en Bruselas el 21 de julio, y se dio un homenaje con una llegada digna del Domingo de Ramos, jaleada por sus ministros, sumidos en un arrobo contemplativo al borde del trance. El éxito ya estaba logrado. «¿Y el dinero? Oiga, falta el dinero», pregunta desde entonces el Banco de España.

Al disfrazar parte de la negociación de aquella madrugada (quiere darnos la impresión de que en Europa lo adoran), si parte de los fondos de recuperación, 140.000 millones de euros, se retienen -como podría ocurrir- por desacuerdo en las reformas que tiene que llevar a cabo, Sánchez dirá que no los necesitamos, lo cual no es cierto, o que podemos esperar seis años para pedirlos; y dará prioridad a recibir las subvenciones a fondo perdido ¿para la pandemia?, con la inquietante convicción de no tener que rendir excesivas cuentas, de forma que pueda hacer lo que le venga en gana, aunque ello vaya en contra del ideario europeo de cooperación leal y respeto a los derechos democráticos (seis meses de estado de alarma). Parecido intento de hurtarnos información fue reinterpretar, ante la opinión pública española, la firmeza argumentaria de Mr. Rutte, premier de los Países Bajos, remarcando la amistad que los unía para blanquear, a modo de coartada, los capones recibidos.

Cuando Sánchez choca con la realidad, como chocó contra el Covid o ahora con la independencia del Poder Judicial, transpira entropía: no asume responsabilidades y busca causantes. No duden que si lo aprietan les hará culpables y les desafiará a abandonar el euro. La temeridad de nuestro presidente no es biodegradable: le han cogido en tantas falsedades que ya no se molesta ni en desmentirlas; adormece su precaria conciencia diciendo que eso es la política. Pero la sabiduría política consiste en «under promise and over deliver» y les recuerdo que Sánchez hace lo contrario: promete en exceso y da muy poco.

El tablero, pues, queda así: sin Podemos y compañía no hay presupuestos, y sin ustedes no hay dinero. Sánchez quiere las dos cosas a la vez, y eso solo es posible engañando a los dos. Primero logrará aquí, con esfuerzo, que le aprueben unos presupuestos con unos recortes mínimos mintiendo a sus compañeros de coalición con que ustedes no le exigen más, gracias a su habilidad negociadora, o que pospone la solicitud de los préstamos para no aumentar nuestra deuda (argumento increíble en un manirroto), y una vez conseguida esa aprobación en nuestro Congreso, solicitará los préstamos y cederá en las reformas con ustedes, falseando lo que pueda. Presidenta: el 18 de noviembre, cuando den una opinión sobre los presupuestos comunitarios, tengan en cuenta que las cuentas de Sánchez estarán llenas de vacíos, inexactitudes numéricas e imposibles calendarios. Átele corto a los objetivos que ha fijado la Comisión; y el resto déjenoslo a nosotros.

José Félix Pérez-Orive Carceller es abogado.

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